Pues bien, precisamente un magnífico poeta,
Juan
Antonio González Fuentes, ya con
voz
indiscutiblemente personal e
inmediatamente
reconocible, publica su último poemario:
La lengua
ciega. Tal sintagma nominal viene a cristalizar definitiva e impecablemente
en forma de título de poemario lo que el poeta viene ya anunciando y hasta
reivindicando desde hace un tiempo. En efecto, Juan Antonio González Fuentes
decía
ya hace algunos años, en un texto escrito a modo de
poética:
Soy poeta abstracto. Sí. No soy un
poeta realista ni “figurativo”. No pinto ni describo paisajes, no retrato…, mi
poesía se asemeja a la forma que tenía de pintar, por ejemplo, Jackson Pollock:
se extiende el lienzo en el suelo y se dejan caer sobre él manchas, colores,
formas que expresan desde su abstracción, desde su ausencia de formas definidas,
al menos desde un punto de vista lógico, racional y
tradicional.
Yo extiendo palabras
sobre el folio y éstas se van adecuando, se van interrelacionando unas con otras
hasta lograr, desde mi punto de vista, expresar precisamente esos territorios
expresivos, estéticos, éticos, conceptuales que quedan siempre fuera, que no se
iluminan mediante el uso del “lenguaje normalizado”. Yo busco torcer las
palabras y sus significados, romperlas, darles la vuelta para usarlas de
forma exploratoria en busca de aquellos espacios del pensamiento y el
sentimiento que nunca son expresados por el uso normal de las palabras, por sus
significados y equivalencias comunes.
Añadamos también que
el crítico Luís García Jambrina decía ya acerca del anterior poemario de
González Fuentes,
La luz todavía: “el autor fuerza y retuerce la sintaxis
hasta violentar los límites del sentido”.
En efecto, nuestro autor rompe
la sintaxis, tuerce las palabras, manipula, trastoca, funde, subvierte y casi
pervierte el papel de las categorías gramaticales tradicionales. Esa es
precisamente la marca inconfundible a la que aludíamos al principio, ese es el
sello que inevitablemente delata a González Fuentes, absolutamente suyo e
impecablemente ejecutado.
La lengua ciega constituye pues un hallazgo
poético: pura abstracción y pleno significado al mismo tiempo. Estamos muy lejos
del lenguaje normalizado puesto que en esta obra que ya empieza a ser extensa,
la que comenzó con el poemario
La rama ausente en 1995 y cuya plenitud
representa ahora
La lengua ciega, las palabras parecen tener capacidad de
decisión y se diría que se han colocado donde ellas han elegido, sin seguir el
hilo de la lógica sintáctica. Lengua ciega pues, lengua que avanza a tientas,
sí, pero cuidado: nada en el poemario está dejado al azar, bien al contrario.
Una lucidez poética sin par ha organizado los textos en torno a tres partes
absolutamente simétricas dando lugar a una estructura de perfección trinitaria.
Así, las tres secciones de las que consta este poemario, “Música de vendimia”,
“Los bosques huidos” y “La misma nieve”, se componen de dieciséis prosas cada
una. Los títulos constituyen igualmente la esencia poética de cada prosa,
consiguiendo evitar lo difícilmente inevitable: resumir simplemente el contenido
del texto, cuando no “aclarar” el sentido de un texto un tanto opaco para así
ayudar al pobre lector. No. González Fuentes no cae en esas trampas sino que
consigue, imaginamos que no sin gran esfuerzo, crear títulos que prolongan el
enigma que constituye cada texto dando al mismo tiempo la clave esencial del
mismo.
Pero volvamos a
La lengua ciega y veamos lo que en este
libro descubre el lector, el buen lector, el lector fiel que sigue la
trayectoria de González Fuentes y que ya conoce su peculiar modo de escribir.
Dicho lector estaba ya acostumbrado a la sinestesia, si se me permite la
licencia, “in absentia”. En efecto en todos los poemarios de González Fuentes se
percibe sin poder identificarla del todo una tendencia a la mezcla sensorial,
una presencia poderosa de azules imposibles, de música, de pintura, de imágenes
en definitiva donde todos los sentidos aparecían entrelazados. Ahora la
sinestesia se hace presencia absoluta, desde el título: la lengua ciega. El
gusto y la vista unidos en un sintagma para evocar en realidad, y definirlo con
claridad, el lenguaje poético de González Fuentes.
La
cubierta
del librito no puede ser más acertada, ya que el ingenioso
diseño consigue prolongar la esencia del título; en efecto cual si de una clase
de sintaxis se tratara aparecen las diferentes categorías gramaticales de las
palabras que componen el título, esto es, artículo, nombre, adjetivo. Pero bajo
esa apariencia de repentino cartesianismo el lector descubre un inmenso
hipérbaton: “ciega la lengua”. Ninguna de las palabras que forman el título del
poemario responde a su auténtica naturaleza. Precediendo a los textos de
González Fuentes descubrimos una breve pero densa
presentación
firmada por Álvaro Pombo que termina caracterizando a
nuestro poeta como “poeta de lo oscuro”. Oscuridad que responde plenamente a los
designios del poeta, tal y como queda claro en el texto inaugural que a modo de
poética aparece titulado “Teoría de poeta”:
Se adensa el
aliento del otoño con su escarcha de máscara oxidada. Y el final de la estación
viaja en el aire que tutela el diálogo de las cosas, que en ellas engendra una
grieta sensible y les narra con euforia la teoría del poeta: soy lo que me
rodea. Si el lector esperaba una explicación, tras la lectura de
dicho texto, tal y como pretende el poeta, se queda sumergido en una inmensa
frustración que le perseguirá a lo largo de todo el poemario, porque la poesía
de González Fuentes no da explicaciones sino que plantea dudas, interroga,
desasosiega. De ahí esa gran paradoja con la que termina el citado texto: “soy
lo que me rodea”, si tenemos en cuenta que se trata de una escritura
absolutamente desprendida de marco alguno, sea temporal o espacial, de datos
anecdóticos, de paisaje. Sólo existe la palabra, el lenguaje reinventado, la
pura invención poética, la lengua ciega, en suma, de este finísimo poeta que ya
figura en los manuales franceses de literatura española (1), destinado a ser
leído por todos los lectores amantes de la buena poesía en lengua española.