Esta cuestión del poder político es, en este caso, especialmente relevante
por la conexión que existe entre la coalición electoral y ETA. Conviene precisar
este punto, pues la legalización de Bildu por el Tribunal Constitucional, en una
decisión controvertida e indudablemente
influida por
la presidencia del Gobierno, pudiera aducirse para tratar
de ocultarla. De que Bildu era la apuesta electoral de ETA no cabe la menor duda
a tenor de los documentos presentados por la Fiscalía General del Estado en el
proceso que dio lugar a su inicial exclusión de las elecciones por el Tribunal
Supremo. Ésta no fue, sin embargo, aceptada por la jurisdicción constitucional
por considerarse que «los elementos objetivos utilizados por la Sala (del
Tribunal Supremo), conjuntamente considerados, no abonan … la idea de que la
pretensión (de ETA para orquestar las candidaturas electorales a su servicio) se
haya materializado» y que «la simple sospecha no puede constituirse en argumento
jurídicamente aceptable para excluir a nadie del pleno ejercicio de su derecho
fundamental de participación política».
Dejemos, pues, al Tribunal
Constitucional con sus argumentos buenistas y constatemos que, en todo caso,
Bildu se presentó a sí misma como la expresión electoral de una
Izquierda
Abertzale que no es sino la forma pública preferida del
Movimiento de
Liberación Nacional Vasco (MLNV) para autodesignarse —tal como ha mostrado
Íñigo Bullain en su reciente libro
Revolucionarismo patriótico, de
imprescindible lectura—. Constatemos también que ese Movimiento es una comunión
ideológica de múltiples organizaciones sin vinculación orgánica, que forman
parte de él —como ha señalado uno de sus principales ideólogos, el Colectivo J.
Agirre al que cita profusamente Bullain— por su «fidelidad al acontecimiento
fundador» o, lo que es lo mismo, a ETA. Y señalemos que, en él, es ETA la
organización que ocupa una posición de «centralidad» —precisamente, como sigue
diciendo el Colectivo J. Agirre, por su «doble carácter de … fundador e
integrante del MLNV»— que le permite ejercer la tutela y el liderazgo sobre cada
uno de sus elementos. En definitiva, la política de Bildu es la expresión de la
estrategia de ETA para participar en las instituciones forales y municipales e
impulsar desde ellas la consecución de sus objetivos nacionalistas y
revolucionarios.
La cuestión que se plantea es, entonces, la del poder
político al que, por medio de Bildu, puede acceder ETA. Ese poder no depende
sólo de la cuantificación de los resultados electorales, pues es tanto o más
relevante la traducción de éstos en la gestión efectiva de los consistorios
municipales y, en su caso, de las Diputaciones Forales. Asimismo, es también
importante la consideración de la importancia relativa que tienen, por su
tamaño, las instituciones gobernadas. Para analizarlo, en lo que sigue me
referiré únicamente a los Ayuntamientos.
Bildu ha obtenido la mayoría
absoluta en 74 municipios vascos y le corresponde, lógicamente su gobernación.
Se trata, por lo general, de pueblos pequeños de zonas rurales y, a veces,
industriales en los que, en su momento, Batasuna estableció una severa red de
control social y en los que resulta relativamente fácil inducir el voto, sobre
todo si se tiene en cuenta que éste no cuenta con la protección suficiente para
ser secreto, tal como reiteradamente ha señalado, en sus informes sobre España,
la OSCE. No está de más recordar a este respecto que
la citada
organización internacional señaló, con ocasión de las
elecciones generales de 2008, que específicamente en el País Vasco «algunos
votantes pueden sentir miedo al coger ciertas papeletas de la mesa o al votar en
una cabina de votación».
Casi un tercio de esos municipios no llegan a
los mil habitantes y otro 45 por ciento tienen menos de cinco mil, de manera que
únicamente seis —el 8 por 100— cuentan con una población de entre diez y veinte
mil personas; y sólo uno —Mondragón— supera este último límite. La población
media de estos lugares es de 3.706 individuos, una cifra ésta que resulta
netamente inferior a la de 4.644 que, en el momento de su ilegalización, en el
año 2002, correspondía a los 44 pueblos gobernados por Batasuna. Parece, por
tanto, que Bildu ha acentuado el carácter rural del espacio geográfico en donde
la
Izquierda Abertzale puede ejercer el poder político con la fuerza de
sus propios votos.
En conjunto, la población sobre la que, a tenor del
resultado de las elecciones, se va a extender el gobierno de Bildu es de 274.269
personas; es decir, el 12,6 por ciento de los habitantes del País Vasco. Esta
proporción denota el alcance limitado del poder político del MLNV que lidera
ETA, algo que ya ocurría con anterioridad a la exclusión de Batasuna de los
procesos electorales. No obstante, debe subrayarse que, en los recientes
comicios, ese poder ha progresado significativamente, pues Batasuna sólo llegó a
extender su gobernación sobre el 9,7 por ciento de la población vasca.
Ahora bien, pudiera ocurrir que, en función de los pactos ulteriores a
las elecciones que se realizan entre los partidos políticos para formar mayorías
de gobierno o también de la simple aplicación de la ley electoral en el caso de
que no haya ningún candidato que logre más de la mitad de los votos, en cuyo
caso la alcaldía le corresponde a la lista más votada, Bildu lograra extender su
poder real sobre la totalidad o parte de los municipios en los que únicamente ha
obtenido una mayoría relativa. Son éstos un total de 22 y, entre ellos, casi la
mitad cuentan con un tamaño apreciable. A efectos comparativos con los
anteriormente tratados se puede señalar que su población media es de 17.904
habitantes. Si se excluye al más grande de ellos —San Sebastián— esta ratio
asciende a 7.572 personas, duplicando la dimensión promedio de los pueblos en
los que Bildu ha obtenido la mayoría absoluta.
En estas circunstancias,
si la gobernación de Bildu se ampliara hasta englobar todos los municipios en
los que ha resultado ser la lista más votada, el volumen de la población vasca
sujeta al poder político del MLNV —de ETA, en definitiva— ascendería hasta los
668.159 habitantes, lo que supone casi el 31 por ciento del total.
Evidentemente, que se llegue o no a un resultado así dependerá tanto de la
sagacidad política de los demás partidos —principalmente del PNV, el PP y el
PSOE— como de su capacidad para resistir las presiones que, desde la
Izquierda Abertzale, se ejerce sobre ellos.
Este nivel del poder
político del MLNV y ETA se reparte, como es tradicional, muy desigualmente entre
las tres provincias vascas. En Álava los municipios donde Bildu ha obtenido la
mayoría absoluta cuentan con sólo el 4,1 por ciento de la población provincial,
aunque si su gobernación abarcara también a aquellos en los que tiene mayoría
relativa, esa proporción se elevaría hasta el 12,3 por ciento. En Vizcaya el
porcentaje correspondiente a la primera de esas situaciones es más elevado —el
6,5 por ciento—, pero el referido a la segunda resulta más bajo —el 8,9 por
ciento—. Y es en Guipúzcoa donde alcanza su mayor cota en ambos casos: 26,5 y
75,2 por ciento, respectivamente.
En resumen, los resultados de las
recientes elecciones municipales han proporcionado al MLNV y ETA, con Bildu, un
poder político que supera al que, en el momento de su mayor auge, obtuvo con
Batasuna. Ese poder es más bien reducido en Álava y en Vizcaya, aunque no así en
Guipúzcoa donde se extiende sobre más de una cuarta parte de la población. Y
resulta en todo caso limitado cuando se considera el País Vasco en su conjunto.
Sin embargo, esta situación podría trastocarse, magnificando la influencia de
ETA, si los acontecimientos postelectorales concedieran a Bildu el gobierno de
los Ayuntamientos en los que sólo ha tenido una mayoría relativa al ser la lista
más votada.
* * *
Otra consideración de los resultados electorales
municipales es la que se refiere a los
aspectos
económicos que se derivan del ejercicio del poder
político. Una primera aproximación a este asunto la proporcionan los datos sobre
los presupuestos de las instituciones gobernadas. En el caso de Bildu, el
conjunto de los Ayuntamientos en los que ha obtenido una mayoría absoluta
cuentan con unos ingresos de 448,7 millones de euros, según las cifras
correspondientes al ejercicio de 2009. Esta cuantía, que supone el 13 por ciento
del total de los municipios vascos, podría ampliarse hasta 1.100,9 millones si
se añadieran los presupuestos de los Ayuntamientos en los que la coalición ha
logrado la mayoría relativa. Dada la singularidad de San Sebastián por ser el
mayor municipio de Guipúzcoa, conviene indicar que, de la última cifra, 348,2
millones corresponden a su consistorio.
¿Qué rendimiento económico
podría extraer el MLNV de esta posición presupuestaria en los Ayuntamientos que
gobierne Bildu? Desde mi punto de vista son tres los aspectos que se pueden
considerar como más relevantes. El primero se refiere al sostenimiento del
personal político de la organización, bien por tratarse de ediles retribuidos,
bien por estar contratado al servicio de los gabinetes municipales. Si tenemos
en cuenta la experiencia anterior, se puede estimar que, circunscribiéndonos a
los municipios donde tiene mayoría absoluta, el conjunto de los ediles
retribuidos de Bildu puede absorber en torno a 3,7 millones de euros al año; y
que el coste de los asesores de las alcaldías puede llegar a 4,1 millones. Estos
recursos, que suman en conjunto, 7,8 millones de euros anuales servirán para
retribuir a alrededor de 300 personas dedicadas a las labores de gestión,
control y proyección política del movimiento que lidera ETA.
El segundo
aspecto alude a la obtención de recursos para el sostenimiento de las sedes y
otras infraestructuras del movimiento a través de las subvenciones a los grupos
municipales. Este concepto se puede estimar, siempre referido a los consistorios
con mayoría absoluta de Bildu, en unos 840.000 euros anuales.
Y el
tercero se concreta en el manejo presupuestario y en su utilización para
financiar iniciativas y organizaciones afines al MLNV. A este respecto, Bildu ya
ha anunciado que pretende emplear el dos por ciento de los presupuestos
municipales para promover el euskera —una finalidad ésta que, como he mostrado
en mi libro
ETA, S.A. justificó en el pasado la existencia de una
profusa maraña de subvenciones de las Administraciones Públicas hacia diversos
tipos de organizaciones relacionadas con el entramado que lidera ETA—. No
obstante, si tenemos en cuenta que, de acuerdo con las liquidaciones
presupuestarias de los Ayuntamientos vascos, el conjunto de las
transferencias
corrientes a las familias e instituciones sin fines de
lucro no llegan al cuatro por ciento del gasto, parece difícil que ese objetivo
de Bildu pueda lograrse. Por ello, mi estimación de la cuantía de esas
transferencias que puede llegar a encerrar una finalidad política específica es
mucho más modesta y se cifra en el uno por ciento de los presupuestos; es decir,
en unos 4,5 millones de euros al año. A favor de esta hipótesis está, por otra
parte, la experiencia de legislaturas anteriores, a la que he aludido en el
libro que acabo de citar.
Por consiguiente, la ocupación de los
gobiernos municipales puede proporcionar una
disponibilidad
de recursos para las finalidades políticas del movimiento
que ETA tutela, superior a los trece millones de euros al año durante la próxima
legislatura. Esta cantidad no es nada desdeñable
para una
economía a la que los rendimientos de la
extorsión
terrorista, el saqueo, el resultado neto de las
actividades mercantiles, los donativos y otros ingresos delictivos no han
aportado, en los últimos años, más allá de 8,2 millones de euros en promedio. Y
lo será aún menos si Bildu logra hacerse con la gobernación de los consistorios
en los que su mayoría es sólo relativa, pues en tal caso añadiría a la cifra
anterior otros 19,4 millones. Aún así, ni siquiera en esta hipótesis extrema, el
entramado organizativo dirigido por ETA habría logrado recomponer la entidad
cuantitativa de las finanzas que manejó durante la década de 1990, una época en
la que contó para su financiación con la inestimable colaboración del Gobierno
Vasco. En la actualidad carece de este factor gracias a la política desarrollada
por el lehendakari López bajo el acuerdo entre el PP y el PSOE. Pero esta
situación sólo será sostenible en el futuro
si ahora se
limita el poder al que, tras las elecciones municipales,
puede acceder Bildu.