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Adriano Petta: “La herejía” (Starbooks, 2007)

Adriano Petta: “La herejía” (Starbooks, 2007)

    NOMBRE
Adriano Petta

    LUGAR Y FECHA DE NACIMIENTO


    CURRICULUM
Medievalista, ha dedicado parte de los últimos veinte años a la investigación para sus novelas históricas. Ha colaborado con el historiador Giovanni Gonnet, profesor de Historia del Cristianismo y una de las figuras más señeras en los estudios sobre el catarismo. Ha publicado en Italia, Roghi fatui (Stampa Alternativa, 2002) e Ipazia, scienziata alessandrina (Lampi di Stampa, 2004) que forman parte, con La herejía, de la trilogía dedicada a la lucha entre la razón y la religión.



Adriano Petta

Adriano Petta


Magazine/Nuestro Mundo
Entrevista a Adriano Petta, autor del libro “La herejía” (Starbooks, 2007)
Por ojosdepapel, martes, 1 de mayo de 2007
Con el terrible trasfondo de la tragedia de los cátaros y del genocidio occitano acaecido en el siglo XIII, La herejía narra la lucha de un gran matemático, Giordano Nemorario --cuya identidad ha permanecido oculta incluso para la historia oficial de la ciencia--, contra las fuerzas del papado, dispuestas a todo por perpetuar su hegemonía en todo el orbe cristiano y sumir a los fieles en la ignorancia.
Desde su juventud, pasada en un pequeño castillo en las afueras de Roma, Giordano cultivó las matemáticas, la física y la astronomía gracias a la lectura de los grandes maestros del pensamiento griego. Sin embargo, la lectura de un códice celosamente guardado le abrió las puertas de un conocimiento prohibido que lo condenó a vagar por toda Europa y a llevar la desgracia a todos los que compartieran su vida con él.

Aterrorizado por el caos y la destrucción que sus logros científicos suscitaban, se vio obligado a cambiar de identidad en numerosas ocasiones y a entregar de manera anónima sus revolucionarias obras científicas, a fin de que nadie pudiera dar con él. Sus andanzas constituyen una historia de abnegación, sacrificio y martirio, así como un fiel reflejo de las luchas que la razón ha debido emprender contra la tiranía y la superstición.


***


¿Cómo nació su interés por investigar la historia?

Un día visitando el museo «Gutenberg» en Mainz, Alemania, descubrí que el arte de la imprenta no había sido inventada en el 1450, sino que ya existía desde 300 años antes de Cristo, en Corea. Empecé a pensar que quizás alguien había robado 1800 años de camino y de progreso al mundo entero. Me prometí que descubriría quién, como y donde…

Entonces descubrió al personaje histórico Giordano Nemorario...

Soy un estudioso de historia de la Ciencia: encontré el nombre de Giordano Nemorario en muchos tratados de historia de las matemáticas, pero muy a menudo lo confundían con Giordano de Sajonia, el primer inquisidor de la Cristiandad. No me parecía verosímil que el predecesor de Leonardo da Vinci, un enamorado de la matemática que, podía dar a todo lo que le rodeaba la belleza de la verdad y la verdad de la belleza, fuera con una antorcha en la mano a prender fuego a las hogueras erigidas para quemar vivos a los heréticos. Yo tenía muy claro que en aquella época –el 1200 – no solo se quemaban a los disidentes y a los que se rebelaban, ¡sino también a los que estudiaban matemáticas y física! En aquellos años, quemaron vivos en el centro de Paris a diez
alumnos del científico Amaury de Bene, porque estudiaban los libros de física de Aristóteles.

El matemático Giordano Nemorario no podía ser el inquisidor Giordano de Sajonia

¡Estaba casi seguro de que no! Y me puse a investigar, así descubrí que lo que más atemorizaba a los que ostentaban el poder, sobretodo a los papas, era la ciencia y el saber. Un científico era mil veces más peligroso que un herético que no compartía los dogmas de la Iglesia. Y fue así como descubrí que Giordano Nemorario era originario del lago de Nemi, cerca de Roma, y que había tenido conocimiento de las «llaves del saber», descubrimientos científicos que habrían podido cambiar el curso de la historia. De allí huyó a Béziers, en la Languedoc, donde comenzó la cruzada de los Albigenses, promovida por Inocencio III para exterminar la herejía cátara. Su historia se entrelaza con aquella del pueblo occitano y de los heréticos cátaros, llegando a ser una sola cosa,
hasta los acontecimientos que tuvieron lugar el 16 de marzo del 1244.

¿Qué impulsó al papa Inocencio III al genocidio cátaro?

El pueblo occitano era tolerante; era amante de la poesía, el arte y la cultura; se dedicaba a viajar y a intercambios comerciales. La Occitania era una tierra donde vivían pacíficamente comunidades hebraicas, católicas, cátaras y valdenses; pero era una tierra rica, e interesaba a todos, a los bárbaros barones y a los condes del norte de la Francia, al rey, a los obispos y al Papa. La herejía cátara fue un pretexto para poder invadir una tierra libre y así ocuparla, saquearla y someterla. La cruzada de los albigenses en parte fue como todas las guerras, como todas las cruzadas. El papa Inocencio III se alió con el rey de Francia Felipe Augusto para conquistar la Occitania y dividírsela. Fue la primera cruzada de un pueblo cristiano contra otro pueblo cristiano. La Occitania contaba con dos millones de personas y en pocas decenas de años exterminaron a más de ochocientas mil criaturas inocentes. El jefe de la Armada de Cristo era el legado papal Arnauld-Amaury.

¿En qué consistía el catarismo?

El catarismo era muy parecido al primer cristianismo. Los “boni homines”, los “perfectos” – o sea sus sacerdotes, que podían ser tanto hombres como mujeres - eran personas que ponían en práctica su credo, con el ejemplo, con su conducta de vida: eran vegetarianos, predicaban la comunión de los bienes, no incentivaban el matrimonio porque creían que el mundo de la materia tenía prisionera el alma. Seguían el evangelio de san Juan, pero creían – como la mayor parte de los cristianos – que Jesucristo fue un símbolo del amor, que había descendido en la tierra bajo forma de espíritu. Por esto rechazaban el símbolo de la cruz, no creían en la resurrección de la carne. Estaban en contra de todo tipo de violencia, rehusaban la guerra. Todos los creyentes podían leer el evangelio e interpretarlo libremente.

Fomentando la lectura, la gente se alejaba de la Iglesia de Roma

La Iglesia de Roma no permitía a nadie poseer libros ni de filosofía ni de ciencias, incluso el evangelio estaba prohibido. Los cátaros luchaban contra la corrupción, sobretodo aquella de los sacerdotes y los obispos católicos. La gente los seguía y se adhería a su fe. No solo la gente simple y humilde, el catarismo se había difundido en todos los estratos sociales, incluido la nobleza. El catarismo no dejaba escapatoria: o su pureza o la corrupción de Roma.

Entonces los cátaros se rebelaron contra la Iglesia de Roma

La primera forma de rebelión de los creyentes cataros fue la desobediencia civil: dejaron de pagar los diezmos a la Iglesia. Para la Iglesia católica los cataros eran verdaderos revolucionarios, tenían que ser eliminados. Por esto, además de la cruzada, el papa Inocencio III creó la Inquisición, y delegó a la orden dominicana la extirpación de la herejía: los papas que siguieron, instituyeron hasta la universidad de teología en Tolosa, para suprimir incluso el recuerdo de la herejía catara.

¿Qué tiene de ficción y que tiene de real tu novela?

Es muy probable que la vida de Giordano Nemorario haya sido como la he contado, los vestigios que he encontrado lo confirman. A pesar de la prohibición de dejarme acceder a la biblioteca Vaticana y a la del monasterio de Poblet, el mosaico de los acontecimientos históricos registrados por la Inquisición encaja perfectamente. Los estudiosos y los históricos que han leído La herejía han sido de este parecer. Giordano Nemorario y yo hemos caminado y cogidos de la mano, con toda mi pasión he contado lo que él seguramente vio y vivió. Hemos hecho juntos este viaje desde 1207 hasta el 1244 para explicar uno de los acontecimientos más terribles de la historia de la humanidad.

¿Qué tiene este libro en común con El nombre de la rosa (Humberto Eco)?

Quizás ciertas atmósferas, ciertas ambientaciones y los manuscritos que también en mi novela están celosamente guardados porque son considerados peligrosos, o quemados porque habrían podido encender la llama del conocimiento y así la revolución. El nombre de la rosa es un estupendo juego novelesco, con una sutil trama narrativa. La herejía en apariencia sigue un trazado con atmósferas similares: el protagonista no es un fraile, sino un científico, que no lucha para descubrir un asesino, sino para alcanzar a las llaves del saber, aquellas invenciones y descubrimientos científicos que hubieran podido cambiar el curso de la historia, el camino del hombre.

¿Y con El Codigo Da Vinci?

Creo el ritmo narrativo. Mientras El nombre de la rosa tiene un ritmo lento, La herejía, al igual que El código da Vinci posee un ritmo narrativo insistente, que impulsa al lector a seguir leyendo, a lo largo de un sendero de amor, odio, ideales, traiciones, violencia, muerte y de la esperanza de quien no quiere rendirse al ocultamiento de la verdad, hacia el misterioso epílogo de la historia.

¿Crees que la Iglesia Católica ha tenido alguna vez algún papel positivo en la historia?
Nunca, porque siempre ha traicionado el mensaje del amor, de la paz y de la verdad de Cristo, así como a las expectativas de los pueblos, apoyando siempre a los regímenes dictatoriales de derechas, como ha hecho con el fascismo, el franquismo o el nazismo. La Iglesia Católica ha sido la organización más astuta, refinada, voraz, cruel y feroz producida por el género humano: además de haber encarcelado, torturado y quemados vivos pueblos enteros, ha puesto cadenas en las mentes de los hombres para manejarles, someterles. Sus enemigos más peligrosos han sido los científicos. Yo estudio historia de la ciencia y siempre, inevitablemente, a lo largo de mis estudios, me he encontrado con el enemigo número uno de la ciencia: la Iglesia Católica, que ha hecho perder – a los pueblos de todo el mundo – más de 1200 años de progreso. Y que continúa aun hoy intentando encarcelar la mente del único pueblo del mundo que parece predestinado a no rebelarse nunca: el mío, el pueblo italiano. Pero para poderte rebelar, tienes que ser capaz de pensar. Para pensar libremente tienes que haber almacenado un poco de conocimiento como instrumento de emancipación y de libertad, sobretodo a través de los libros. Por esto en el concilio de Cartago en el año 383 d.C. los obispos prohibieron la lectura de cualquier texto, religioso, filosófico o científico, a todos.

En resumen: la divulgación del conocimiento es una buena arma contra la opresión

Con toda probabilidad es la única arma que tienen a disposición los pueblos de la Tierra para poder prevenir y combatir todo tipo de opresión, militar, política, religiosa y mediática. A lo largo de la historia brujos, sacerdotes, príncipes, papas, reyes y emperadores han intentado controlar el Saber para someter a los pueblos. Un hombre que no conoce la fuerza de la razón y los secretos del mundo que lo envuelve, potencialmente es un esclavo.

¿Es tu libro un canto a la libertad?

Más que un canto espero que La herejía sea un puñetazo en el estómago del lector. Narrando la historia de Giordano Nemorario en primera persona, he penetrado en la mente y en el corazón del gran y desconocido científico del medioevo. El lector se sumergirá en la sangre de criaturas inocentes, se enamorará de Jolanda y de Esclarmonde, llorará junto a ellas, soñará con el mundo que ellas soñaban: un mundo justo, un mundo libre, un mundo en él que sea posible estudiar sin ningún impedimento, un mundo en él que sea posible profesar libremente el propio credo o non credo, un mundo sin cadenas encaminado hacia el saber, al descubrimiento de los secretos encerrados en la vida y en el universo. Espero que esta novela alcance el objetivo buscado por Cioran: «Un libro tiene que hurgar en las heridas, tiene que provocar nuevas, un libro tiene que ser peligroso».

¿La razón y la religión siempre se contradicen?

La razón (el bien natural más grande) y la Religión (creación de ficciones) son inconciliables. La contradicción tuvo su inicio con la Biblia, cuando quien la escribió inventó el mito en el que Dios prohibía a Adán y a Eva de comer el fruto del árbol de la Sabiduría. Comer aquél fruto, quería decir conocer y no someterse. La lucha entre la Razón y la Religión ha alcanzado su apogeo con el adviento del cristianismo, y del catolicismo en particular. La lucha entre el oscurantismo católico y la ciencia nació con el pacto perverso estipulado entre el imperio romano en decadencia y la Iglesia católica naciente, se prolongó hasta Giordano Bruno, Galileo Galilei y perdura aún hoy. La reforma protestante liberó de las cadenas de la Iglesia católica al norte de Europa, donde la religión no ha impedido casi nunca el camino de la ciencia. En los Estados Unidos, en la Europa latina y sobretodo en Italia, «gracias» a la Iglesia católica, la lucha continua aún hoy con más dureza que nunca.

¿Por qué escogiste el castillo de Montségur como escenario de parte de la historia?

En el monasterio de los Maturinos, en Paris, encontré la tumba de Giordano Nemorario con la fecha de su muerte: 16 de marzo 1244. Pero el 16 de marzo del 1244 se había terminado la cruzada de los Albigenses, con la caída misma de Montségur. Sin embargo, estaba casi seguro que el protagonista de mi novela, Giordano Nemorario, huyendo de los masacres de la cruzada, había llegado a la lucerna del mundo, al inaccesible nido de águilas del castillo de Montségur. Entonces desde Paris me desplacé hacia los Pirineos y trepé entre los bastiones del castillo pentagonal: fluctuaba una atmósfera particular, mágica. Sentía en mi mente y mi corazón una sensación de infinito. Estaba acurrucado sobre las murallas del castillo, hacia frío, había nevado: cogí papel y pluma y empecé la trama de la novela. Era el 16 de marzo del 1987. Fue aquel castillo medio derruido sobre el alto de la colina, enfrente del monte Tabor, donde empecé a descubrir como habían ido las cosas.

¿Has tenido un arduo trabajo de documentación?

Cuando empecé mis investigaciones para escribir La herejía aún no existía internet, tenia que ir detrás de los libros, desplazarme para localizar las ruinas arqueológicas, la documentación. Así que he pasado muchos años viajando por toda Europa, Turquía y Armenia, revolviendo entre el polvo de las bibliotecas y de los monasterios. Ha sido un trabajo de investigación difícil, puntilloso y riguroso. Cuando terminé de escribir La herejía hice leer el manuscrito al profesor Jean Gonnet, docente de historia del cristianismo, también representante italiano de los estudios cátaros de la Universidad de Carcassonne, para que me señalase posibles errores, pero no encontró ninguna inexactitud. Apenas publicada, envié una copia del libro al papa Wojtyla y a los máximos responsables culturales de los jesuitas que publicaban en la prestigiosa revista “Civiltá Católica”, invitándoles a señalarme alguna inexactitud histórica o doctrinal o filosófica. Insisto en contar esto porque el lector tiene que saber que cuando empieza La herejía está leyendo una página de historia… contada con toda mi pasión.

¿Cuál es tu relación con España?

Considero España mi segunda patria, sobretodo Barcelona, que llevo en mi corazón. Aquí empecé a trabajar a los veintiún años, aquí conocí a mi mujer, una chica de Barcelona, aquí he aprendido el castellano. Siento la cultura Española muy afín. Tengo muchos amigos, sobretodo músicos. Y mis parientes catalanes son mis mejores amigos. Mi agente literaria es catalana. En resumen, ¡me encuentro como en casa!

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NOTA DE LA REDACCIÓN: Agradecemos a Ediciones Robinbook y a su responsable de prensa, Bibiana Ripol, la gentileza por ceder los derechos de la entrevista para publicarla en Ojos de Papel.
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