Juan Antonio González Fuentes
Acaba de presentarse una obra de carácter histórico ciertamente excepcional. Se trata del libro (en dos volúmenes) Santander 1875-1930, de Rafael Gutiérrez Colomer Sánchez, erudito santanderino nacido en 1900 y muerto en 1979. La edición ha corrido a cargo de ediciones La Bahía, empresa editorial comandada por José María Lafuente.
Ya hablamos aquí de este libro, o mejor dicho, de su hermano pequeño, Tipos populares santanderinos, del que Claudio Magris dijo que era un Spoon River cántabro. José María Lafuente me encargó el prólogo de esta lujosa edición, y ahora les doy a ustedes una parte del mismo, en el que cuento lo poco que se sabe del autor: Rafael Gutiérrez Colomer Velasco.
“De manera ciertamente sorprendente nos hemos topado con importantes dificultades para dejar en este prólogo datos fiables sobre Rafael Gutiérrez-Colomer. Ni siquiera en sus libros quedan reflejados estos datos, y en la bibliografía más común y consultada en estos casos (sirva de ejemplo mencionar a bote pronto la Gran enciclopedia de Cantabria, la Historia y antología de escritores de Cantabria de Jesús Lázaro Serrano, o el reciente Cántabros del siglo XX, volumen I, de Mario Crespo López), tampoco aparece mencionado en algún apartado o sencilla nota a pie de página, aunque sí su hijo Rafael Gutiérrez-Colomer Velasco, arquitecto, pintor, editor y un poeta visual y experimental a tener en cuenta entre los españoles de su tiempo.
Es como si la caprichosa memoria de la historia literaria y erudita de Cantabria se hubiera empeñado en no dejar ningún rastro en sí misma de nuestro autor, ningún recuerdo verdaderamente significativo de su paso por ella. La circunstancia llama en especial la atención porque no es infrecuente toparse en este ámbito regional con huellas abundantes de otros autores que han legado obras mucho más intrascendentes, leves o insignificantes que las dejadas por Rafael Gutiérrez-Colomer. A él debemos impresas, además de artículos en publicaciones periódicas variopintas, dos obras de distinto calado pero nacidas del mismo esfuerzo investigador y/o recopilador: la ya mencionada del año 1976 (que en enero de 1979 conocía tres ediciones), y una anterior de mucha más importancia y ambición en el terreno de la erudición local y regional. Nos referimos al libro Santander 1875-1899, voluminosa entrega de más de 500 páginas que fue editada en el año 1973 también por la extinta Institución Cultural de Cantabria y por el Centro de Estudios Montañeses.
Es en el conciso texto de introducción a este último trabajo, texto firmado el 28 de febrero de 1973 por quien fuera director de la Biblioteca Menéndez Pelayo y Presidente del Ateneo de Santander, Ignacio Aguilera (1906-1989), donde encontramos impresos la mayor parte de los datos más fiables que existen acerca de la vida y el trabajo de Gutiérrez-Colomer, pues hemos de deducir que él mismo fue el origen principal de la información. A esta fuente consultada debemos sumarle al menos otras dos: los encuentros personales con María del Carmen Gutiérrez-Colomer Velasco, hija del autor, y la transcripción de tres entrevistas radiofónicas que en Radio Santander se le hicieron a Gutiérrez-Colomer y fueron emitidas el 15 de noviembre de 1976, el 25 de agosto de 1978 y el 3 de enero de 1979, respectivamente.
En pocas líneas dejaremos aquí plasmado lo esencial en lo relativo a la vida de Rafael Gutiérrez-Colomer. El autor nació en Santander el 13 de octubre de 1900, octavo hijo de los doce que les nacieron al matrimonio formado por Leonardo G. Gutiérrez-Colomer y Carmen Sánchez y Suárez-Quirós, miembros de familias con una destacada trayectoria en el mundo empresarial y comercial de la ciudad a lo largo de las últimas décadas del siglo XIX. Realizó estudios de bachiller en el colegio de los PP. Escolapios en Villacarriedo y en el Instituto General y Técnico de Santander. Muy joven se aficionó al teatro, al incipiente cinematógrafo y a las fiestas de sociedad, logrando el acceso a estas diversiones ejerciendo como cronista del diario republicano El Cantábrico (1895-1937), donde firmaba sus comentarios con el significativo pseudónimo “Pinocho”. En esos primeros años de juventud también le gustaba el deporte, destacando en la práctica del fútbol y en las regatas.
Siendo estudiante en Madrid, tras el desastre de Annual (julio-agosto de 1921) se incorporó a filas como miembro de la Quinta del 21 en el cuartel santanderino de Maria Cristina, en la calle Alta. Tras permanecer un año acuartelado, embarcó en el puerto de Santander, en el vapor Romeu, rumbo a Marruecos, a la guerra. Durante su experiencia bélica el cabo Colomer sufrió el paqueo de las fuerzas enemigas, padeció fiebres palúdicas, fue evacuado al hospital de la Cruz Roja, pasó un mes de permiso en su ciudad natal y finalmente fue licenciado y retornó a casa.
Definitivamente de nuevo en Santander, Rafael Gutiérrez-Colomer se puso al frente de una industria familiar dedicada a la limpieza, conservación y teñido de productos textiles. Desde entonces y hasta el traspaso del negocio y su jubilación en 1966, la vida de Colomer estuvo dedicada prioritariamente a la vida familiar (casado y padre de tres hijos, entre ellos el poeta Rafael) y al crecimiento y avatares de la mencionada industria heredada de sus mayores.
Alcanzada la categoría de jubilado, Gutiérrez-Colomer comenzó a dedicar su abundante tiempo libre a la lectura y la escritura. Ignacio Aguilera nos recuerda que nuestro autor empleaba casi todas las tardes en consultar los diarios santanderinos del pasado en la hemeroteca municipal. Al parecer dio comienzo su nueva afición repasando los viejos periódicos que recogían los acontecimientos de lo que había sido su propia infancia y juventud, para más tarde interesarse por los sucesos de épocas anteriores, sobre todo los relacionados con la historia de su familia. Entonces empezó a anotar aquellas noticias y datos que le llamaban especialmente la atención, deteniéndose sobre todo en aquello que o bien no había visto recogido nunca en manuales y crónicas al uso, o que en su opinión no lo estaba de la manera más útil, fidedigna o adecuada.
Santander: Playa del Sardinero
Aguilera subraya en su texto que fueron aproximadamente dos decenas las cabeceras de periódicos y revistas consultadas y de las que Colomer fue extrayendo notas referentes sobre todo a tres campos muy concretos. Primero, los sucesos y noticias (grandes y pequeñas, a veces “minúsculas” apunta Aguilera) de la vida local santanderina y también las que llegaban a la ciudad para acabar afectándola de alguna manera en terrenos tan variopintos como la cultura y el arte, la política, la vida social, las visitas reales, el urbanismo, los deportes, las fiestas populares, la industria y el comercio… Segundo, todo lo relacionado con la empresa La Corconera, fundada en 1877 por sus antepasados, y cuyas embarcaciones, realizando servicios diversos, surcaron las aguas de la bahía santanderina hasta finales del siglo XIX. Y tercero y último, todo lo relativo al tranvía urbano de la ciudad, desde El Sardinero hasta Peñacastillo en sus distintas etapas, aventura empresarial en la que su familia también estuvo involucrada.
Deja caer Ignacio Aguilera que las fichas tomadas por Colomer durante sus lecturas en la hemeroteca, aunque copiosas en número y abundantes en datos, presentaban en ocasiones lagunas e imprecisiones que el erudito procuraba subsanar consultando el Archivo Municipal santanderino y, cuando buenamente podía, las hemerotecas nacional y municipal de Madrid. A esta ingente labor de paciencia curiosa y erudita nuestro autor sumó la búsqueda de imágenes para ilustrar las noticias reunidas. Con tal fin Gutiérrez-Colomer recopiló una gran cantidad de ilustraciones de diversa calidad y procedencia, aunque la mayoría tenía un mismo origen: el archivo del histórico fotógrafo Pablo Duomarco, fondo esencial para la memoria visual de Santander que hoy, con sus cerca de 15.000 positivos, conforma la Colección Archivo Fotográfico Histórico Municipal que puede consultarse en el Centro de Documentación de la Imagen de Santander (CDIS).
Mientras Gutiérrez-Colomer iba recopilando decenas y decenas de apuntes acerca de los asuntos ya señalados más arriba, a la vez, pero aparte, va acumulando noticias sobre los personajes más estrafalarios, marginales, populares y peculiares que habitaron la ciudad en la misma época tratada. De esta forma nuestro autor va poco a poco confeccionando (quizá ingenuamente y sin intención crítica), dos caras de una misma moneda, dos retratos diferentes y contradictorios de la misma ciudad, Santander. Dos Spoon River de raíz antagónica y argumentos muy diferentes pero que paradójicamente comparten un mismo escenario geográfico con la bahía como telón de fondo. Por un lado la ciudad burguesa, brillante, emprendedora, comercial e industrial, cosmopolita y en plena transformación, atenta a las innovaciones, a los refinamientos culturales y deportivos, a la vida social y financiera; la ciudad en la que los Reyes de España decidieron vivir sus veraneos en un palacio de ensueño abierto al mar y a una atmósfera de espíritu british. Y por otro lado Gutiérrez-Colomer perfila a los héroes del viejo lumpen de Santander, esos personajes de un estrato social sobre el que ya había teorizado Karl Marx, que vivió en condiciones muy precarias y que estuvo formado principalmente por obreros ocasionales, vagabundos, pequeños rateros, campesinos descontextualizados..., todos ellos tipos populares moviéndose con estrecheces entre la pura locura y la plena miseria.
Pasa el tiempo y llegó un momento en el que Gutiérrez-Colomer consiguió poner fin a su esfuerzo reuniendo en diversos tomos mecanografiados todas las noticias por él recogidas y cerca de doscientas imágenes que las ilustran. El resultado era un álbum de recuerdos, apunta Aguilera, una peculiar y muy personal crónica del Santander que abarca los años de la monarquía borbónica desde su restauración hasta el último verano del rey Alfonso XIII en la ciudad, es decir, desde 1875 hasta 1930.
Comenta Aguilera que la intención de nuestro autor no era otra que la de dejar dormir los muchos tomos construidos en su propia biblioteca, entre libros y papeles. Pero conocida la existencia de los mismos, hubo amigos y estudiosos que le animaron a la publicación. El trabajo llegó hasta el Centro de Estudios Montañeses, institución que emitió un informe favorable a la edición, esfuerzo que fue asumido por la Institución Cultural de Cantabria, entidad impulsora entonces de las ediciones de la Diputación Provincial de Santander. El primer volumen, el que abarca el periodo 1875-1899 vio la luz, como ya se ha escrito, en 1973. Tres años más tarde se editó, como nº 1 de la Colección de Bolsillo de la Institución Cultural de Cantabria, Tipos populares santanderinos (1976), título cuya lectura logró que Claudio Magris lo pusiera en pública relación con el famoso Spoon River de Edgar Lee Masters. La segunda parte del trabajo sobre Santander, la que comprendía la etapa 1900-1930, es la que jamás fue publicada. En el archivo del Centro de Estudios Montañeses hemos leído documentos que sí acreditan el que en su día se aprobó la edición del segundo y último volumen, pero la realidad es que éste nunca se materializó en una realidad tangible. En el archivo consultado no aparece ningún documento que ofrezca algún motivo que explique la no plasmación del compromiso editorial. Intuimos que la razón principal fue que la Institución Cultural de Cantabria sencillamente empezó a dejar de funcionar en esos mismos años. Es casi seguro que el volumen de Gutiérrez-Colomer sencillamente fue un proyecto más de los que sucumbieron en la paulatina debacle general de la institución.
El caso es que Rafael Gutiérrez-Colomer murió el 5 de agosto del año 1979 sin haber visto publicada la segunda parte de su trabajo. Y en este punto da comienzo la historia de los libros que el lector tiene en sus manos.
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NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, creación, historia, artes, música y libros) como cronológicamente.