Según el
DRAE, la palabra robot procede del inglés
robot, y
esta del checo
robota. Fue el escritor checo Karel Čapek (1890-1938) el
primero en emplear en su obra
R.U.R. (
Rossum’s Universal Robot) la
palabra “robot” para referirse a los autómatas mecánicos que nos vienen a la
mente cuando escuchamos esta palabra. Si continuamos con nuestra pesquisa,
acabaremos sabiendo que la palabra checa procede de
rabota, que significa
“servidumbre”, “trabajo forzado”, toda vez que procede del eslavo
rab,
“esclavo” o “siervo”. La raíz eslava
orb-, a su vez, viene de una raíz
indoeuropea, *
orbh-, que significa “alejar” y “separar”, aunque también
puede hacer referencia a la separación del propio grupo o al cambio de dueño.
La raíz *
orbh- dio lugar a diferentes palabras en varias lenguas
europeas, con peculiares cargas léxicas: el alemán
Erbe, “herencia”, el
griego
orphanos, “huérfano”, origen de la palabra castellana, el latín
orbus, “huérfano”, y la palabra eslava para designar al esclavo vista más
arriba,
rab. Se da la curiosa circunstancia de que la palabra “esclavo”
procede de “eslavo”, pero esto será materia de otro artículo. Lo que parece
claro es que todas estas palabras proceden de una raíz que condensaba una idea
de cambio brusco de la situación de un ser humano: pasar a depender de un nuevo
amo o perder al padre. Sabemos que en Roma el padre,
pater familias, era
propietario de los hijos hasta que estos se emancipaban, y de ahí procede el
concepto de patria potestad.
Pero la lengua que esté libre de
pecado que tire la primera piedra. Parece que el alemán no es la única lengua en
la que el concepto del trabajo arrastra un pecado original, como si se tratase
de cumplir el mandato del Génesis incluso en la propia palabra: “Por ti será
maldita la tierra; con trabajo comerás de ella todo el tiempo de tu
vida”
Lo curioso de la sentencia que encabeza
estas líneas es el origen del sustantivo
Arbeit. Esta palabra alemana
(donde además existe la curiosa
Gastarbeiter, “trabajador invitado”,
eufemismo que hace referencia a las condiciones de muchos trabajadores de origen
turco a los que Gunter Walraff dedicó su libro
Cabeza de turco) procede
del alemán antiguo
arabeit, que tiene una gran similitud con la raíz
eslava de la que viene robot, no en vano su origen es la misma raíz indoeuropea:
*
orbh-. El trabajo, en la mente de los antepasados de los alemanes, era
algo propio de los esclavos. Aunque con el tiempo acabara designando al trabajo
en un sentido general, sus connotaciones de esclavitud o al menos de trabajo
forzado nunca podrán extinguirse del todo. Mi duda es si quienes decidieron
poner aquel macabro cartel (en Auschwitz, y en Mathausen, y en Dachau) conocían
el origen y por consiguiente las connotaciones profundas de la palabra
Arbeit en alemán. El filólogo alemán Viktor Klemperer dedicó un libro de
lectura muy recomendable (
LTI. Lingua Tertii Imperii. Memorias de un
filólogo) a la perversión de la lengua alemana durante el Tercer Reich.
Pero la lengua que esté libre de pecado que tire la primera piedra.
Parece que el alemán no es la única lengua en la que el concepto del trabajo
arrastra un pecado original, como si se tratase de cumplir el mandato del
Génesis incluso en la propia palabra: “Por ti será maldita la tierra; con
trabajo comerás de ella todo el tiempo de tu vida.”(Génesis 3.17). El castellano
trabajo procede del latín vulgar *
trĭpaliō, “torturar”, y este del
latín tardío
trepālium, una especie de cepo o instrumento de tortura con
tres maderas cruzadas al que se ataba al reo. Como se nos dice en el
Diccionario etimológico indoeuropeo de la lengua española de Edward A.
Roberts y Bárbara Pastor, la forma primitiva fue
trebajar, “sufrir”,
“esforzarse”, que acabó dando en “laborar”, “trabajar”. ¿Nos hace, en
definitiva, libres el trabajo, o se trata de una condena que nos persigue
incluso en las palabras que lo designan?