No es el objetivo de este escrito discutir la más que polémica directiva
europea sobre la inmigración ilegal y las circunstancias para la expulsión de
inmigrantes. Vaya por delante mi condena a cualquier norma migratoria o a
cualquier intento de controlar los movimientos de personas en el mundo. En
Europa misma hay posiciones contradictorias al respecto, desde la afirmación del
presidente del gobierno español,
José Luis Rodríguez Zapatero, que afirma
que la medida es “un avance progresista”, hasta las condenas sin paliativos de
los verdes. En América Latina el tono de las protestas varió de acuerdo a la
naturaleza del emisor y las más furibundas provinieron de aquellos
mandatarios populistas
nacionalistas, como
Hugo Chávez,
Evo Morales o
Rafael
Correa. Otros mandatarios, casos de
Alan García o
Lula da
Silva, también manifestaron abiertamente su discrepancia con la normativa,
pero desde una perspectiva más moderada.
Evo Morales señaló que
“Hasta finales de la Segunda guerra mundial, Europa fue un continente de
emigrantes. Decenas de millones de europeos partieron a las Américas para
colonizar, escapar de las hambrunas, las crisis financieras, las guerras o de
los totalitarismos europeos y de la persecución a minorías étnicas... A los
países de América Latina y Norteamérica llegaron los europeos, masivamente, sin
visas ni condiciones impuestas por las autoridades. Fueron siempre bienvenidos,
Y. lo siguen siendo, en nuestros países… que absorbieron… la miseria económica
europea y sus crisis políticas. Vinieron a nuestro continente a explotar
riquezas y a transferirlas a Europa, con un altísimo costo para las poblaciones
originales”. Tras su contundente diagnóstico, que pinta un pasado totalmente
rosa de la historia de la inmigración latinoamericana, concluyó de forma
tajante: "Si esta directiva fuese aprobada, quedaríamos en la imposibilidad
ética de profundizar las relaciones con la Unión Europea y nos reservamos el
derecho de imponer a los ciudadanos europeos las mismas obligaciones de visa que
se nos impuso el 1 de abril de 2007, según el principio de reciprocidad". Mala
cosa cuando la ética se mezcla con la política y, sobre todo, cuando el futuro
de muchos bolivianos puede estar en juego, así como el futuro de la negociación
de un Tratado de Asociación entre la UE y la Comunidad Andina de Naciones (CAN),
aunque parece que esto último es un tema que a Morales mucho no le preocupa.
Fidel Castro recordó que “los
emigrantes son fruto de la explotación colonial, semicolonial y
capitalista”
En la misma línea
Fidel Castro habló de
la hipocresía europea, especialmente en relación a la modificación de la
política común de la UE hacia Cuba, pero también por “la brutal medida europea
de expulsar a los inmigrantes ilegales latinoamericanos”, provenientes de países
que, en algunos casos, tienen en su mayoría población de origen europeo y
recordó que “los emigrantes son además fruto de la explotación colonial,
semicolonial y capitalista”.
Rafael Correa amenazó con explorar “la
posibilidad de cortar” el diálogo entre la CAN y la UE, al considerar a “la
“directiva de la vergüenza” un producto que “demuestra [la] incivilización de
naciones que se creen los más civilizadas del mundo” y que la UE “criminaliza” a
los emigrantes. “Países civilizados no podemos hablar con otros que han ejercido
esa clase de conductas… ¿Qué tenemos que hablar con una unión de países que
criminaliza a los emigrantes?”. Para Correa, el bienestar actual de Europa
“depende de todo el saqueo que hicieron en nuestros territorios” en la época
colonial.
Hugo Chávez calificó de “indignante” a la “normativa
del bochorno”. Por ello, no sólo amenazó con no suministrar combustible a los
países europeos que la apliquen, sino también implementar una medida similar a
las inversiones europeas. "Al menos en Venezuela. Aquí no nos hacen falta...
Vamos a revisar las inversiones que tienen aquí para aplicar nosotros también
una directiva del retorno. ¡Retornen sus inversiones para allá!”.
Lula
fue más matizado y tras condenar la medida como xenófoba, señaló que se trata de
una iniciativa impulsada por unas naciones con miedo de perder su “status quo”
ante el avance de los países emergentes. En la misma línea, el peruano
Alan
García solicitó la intervención de la Organización de Estados Americanos
(OEA).
Resulta bastante absurdo pedir que las
políticas migratorias no sean contradictorias o discriminatorias
También resulta digno de atención el comunicado de las Madres de
Plaza de Mayo, que convocaron: “A las mujeres y hombres de todos los países de
la Comunidad Económica Europea que se están convirtiendo en mujeres y hombres
sin corazón: Las medidas discriminatorias que quieren implementar con los
inmigrantes de todos los países del llamado tercer mundo, con prisión o
deportación, son medidas salvajes. Como Madres les preguntamos qué hubiera
pasado si en los años de las guerras, de las hambrunas del primer mundo nuestros
países les hubiesen cerrado las puertas. Cuántos de nosotros hubiésemos muerto
de hambre en la Europa rica de hoy y destruida ayer por las infames guerras.
Vuestros países usaron a los inmigrantes como mano de obra barata y ahora ante
la decadencia de estos estados, los condenan a volver al hambre y a la
desesperación”.
Si bien no provocan sorpresa los embates y las duras
críticas contra la directiva europea, si resultan cuanto menos llamativas las
apelaciones a la ética, a la coherencia o las acusaciones de hipocresía. En
realidad, resulta bastante absurdo pedir que las políticas migratorias no sean
contradictorias o discriminatorias, cuando toda política migratoria que se
precie y que resulte aprobada en cualquier país del mundo termina siendo, por la
propia naturaleza de la norma, hipócrita, discriminatoria, contradictoria y no
inclusiva. Toda pretensión de legislar lo que no se puede legislar, lo que es
imposible de legislar, como es la movilidad de los seres humanos, lleva
forzosamente a cometer
injusticias y
contradicciones de todo tipo. Recuérdese aquello de la inutilidad de poner
puertas al campo.
Valdría la pena recordar los numerosos
testimonios sobre las condiciones de vida de muchos inmigrantes europeos que
eran sometidos a duras y crueles condiciones de trabajo por sus patrones
locales
En el caso que nos ocupa habría que preguntarse, en
primer lugar, por las restricciones migratorias existentes en los países de
América Latina que reciben flujos migratorios de sus vecinos y las condiciones
en que son tratados. Igualmente, valdría la pena recordar los numerosos
testimonios sobre las condiciones de vida de muchos inmigrantes europeos, que si
bien no eran sometidos a la explotación colonial o semicolonial, que diría
Fidel Castro, si eran sometidos a duras y crueles condiciones de trabajo
por sus patrones locales. Los países que comenzaron recibiendo a las migraciones
masivas europeas en la segunda mitad del siglo XIX, como Argentina, Uruguay o
Brasil habían abierto sus puertas, sí, pero únicamente a los europeos y si eran
del norte, es decir, blancos y rubios, tanto mejor. La ley argentina 817 era
claramente selectiva en lo referente al origen de los inmigrantes y las
condiciones que éstos deberían cumplir. El capítulo V de la misma estima como
inmigrante al que llegase "en buques de vapor o a vela, pagando pasaje de
segunda o tercera clase". La ley uruguaya 2.096, de 1890, hacía consideraciones
similares, pero iba más lejos al exceptuar del régimen de libre entrada al país
a: “La inmigración asiática y africana y la de los individuos generalmente
conocidos con el nombre de húngaros o bohemios” (es decir, a los gitanos).
También se podría recordar, por aquello que señaló
Evo Morales,
que los europeos siempre fueron bienvenidos en América Latina y que siempre
llegaron “sin visas y sin condiciones impuestas por las autoridades”, algunos
pocos contraejemplos. La ley 4.144 de Argentina, también llamada “de
residencia”, aprobada en 1902, permitía la expulsión de extranjeros sin juicio
previo y sin ningún tipo de control judicial y legislativo. Como ha señalado
Fernando Devoto esta norma también facultaba al gobierno a impedir el
desembarco de personas contrarias al ordenamiento social o al sistema de
gobierno. Se podría pensar que una ley claramente represiva como ésta fue
producto de un “gobierno oligárquico”, pero habría que señalar que la misma
recién fue derogada en 1958 y que sobrevivió a los gobiernos presuntamente más
progresistas, como fueron los del radical
Hipólito Yrigoyen y
Juan D.
Perón. Esta norma, como otras similares, fue aplicada contra militantes
obreros, entre los que había “terroristas” anarquistas, pero también socialistas
y comunistas que vieron negada su entrada en muchos países de la región. Después
de la crisis de 1929, los países receptores de lo que se conoció como las
migraciones europeas masivas, que por cierto no llegaron a Bolivia, aplicaron
políticas sumamente restrictivas a la inmigración, que afectaron, por ejemplo, a
los refugiados republicanos españoles o a los judíos que huían del nazismo
alemán.
Así venimos a descubrir que el racismo no
existía en las culturas originarias y que en lo que hoy es América vivía otra
clase de hombres, que no guerreaban, no se conquistaban los unos a los otros y
no explotaban a sus vecinos
En esta disputa está claro que es
más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio. De alguna manera
esto está en consonancia con la tendencia revisionista últimamente en boga en
América Latina que pretende presentarnos un mundo absolutamente feliz e idílico
antes de 1492. Así venimos a descubrir que el racismo no existía en las
culturas
originarias y que en lo que hoy es América vivía otra clase de hombres, que
no guerreaban, no se conquistaban los unos a los otros y no explotaban a sus
vecinos.
El ministro de Exteriores de Bolivia,
David
Choquehuanca, se manifestó en esta línea y señaló que las lenguas de los
llamados pueblos originarios no tienen siquiera una palabra que defina al
racismo, una idea, un sentimiento, que sólo llegó con los conquistadores el 12
de octubre de 1492. Como consecuencia de ello "Nosotros no somos racistas, la
palabra raza no existe en nuestra cultura, no existe en las lenguas
originarias". En la misma línea
Felipe Quispe afirmó que: “He investigado
la palabra raza en quechua, guaraní, aymara y otras lenguas y no existe, eso
quiere decir que no existió, no hubo raza, y quien la trajo fue
Colón.
Desde ese momento nos ven como inferiores y desde ahí existe el racismo”. Esta
idea de que el racismo no existe entre los pueblos indígenas está muy difundida
entre los intelectuales y dirigentes indigenistas, así como en el discurso de
ciertas ONG que los apoyan, y que de extremar el discurso colocaría a los
indígenas en una situación clara de superioridad moral respecto a los
occidentales y a la mayoría de las civilizaciones humanas. Como se ve, el
razonamiento es similar al utilizado en la disputa migratoria, donde la
incivilizada e insolidaria Europa, tras explotar a los inmigrantes, se dedica a
expulsarlos sin más.