Eso es Isabel Bono, una poeta distinta, especial, un poco poeta de culto y
otro poco personaje de su propia obra, alguien capaz de llevar adelante cinco
blogs (dos de ellos a diario), de comer frente a un teclado pipas de calabaza a
la vez que habla muy seriamente de Samuel Beckett junto a un erizo de juguete.
¿Recuerdan aquella película de Cámeron Díaz?
Algo pasa con Mary.
Pues eso, Algo pasa con Bono. A pesar de ser una autora de una trayectoria y
reconocimiento ya contrastados, asisto a una explosión de publicaciones en los
cuatro últimos años: webs, antologías y libros donde leerla. Y ahora me
encuentro con este libro de poemas que
edita Bartleby. La autora
me pone sobre aviso: Fue escrito hace ya bastantes años, en el 2000. Pensé que
eso explicaba el hecho de haberme encontrado con una poesía que aún no se había
desvestido (lo lacónico era la seña de identidad de sus últimas producciones).
Pero la cosa le da un punto morboso y sirve como clave para entender poemarios
posteriores.
Enamorarse de un libro o de una persona es sólo un acto de
egoísmo (ese es el segundo gesto de honestidad). Te enamoras de ti mismo, de lo
que de ti hay en el otro, de la zona sombreada de intersección entre los dos
conjuntos (este libro cumple la propiedad asociativa). Nos enamoramos de
nosotros, una y otra vez, de lo que nos gustaría haber dicho, de lo que
habríamos sentido, de las veces que nos pasó exactamente esa metáfora. Les
resultará fácil enamorarse de Pan Comido, ¿a quién no le habría gustado tener un
gato llamado Galileo?, ¿quién de nosotros no ha amado hasta un lugar estúpido?
Lo críptico, lo surrealista es tan sólo una adivinanza muy sencilla: Pan comido
es sencillamente un libro de amor (complicadamente un libro de amor). Un libro
de amor, si se quiere, a la poesía y a su mecánica cuántica. Pero el amor es
sólo un paisaje, una excusa para que Isabel nos muestre un universo que
sorprende más en el cómo, que en el qué. Gestos heroicos, trabajo de herrero con
una sintaxis maleable.
La poesía de Isabel Bono se ha venido
caracterizando por un ir desvistiéndose en busca de una dignificación de lo no
artificioso, por un encuentro vital con una semántica alejada de los logros de
la mayor parte de la poesía contemporánea (el hastío cultureta, la pesadez y el
aburrimiento del poco mercado, gran herencia), pero este libro es distinto, es
más oscuro, más complejo. Tal vez este libro es esa primera parte de la saga,
esa que se rueda unos años después para saber cómo fue todo. Importante para dar
las claves.
El camino elegido no es, precisamente, el más recomendable
para ser conocida, reconocida, por los gurús de los premios y las secciones de
cultura en periódicos de tirada nacional (ese es el tercer gesto de honestidad),
pero es el que ella ha escogido para conducir su poética, para decir a quien
quiera escucharla que lo suyo no es una carrera literaria, sino un paseo
literario, y que así se disfruta mucho mejor del paisaje.
Yo no lo
entiendo, creo que deberías hacerlo de otra manera, conoces a las personas
adecuadas. Ni siquiera creo que debamos escribir poesía, he perdido la fe. Ni
dios ni la poesía existen, sólo existen las novelas gordas en las mesas de
novedades, lo demás es un sueño de la razón.¿Por qué lo haces? Le repito con
vehemencia y ella, sonriendo, me remite por mail un enlace de una escena de
Matrix:
–¿Por qué, señor Anderson? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué lo hace?
¿Por qué? ¿Por qué se levanta? ¿Por qué sigue luchando? ¿De verdad cree que
lucha por algo, además de por su propia supervivencia? ¿Querría decirme qué es,
si es que acaso lo sabe? ¿Es por la Libertad?, ¿por la Verdad?, ¿tal vez por la
Paz, o quizá por el Amor? Ilusiones, señor Anderson, desvaríos de la perfección.
Concepciones temporales de un frágil intelecto humano que trata con
desesperación de justificar una existencia sin sentido ni objetivo. Todas son
tan artificiales como Matrix. Sí, es cierto, aunque sólo una mente humana
inventaría algo tan insulso como el amor. Debería ser capaz de darse cuenta. Ya
debería saberlo, usted no puede vencer, es inútil seguir luchando. ¿Por qué,
señor Anderson? ¿Por qué? ¿Por qué se resiste?
–Porque lo he elegido.
Por JUAN PARDO
VIDAL
***
GALILEO SE QUEDÓ SIN SABERLO: TU VOZ TAMBIÉN ES
REDONDA
El único camino que conozco para llegar hasta ti
es
escribir esta historia.
No escribo sobre mí. Escribo desde lo que soy
sobre lo que podía haber sido o podrá ser.
Ejemplo:
Cuando le
dije (hoy) que me gustaría estar sola
irme sola una semana o dos
no
significaba decir te quiero menos.
Alejarme de él no. Alejarme de mí.
De
mí cuando soy con él.
Yo tenía deseos:
hacer cada día diez kilómetros en
bicicleta
y ciento cincuenta abdominales
bajar después a la playa a
tirar piedras al agua
(mientras llegas), no verte llegar
dejar que los
trastos se amontonen
como arena o algas secas, tumbarme en la cama
apuntar con el mando a distancia
y cambiar de canal más de cien veces
sin pestañear,
levantarme en mitad de la noche
y escribir un poema que
no hable de ti.
–Tienes la cabeza llena de pájaros.
Retiró el pelo de su cara y, sonriendo
la besó por primera vez.
–Te quiero con
locura.
Si alguien te dice que te quiere con locura
cree a ciegas en sus
palabras.
Sólo se puede querer si crees a ciegas que te quieren.
Los
pájaros de esta ciudad se han vuelto locos.
Desde hace una semana
se
dejan aplastar en los pasos de cebra.
Llegan en tropel y mueren en tropel.
Al principio los coches intentaban esquivarlos.
Colocaron agentes de
tráfico en todas las esquinas.
Las autoridades han recomendado
que es
mejor aplastarlos que provocar accidentes.
Los agentes han sido sustituidos
por barrenderos.
Los niños no quieren ir al colegio. Los ecologistas
han
comenzado a encadenarse a las señales de tráfico.
Los barrenderos han pedido
mascarillas
guantes y asistencia psicológica.
¿Por qué cada mañana
me despiertan mil aves
estrellando sus cuerpos huecos contra la persiana?
¿No detestan como yo el olor a sangre?
A seguir bien, te decía en
cada despedida
y cada despedida era un dolor
de articulaciones
desbaratadas.
La ciudad se llenó de señales.
Señal nº1: El mar. Una
isla. Señales de humo.
Ya le dije que no quemara mis cartas.
Señal nº2:
Me paso el día apostando si es que llueve
o si son las palmeras del jardín
rozando las ventanas,
tú siempre ganabas, dice.
En casa sabes que sigues
teniendo tu cuarto, dice.
He regalado los perros, ya no tienes excusa, dice.
Señal nº3: La lavadora no centrifuga.
Señal nº4: Calle cortada por
obras.
Sentido obligatorio hacia abajo.
–Si alguna vez nos
vemos no sabré cómo acercarme a ti.
Debo aclarar que no soy de
nostalgias tremendas.
La mitad de mis recuerdos son inventados.
Ocurre
que mis mejores pensamientos no los conoces.
Muchas veces pienso cosas que
contarte
que se van estructurando en mi cabeza como un Tetris.
Momentos
fugaces en los que mi cabeza funciona
y siento que piensa cosas buenas
lo que la gente llama intuición, creo.
Y se me transforman en aire, en
humo.
Nunca escucha el despertador.
Si se despierta es porque nota
el calor de su cuerpo,
el de él, separándose,
y los pies tanteando
zapatillas en la oscuridad.
Cuando él sale del cuarto sin hacer ruido para
no despertarla,
ella ya no puede cerrar los ojos.
El calor ha vuelto a
su cuerpo
siente la vejiga punzándole, pero prefiere no moverse.
Las
sábanas calientes, los músculos
dóciles y adaptados a la postura. Intenta
ovillarse
encoge su cuerpo como plástico quemado
y trata de recordar el
último sueño.
Oye a lo lejos la radio dando las primeras noticias
la
cuchara removiendo el azúcar.
Es otra casa, es otro hombre, pero los ruidos
son los mismos.
El estómago se le vuelve una bota de vino vacía y seca.
Se encoge aún más.
La radio anuncia temperatura y carreteras colapsadas.
Él entra (ella aprieta los ojos)
se acerca y la abraza por encima de las
mantas, la besa.
Ella responde con movimiento de larva y le devuelve el
beso.
Sabe que será la última vez.
Accidente doméstico #1
Resbalar en cuarto de baño y golpear mandíbula con
[lavabo
al
intentar alcanzar albornoz. Pérdida de conocimiento,
hipotermia.
Accidente de tráfico #2
Fallo de dirección y/o frenos en curva muy
peligrosa
tomada a 120 kms/h y con caída libre
de 325 mts sobre nivel
del mar. Con o sin airbag.
Abandono de hogar #3
Bajar de altillo maleta
mediana, camisetas, caja de mimbre,
cámara de fotos, abrigo gris, cenicero
azul.
Llaves del coche y tarjetas de crédito sobre la mesa.
Ninguna
nota.
Suicidio #4
Diazepam y derivados de Benzodiacepina
(envase con
500 comprimidos de 10 mg)
más Stolichnaya Russian Vodka (40% vol 0,7 l)
no sin antes dejar cena lista para microondas.
Nunca escucha las
llaves abriendo la puerta. Si se despierta
es porque nota los pies
desprendiéndose de los zapatos y el calor de su cuerpo,
el de él,
acercándose en la oscuridad.
Cuando él entra en el cuarto sin hacer ruido
para no despertarla,
ella ya no puede cerrar los ojos. El calor ha vuelto a
su cuerpo
siente el corazón punzándole, pero prefiere no moverse.
Las
sábanas calientes, los músculos dóciles
y adaptados a la postura.
Intenta ovillarse encoge su cuerpo como plástico quemado.
A lo lejos,
sólo algún coche con el motor encendido
mientras compra droga al otro lado
del puente.
El estómago se le llena de erizos. Se encoge aún más.
Él
entra (ella aprieta los músculos), la abraza, la besa.
Ella responde con
movimiento de larva y le devuelve el beso.
Sabe que será la última
vez