Pese a haber trabajado en multitud de revistas y publicaciones, el nombre
de Hunter Stockton Thompson (1937-2005) va ligado sobre todo al de
Rolling
Stone, la revista en la que publicó la mayor parte de su trabajo y la
revista que le dedicó un número especial como homenaje póstumo en marzo de 2005.
En esa misma publicación aparecieron por primera vez como reportajes
periodísticos en varias entregas (luego fueron publicados en forma de libro),
dos de sus trabajos más conocidos:
Miedo y asco en la campaña presidencial de
1972 (una colección de artículos sobre la campaña a la presidencia de los
Estados Unidos de ese año) y, sobre todo, su ya clásico
Miedo y asco en Las
Vegas.
El nombre de Thompson también ha pasado a la historia del
periodismo americano como el del inventor y máximo exponente de lo que el
periodista Bill Cardoso bautizó como “periodismo gonzo”: una nueva forma de
concebir el oficio periodístico que tiene en el artículo de Thompson
El Derby
de Kentucky es decadente y depravado (1970) su texto fundacional. A grandes
rasgos, podemos decir que en el estilo gonzo, el periodista debe implicarse al
cien por cien con el objeto de su trabajo, viviendo en primera persona la
noticia y rebasando los tradicionales límites entre la información objetiva y
distante y la opinión subjetiva y personal; salvando las distancias, la idea
sería la de una implicación del informador con el objeto sobre el cual informa,
en una actitud parecida al método de investigación que los antropólogos llaman
de “observación participante”. Con Hunter S. Thompson y los imitadores de su
ágil y vívido estilo narrativo, el periodismo gonzo se consolidará como una de
las variantes o subgéneros más conocidos del llamado “Nuevo Periodismo” (
New
Journalism) practicado en los convulsos años sesenta americanos por autores
como Tom Wolfe, Norman Mailer, Truman Capote o el propio Thompson. En este
estilo gonzo también pesará la influencia del
personal
estilo narrativo de Jack Kerouac y, en general, de toda la
ideología de la Generación Beat. De hecho, uno de los elementos que caracterizan
al gonzo de Thompson será la constante recurrencia al tema de las drogas y el
alcohol como sustancias inspiradoras de la creación artística, algo ya avalado
en su día por los
beatniks y la contracultura.
El libro de Thompson quiere ser, y
es, un magnífico estudio sociológico sobre el inevitable choque entre dos
mentalidades opuestas que vive la sociedad americana durante los años sesenta:
la mentalidad conservadora y tradicional de un país y una sociedad que vive
inmersa en plena Guerra Fría, frente a la mentalidad insurrecta y contestataria
de una generación de veinteañeros que se niegan a formar parte de ese mundo
aletargado
El origen del libro de Thompson
sobre la banda de los
Hells Angels se encuentra en la petición que el
editor de
The Nation, Carey McWilliams, le hace al autor en 1965. Tal
solicitud consistía en convivir una larga temporada con los miembros de la banda
y escribir un artículo al respecto, desde la perspectiva de alguien que conocía
el tema. El éxito rotundo de este primer artículo publicado por Thompson sobre
el modo de vida de los Ángeles del Infierno en la costa californiana fue tal,
que el autor empezó a recibir múltiples ofertas de editoriales que le instaban a
insistir en el tema y a ampliar ese primer trabajo. Thompson convivió durante un
año con el grupo de motoristas y fue finalmente la editorial Random House la que
publicó el largo reportaje en el que se narraba la experiencia. El libro ya
había sido traducido al castellano por Anagrama (salió en 1998 en la colección
“Contraseñas”) y ahora lo acaban de reeditar en “Otra vuelta de tuerca”, la
colección
recientemente creada por la editorial de Jorge Herralde para celebrar su 40
aniversario.
El libro de Thomspon tiene una doble
vertiente. Por un lado, está concebido como una especie de reportaje de
actualidad, como un diario en el que Thompson apunta y explica las actividades
que compartirá con los Ángeles del Infierno, esa banda de jóvenes de aspecto
desaliñado y sucio cuya vida gira alrededor de su moto Harley Davidson trucada y
de todo lo que va asociado al estilo de vida del “forajido motorista”: el
consumo masivo de drogas y alcohol, el consumo masivo de sexo en la forma de
orgías, violaciones y todo tipo de bacanales y, por encima de todo, la vida en
la carretera al margen de la ley, el exceso de velocidad como norma y la
indiferencia ante la autoridad competente. Sin embargo esta primera vertiente,
el libro de Thompson va mucho más allá y no se limita simplemente a recoger mil
y una anécdotas e historias para no dormir sacadas de su experiencia codo con
codo con los integrantes de los Ángeles del Infierno. En el fondo, el libro de
Thompson quiere ser y es, un magnífico estudio sociológico sobre el inevitable
choque entre dos mentalidades opuestas que vive la sociedad americana durante
los años sesenta: la mentalidad conservadora y tradicional de un país y una
sociedad que vive inmersa en plena Guerra Fría, frente a la mentalidad
insurrecta y contestataria de una generación de veinteañeros que se niegan a
formar parte de ese mundo aletargado y optan por un estilo de vida marginal y
alternativo al de una sociedad a la que ven como su enemigo castrador, como la
jaula que les impide ser libres. El choque de estas dos cosmovisiones, la de la
mayoría de la sociedad californiana y estadounidense y la de un grupo de
motoristas que se consideran a sí mismos como el uno por ciento de personas que
vive al margen de todo y de todos, es el auténtico protagonista del libro de
Thompson.
Los Ángeles del Infierno pasaron de
ser unos motoristas forajidos, trasuntos de aquellos forajidos del Salvaje Oeste
americano, a ser – para su asombro e incomprensión – celebridades invitadas a
las fiestas de la jet-set californiana salida de
Berkeley
En este sentido, y al margen de las
descripciones físicas que el autor hace del aspecto inmundo de unos motoristas
con el pelo largo y las ropas sucias, poco amigos de la higiene, lo más
interesante del texto de Thompson son para mí sus reflexiones sobre la filosofía
de vida de los Ángeles del Infierno, sobre esa cosmovisión tan suya. Uno de los
pilares de esta concepción del mundo es una actitud ante la vida y la sociedad
que el autor describe como esa tristeza propia de quien se niega a creer que lo
que ve en lo demás es lo que quiere para sí mismo: “Hay, en consecuencia, en su
actitud bastante más que un nostálgico anhelo de que les acepte un mundo que no
han hecho ellos. Su auténtica motivación es una seguridad instintiva de cuál es
en realidad el resultado. Están eliminados del campeonato y lo saben. A
diferencia de los rebeldes universitarios, que con un mínimo esfuerzo saldrán de
su lucha con un volante certificado de estatus, el motorista forajido tiene ante
sí un futuro que contempla con la mirada funesta de un hombre que no tiene la
menor posibilidad de ascensión social. En un mundo cada vez más controlado por
especialistas, técnicos y una maquinaria fantásticamente complicada, los Ángeles
del Infierno son perdedores evidentes y esto les fastidia. Pero en vez de
someterse tranquilamente a su destino colectivo, lo han convertido en base de
una venganza social a tiempo completo. No esperan ganar nada, pero tampoco
tienen nada que perder” (p. 75). En definitiva, una actitud de nihilismo puro
sintetizada a la perfección en el lema de la banda: “cuando hacemos el bien
nadie lo recuerda; cuando hacemos el mal nadie lo olvida”.
Igual de
interesante que su reflexión sobre la filosofía motorista de la vida, es el
análisis que hace Thompson de la historia de la relación de la banda con su
entorno social y la forma en que los motoristas pasaron de un ser un grupo de
outsiders marginados y ninguneados a ser objeto de la curiosidad
antropológica de propios y extraños, por su anacronismo y su excentricidad, por
su rareza y su exotismo. Los Ángeles pasaron de ser unos motoristas forajidos,
trasuntos de aquellos forajidos del Salvaje Oeste americano, a ser – para su
asombro e incomprensión – celebridades invitadas a las fiestas de la
jet-set californiana salida de Berkeley: “Los forajidos estaban muy de
moda. Eran grandes, sucios y emocionantes, a diferencia de los Beatles, que eran
pequeños, limpios y demasiado populares para estar de moda. Cuando los Beatles
se fueron, dejaron un vacío que absorbió a los Ángeles del Infierno. Y justo
detrás de los forajidos llegó Roth diciendo: «Son los últimos héroes
norteamericanos que tenemos, hombre». […] El único problema de la nueva imagen
de los Ángeles era que los forajidos no la entendían. Les desconcertaba
muchísimo que les tratarse como a héroes simbólicos una gente con la que no
tenían casi nada en común. Aunque por otra parte tenían acceso a una reservas de
mujeres, trago, drogas y nuevas emociones, y a esto sí tenían verdaderas ganas
de echarle mano, y a la mierda el simbolismo” (p. 294).
Porque un buen periodista debe mirar
más allá, la reflexión final de Thompson evita esa mirada romántica y nos
devuelve a la cruda realidad social de un grupo de jóvenes desclasados que en
medio de una sociedad capitalista cuyo desarrollo les ha atropellado, nunca
mejor dicho, no encuentran otra respuesta que la de tomar un camino alternativo,
una ruta ilegal, al margen del orden establecido y de todo imperativo o
convención social
Y todo esto lo cuenta
Hunter S. Thompson desde dentro, con ese periodismo gonzo de implicación y
participación al que me he referido. A lo largo de las páginas del libro, el
autor reflexiona en voz alta sobre su propia función dentro del grupo como uno
más y sobre los peligros y los inconvenientes de ciertas familiaridades y
confianzas que acarrea este estilo de periodismo: “Esto fue a principios de la
primavera de 1965. A mediados de verano me había introducido tanto en el
ambiente forajido que no estaba seguro de si andaba investigando a los Ángeles
del Infierno o si éstos estaban absorbiéndome poco a poco. Acabé pasando dos o
tres días por semana en los bares de los Ángeles, en sus casas y en sus giras y
fiestas. Al principio, les mantuve al margen de mi propio mundo, pero al cabo de
unos meses, mis amigos llegaron a acostumbrarse a encontrar Ángeles del Infierno
en mi apartamento a cualquier hora del día o de la noche” (p. 67).
Su
investigación la concluye el autor con una conclusión de tinte sociológico, como
todo el estudio, que es, a mi juicio, muy clarividente. Para Thompson, lo que el
mundo conoce de los Ángeles del Infierno es esa imagen romántica, ese tópico de
los motoristas forajidos, como seres indomables que no se resignan ante ninguna
entidad superior que la de su propia organización, la de su propio estilo de
vida. Sin embargo, y por muy repetida o admirada que haya sido, por muy
atractiva que nos resulte, no deja de ser una imagen incompleta y distorsionada,
que no va más allá de las apariencias. Por esto, porque un buen periodista o
sociólogo debe mirar más allá, la reflexión final de Thompson evita esa mirada
romántica y nos devuelve a la cruda realidad social de un grupo de jóvenes
desclasados que en medio de una sociedad capitalista cuyo desarrollo les ha
atropellado, nunca mejor dicho, no encuentran otra respuesta que la de tomar un
camino alternativo, una ruta ilegal, al margen del orden establecido y de todo
imperativo o convención social: “Ver a los Ángeles como portadores de la vieja
tradición «individualista» «que hizo grande a este país» es un medio indoloro de
no querer verles como lo que son: no un resto romántico, sino la primera oleada
de un futuro para el que nuestra historia no nos ha preparado. Los Ángeles son
prototipos. Su falta de cultura y de educación no sólo les ha hecho
completamente inútiles en una economía muy tecnificada, sino que les ha
proporcionado, además, el ocio necesario para cultivar un vigoroso
resentimiento, y para traducirlo en un culto destructivo que los medios de
comunicación insisten en retratarnos como una rareza aislada, un fenómeno
temporal que se extinguirá pronto, una vez que ha llamado la atención de la
policía” (p. 330).
Reflexiones de calado como esta última hacen de
Los Ángeles del Infierno. Una extraña y terrible saga de Hunter
S.Thompson un libro muy recomendable, no sólo para los aficionados al mundo del
motor y a los fenómenos a él asociados, sino para todos aquellos que disfrutamos
leyendo un buen libro de sociología y para los que pensamos que la complejidad y
el atractivo sociológico de los actuales Estados Unidos no se entiende sin
conocer la historia de la formación de la misma sociedad americana y de los
variados e interesantes fenómenos que a lo largo del siglo XX se han generado en
ella y a partir de ella.
Tráiler original de Salvaje (The Wild One, 1954), protagonizada
por Marlon Brando (vídeo colgado en YouTube por
CMatomic)