Un juego que le ha servido a Clint Eastwood para volver a
reflexionar con calma, con épica y lirismo, sin trascendencias bobaliconas y
grandilocuentes, en voz queda y sosegada en la emoción plena, alejada por
completo de chillonas altisonancias, sobre prácticamente todos sus temas
favoritos: la familia, la vejez, la enfermedad, la juventud, la tradición, la
violencia gratuita, la violencia como ultima ratio, la amistad, el amor, la
religión, la política, la convivencia entre razas, la memoria propia y
colectiva, la intolerancia, el fanatismo, la generosidad y entrega a los demás,
el sacrificio, el honor, la profesionalidad, la autoestima, la enfermedad, el
desamparo, la camaradería, el patriotismo, la (in)justicia, la delincuencia, la
enseñanza, la necesidad imperiosa de comunicación humana…
Todas estas
cuestiones están imbricadas en un guión extraordinario, conciso y preciso, de
extrema complejidad muy bien disimulada, disfrazada en la sencilla apariencia de
un esquema archiconocido y manoseado, pero convertido aquí con suprema y eficaz
habilidad en un cuento heterodoxo dentro de la ortodoxia. Y este guión de rara
perfección ha encontrado en los modos y tempos narrativos del viejo maestro
Eastwood su inmejorable traductor en fotogramas. Ritmo ajustado, trazo seco,
viril, épico…, sobriedad expositiva,
crescendo emocional perfectamente
medido, elegancia sin subrayados, contención, lirismo profundo, alejamiento
radical de la superficialidad y la reiteración, cámara sosegada…, en definitiva,
una dirección transparente, que no llama la atención jamás sobre sí misma,
concentrada tan sólo en transmitirle con eficacia al espectador emociones,
latidos, pulsaciones de vida y reflexión, y a la vez, muy preocupada por contar
la historia sin amaneramientos ni jerigonzas, con claridad y sencillez, pero
haciendo casi de cada plano un continente cargado de contenido.
No, no
voy a desvelarle al lector el argumento, secretos y emociones de la película.
Tan sólo diré que la cotidianeidad de la existencia obligará al viejo
cascarrabias racista a reconsiderar su actitud y opiniones, a darle un vuelco
completo a su propia vida, y a salir en defensa de los más débiles, de los
oprimidos, de los diferentes, de los otros, de los demás. Y que esa defensa,
amparo de los demás (de la vida que no quiere, no puede detenerse ante la
violencia gratuita y la injusticia) le obligará a un hermosísimo y significante
duelo final con el “mal”, un duelo final en el que los aficionados al
western sin duda reconocemos la inspiración en el duelo final entre Rock
Hudson y Kirk Douglas de la película
El último atardecer, de Robert
Aldrich.
Gran Torino es una pequeña película muy compleja, muy
rica en significados y significantes, lírica y épica a partes iguales (herencia
del más grande, John Ford); serena, lacónica en su puesta en escena; emocionante
en su esencia contenida, desbordante de sabiduría cinematográfica, humanística.
En mi opinión
Gran Torino es una obra maestra, o cuando menos una
gran, gran película. Una obra maestra alejada, sí, en sus hechuras y
dimensiones, de las estructuras sinfónicas, o mejor dicho, polifónicas de
trabajos como
Mystic River o
Million Dollar Baby. Lo que nos
llevaría a pensar en
Gran Torino como una obra de cámara, como uno de los
complejísimos
últimos cuartetos de Beethoven, por ejemplo, inagotables en
propuestas de lectura, de entendimiento. Sí, no me cabe la menor duda,
Gran
Torino de Clint Eastwood es una pequeña obra maestra, un prodigio de ideas y
emociones pensado para pocos pero muy afinados instrumentos.
NOTA:
Recomendamos que visionen la versión original subtitulada debido al
desastroso doblaje que maltrata la película:
Tráiler subtitulado en español de Gran Torino, película de
Clint Eastwood (vídeo colgado en YouTube por
Disenodepaginasweb)
Tráiler en español de Gran Torino, película de Clint
Eastwood (vídeo colgado en YouTube por
keane43)