Pero en esta escala bipolar hubo una importante gama de tonalidades que
enriquecieron y a la vez complicaron la historia de la contienda mundial y el
inicio de la Guerra Fría. En este escenario transcurre la acción del libro de
Jimmy Burns Marañón
Papá espía. Amor y traición en la España de los años
40, biografía novelada sobre su padre, Tom Burns, un editor inglés católico
que se incorporó como agregado de prensa a la embajada británica en Madrid al
comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Mientras su protagonismo social en el
comienzo del franquismo subía gracias a su matrimonio con la menor de las hijas
del eminente doctor Marañón, Mabel, sus labores en la embajada se complementaban
con una actividad mucho más discreta como informador para los servicios
británicos de inteligencia en un país cuya neutralidad era objetivo crucial para
Inglaterra, en esos momentos aislada frente a la Alemania nazi.
La
historia de Tom Burns, padre del autor, se remonta a los orígenes del
diplomático, circunstancialmente chilenos en su nacimiento y primeros años de su
vida, y a su educación en el seno de una familia católica inglesa, dato
imprescindible para entender la personalidad y la peripecia del protagonista de
la obra. De hecho el autor –excelente conocedor de las culturas española y
británica al vivir a caballo entre ambas desde su nacimiento- dedica una buena
parte de su biografía a la militancia de la minoría católica inglesa del primer
tercio de siglo y a su importancia social y cultural entre las élites
intelectuales. Figuras de la literatura británica imprescindibles, como
Chesterton, Evelyn Waugh o Graham Greene, conversos al catolicismo, desfilan por
las páginas de
Papa Espía por el trato cercano, algunos incluso de
profunda amistad, que mantuvieron con Burns.
Aquel Madrid de los cuarenta,
mientras se recuperaba en lenta y agónica posguerra, suponía para las grandes
potencias y sus aliadas, un tapete más del juego
internacional
Es también la fe un rasgo
importante de su papel en España por su doble misión –la oficial en la
agregaduría de prensa y la más ensalzada en el libro de informador a los
servicios secretos- en la embajada británica en Madrid, dado que su catolicismo
le hizo mucho más fácil ganarse las simpatías de los españoles. Empresa que
consiguió, además, por haber apoyado in situ a los nacionales durante la guerra
civil española y por haber pertenecido en Inglaterra a un círculo que había
visto en Franco el mal menor para España en una Europa ya envuelta en un
inminente conflicto cuyo enemigo más evidente en un primer momento no era tanto
el fascismo como el totalitarismo comunista.
Aunque la acción de Tom
Burns no llegó nunca al riesgo que corrieron los personajes de su amigo Greene
en sus novelas de los servicios secretos, pues su incorporación al mundo del
espionaje se ceñía a una discreta información de carácter reservado, el libro
que narra su peripecia vital abunda en numerosas y bien documentadas historias
del mundo de las inteligencias secretas, el contraespionaje y los agentes dobles
envolviendo al lector en aquel Madrid de los cuarenta que, mientras se
recuperaba en lenta y agónica posguerra, suponía para las grandes potencias y
sus aliadas, un tapete más del juego internacional en el que condes, duquesas y
toreros se codeaban por los salones de Embassy, Horcher, el Hotel Palace o
Chicote con embajadores aliados, filtrados agentes del KGB o nazis afincados en
España con cierta discreción pero no precisamente en clandestinidad.
La
labor de investigación del autor para rastrear un pasado muy oscurecido por
motivos obvios es encomiable. Durante muchos años Jimmy Burns, periodista
durante tres décadas en el prestigioso periódico británico
Financial
Times, guardó el afán de averiguar un lado escondido de su padre que intuía
desde que en su niñez, como él mismo ha relatado en numerosas ocasiones,
registró en secreto el despacho de su progenitor en una de sus ausencias y
encontró en esa furtiva búsqueda una pistola Mauser alemana de los años 30 y una
minicámara para fotografiar microfilms. Llevado por su imaginación, recreó a un
“papá Bond” rodeado de increíbles mujeres y conduciendo Aston Martins por las
peligrosas carreteras centroeuropeas. Al morir Tom Burns, en 1995, comenzó a
mirar archivos privados, cartas personales, entrevistar a coetáneos de su padre
y a sacar a la luz la acción que en los años 1940-1946 los servicios secretos de
inteligencia británica habían realizado en tierra española. Y si bien la
historia reconstruida tras cinco años de numerosas visitas y estancias en
Inglaterra, Estados Unidos y diferentes puntos de España, no le llevó
precisamente a un argumento de Ian Fleming, la acción del relato ha dado lugar a
una biografía de alto interés historiográfico por la excelente ambientación de
la época y los escenarios narrados, y un singular número de interesantes
anécdotas de importantes personajes que pasaron en esta década por su vida como
el escritor Hemingway, el actor hollywoodiense Leslie Howard, la actual Duquesa
de Alba o Roy Campbel.
Si bien con alguna que otra licencia
de autor en temas geográficos e históricos, se detalla con pulcritud el amor que
Burns tuvo por España y por su cultura, sin renunciar al mundo taurino por muy
británico que fuera su origen
Además, si bien
con alguna que otra licencia de autor en temas geográficos e históricos, se
detalla con pulcritud el amor que Burns tuvo por España y por su cultura, sin
renunciar al mundo taurino por muy británico que fuera su origen. Colofón de
esta pasión española fue sin duda su matrimonio con Mabel Marañón, la más joven
de las hijas del eminente doctor liberal.
Precisamente Jimmy Burns
esperó al fallecimiento de su madre, ocurrida en septiembre de 2008, para la
publicación del resultado de sus pesquisas, editándolo primero en inglés el
pasado año. Y ahora nos llega a nosotros con un original lanzamiento que la
editorial ha creado para su difusión: además de su
página web, un divertido juego
de espías que lleva el sugerente título:
Papá espía, el juego ¿y si
en 1939 hubiera existido Internet? Pero Tom Burns no es un
espía para el futuro, sin duda se ciñe mucho mejor a la descripción que sobre
estos personajes hizo su suegro en el prólogo al libro
Memorias íntimas de
Aviraneta que escribió Jose Luis Castillo-Puche en 1953 y que aparece como
cita inicial en la biografía: “Lo que caracterizaba al conspirador de entonces,
como el espía de hoy, que en muchas cosas se le parece era, esencialmente, el
gusto puro, romántico, desinteresado de la intriga. Le importaba, claro es, que
su intriga triunfase, pero si no triunfaba, no por eso daba su trabajo por
perdido. A veces, si la intriga era accidentada, pintoresca, peligrosa, lo de
menos, en efecto, era que saliese bien o mal”.