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Eudald Escala: <i>Los poemas del hospital</i> (Ediciones Carena, 2009)

Eudald Escala: Los poemas del hospital (Ediciones Carena, 2009)

    AUTOR
Eudald Escala i Pujadó

    LUGAR Y FECHA DE NACIMIENTO
Barcelona (España), 1951

    BREVE CURRICULUM
Es poeta y traductor. Entre sus obras figura La nit i els miralls, Miralls trencats, La mort del pare, Adiós Lisboa, Santa Lesbiana de Arjo y Maldita tú eres entre todas las mujeres




Creación/Creación
Eudald Escala: Los poemas del hospital (Ediciones Carena, 2009)
Por Eudald Escala, lunes, 5 de octubre de 2009
Prólogo ...ya no queda nada / sólo un milagro / podría salvar esto…, nos dice el yo poético en los primeros versos de Los poemas del hospital de Eudald Escala. Nos avisa de que no vamos a encontrar poemas amables ni bellos. Nos previene de lo que vive en los 57 poemas que componen el libro, antes de que nos adentremos en ellos de golpe y sin protección. Aunque yo diría que es un solo poema con 57 pausas. Poemas sin título ni puntuación, algún punto suspensivo, con un lenguaje asequible y directo a las vísceras, sin concesión alguna. El yo poético se desprende de varias capas de piel y, sin pudor, nos abre la carne de cuajo para que fisguemos y hurguemos en ella con la punta de los dedos.
Leyendo Los poemas del hospital, me viene a la mente un anterior libro de Eudald dedicado a otra mujer, salvo esta reiteración, tengo que decir que no parecen escritos por el mismo autor. La poesía de Eudald Escala tiene un antes y un después muy diferenciado. Personalmente me quedo con esta última etapa.

Creo conocer algo al autor de estos versos; él mismo me lo confirmó a la hora de pedirme este prólogo. Eudald es un personaje, dentro y fuera del contexto literario. Ya alguien lo equiparó a Pessoa en un trabajo universitario. Su estética no pasa desapercibida: sus eternas gafas de sol, sus sombreros y su abrigo negro. Un hombre que vive en el arcén de la vida y no encaja en un mundo diseñado para la mayoría. De una personalidad tortuosa en búsqueda constante de paz. En sus repetidos descensos al submundo, cuando sus temporadas en el averno duran más de lo deseable, me pide: “dile a tus ángeles que me echen un cable”.

Tres son los personajes de esta espiral de locura, de odio y amor. Un amor pasional que el protagonista se niega a compartir con el hijo-rival de su amada. Su hostil enemigo que le roba a la mujer-diosa, la mujer adorada, idolatrada, admirada… Ese hijo que lo ha expulsado del paraíso: llevo más de cuatro meses / expulsado del paraíso…/ El hijo que lo acusa de ser el diablo. Personaje que él llega a adoptar en el poema XV: en mi loco corazón de diablo / hay una cueva de odio maldito…

El amante celoso recrimina a la madre su enfermizo vínculo. Incisivo y malvado, le amenaza: un día te dejaré / para que puedas / ser feliz con tu hijo / entonces seréis / la pareja perfecta / los dos locos. El hijo la insta a que repudie al intruso que le desvalija de su cariño. Y ella, madre y amante, se debate en el purgatorio, incapaz de elegir entre el amor maternal y el pasional.

En esta espiral viciosa los sentimientos de los tres se contaminan de deseos perversos y pensamientos destructivos. La enajenación acaba tocando en mayor o menor grado a los tres protagonistas de la historia, imposibilitándolos a salir de esta atmósfera venenosa donde se acomoda el desasosiego: vuestro amor enfermizo / corrompe cuanto lo rodea / y tú te dejas llevar / por los cantos de sirena / que te han vuelto loca / que os han enloquecido /.

La pandemia infecta la poesía de reproches, amenazas y acusaciones tan tenebrosas, que llegamos a aborrecer al autor por un libro tan impúdico e inmisericorde. Para acto seguido volver a apiadarnos de la salud física y mental del protagonista, en esas hirientes noches en las que juega a los naipes con los monstruos que nunca lo dejan solo, temerosos de que lleve a cabo, por fin, uno de sus repetidos adioses con los que nos amenaza.

A lo largo de este monólogo donde repudia a su musa una y otra vez, a pesar de necesitarla para respirar; le miente y se miente a sí mismo: ahora tengo otro escondite secreto / otro paraíso mágico / otro jardín de paz y luz / en el que tú nunca entrarás / solamente hay sitio para mí / y además si entraras por error / no sabrías salir / es peligroso / no lo intentes /.

Consciente de que todo se hunde, no puede soportarlo y, en un nuevo intento por recuperarlo, se interna en las estrategias del victimismo: ya te dejo / mi gran amor / tengo que irme / posiblemente / no nos veamos / nunca más / pero al fin / la muerte / será un alivio /…

Se vuelve a contradecir nuevamente en el poema XLIII: no vamos a llorar / la vida sigue / y es maravillosa… El desconcierto en el que nos encharca es tan desequilibrante, que nos hace desear abandonar el poemario y dejarlo a su suerte.

Pepa Cantarero


***



A Miguel Ruiz In Memoriam




I


miro las fotos
en las que sonreíamos
casi felices
ya no queda nada
sólo un milagro
podría salvar esto


II



tu hijo mejora
(eso dices tú)
muy lentamente
llevo más de cuatro meses
expulsado del paraíso
¿a costa de qué
ha mejorado
tu pobre hijo loco?


III



mi salud
tanto física como psíquica
se ha resentido
de esta situación kafkiana
no me juzgues
he hecho más de lo que podía


IV



nadie en su sano juicio
habría aguantado tanto
me han aconsejado
que te olvide
que te deje
incluso tú misma
me lo has dicho
cuando estabas hundida
me he negado siempre
ahora empiezo a considerarlo
muy seriamente


V



creo que no sabes
no has sabido valorar
mi gran esfuerzo
¿merece la pena seguir con algo
que murió hace tiempo?
¿quién puede vivir
con un cadáver?


VI



no soy nada
no soy nadie
sólo cuenta tu hijo
lo sé
me lo avisaste
y no me importa
ya no me importa
sigo mi camino
en silencio
muy de vez en cuando
miro hacia atrás
pero sólo para ver
mis huellas de perro


VII



cada vez voy más
ligero de equipaje
pronto podré ser
un ángel de verdad
como siempre he deseado
mi misión toca a su fin
las lágrimas nos hacen libres


VIII



libertad para todo
para cuanto quiera hacer
para reír
para llorar
para ir desnudo
para morir en soledad
echando de menos
tus manos pequeñas


IX



ya nadie me habla
desde arriba
mis pupilas isocóricas
escupen tristeza
¿dónde estás Ana María?
te echo tanto de menos…



Nota de la Redacción: agradecemos a Ediciones Carena en la persona de su director, José Membrive, la gentileza por permitir la publicación de la selección de poemas del libro de Eduald Escala, Los poemas del hospital (Ediciones Carena, 2009).
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