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Isabel Bono: <i>Pan comido</i> (Bartleby, 2011)

Isabel Bono: Pan comido (Bartleby, 2011)

    AUTORA
Isabel Bono

    LUGAR Y FECHA DE NACIMIENTO
Málaga (España), 1964

    BREVE CURRICULUM
Ha sido incluida, entre otras, en las antologías: 23 pandoras (2009), La manera de recogerse el pelo: Generación Blogger (2010), Y habré vivido: poesía andaluza contemporánea (2011). Colabora en la revista Manual de uso cultural desde el nº3

    OBRA PUBLICADA
Ha publicado los libros de poesía Señales de vida (1999), Los días felices (2003), La espuma de las noches (2006), Entre caimanes (2006), Mi padre (2008), Días impares (2008), Poemas reunidos Geyper (2009), Ahora (2010), Maomegean (2010) y Algo de invierno (2011)

    FICHA TÉCNICA DEL LIBRO
Editorial Bartleby. Madrid, 2011. ISBN: 978-84-92799-27-5. Madrid, 2011. 82 páginas, 9 €




Creación/Creación
Isabel Bono: Pan comido
Por Isabel Bono , jueves, 1 de marzo de 2012
PRÓLOGO: TRES GESTOS DE HONESTIDAD

Dicen que, porque somos esclavos de nuestra propia mirada, todo poeta escribe sobre sí mismo cuando estudia a los demás. Ese es el primer gesto de honestidad que debemos hacer al enfrentarnos a un análisis. Leí Pan comido consciente de eso, sabiendo que no podría equivocarme sino en lo esencial y, sobre todo, seguro de que cuando terminara de hacerlo querría haberlo escrito yo (terminé convencido de que así había ocurrido). Esto ha de tener una explicación, pensé. Supuse que la poesía de Isabel Bono era un combustible que se inflamaba consumiendo el oxigeno, lo cual generaba un aumento de la presión, y que por esa razón el aire de mi despacho se había calentado y se expandía, justamente por efecto del aumento de presión en la zona de la explosión, desplazándose y convirtiéndose en una onda poética expansiva (para ser filólogo recurría en exceso a la Física, parecía lógico). Pero volvamos, y es que después de esta deflagración nada volvió a ser igual. No digo que mejor, digo distinto.
Eso es Isabel Bono, una poeta distinta, especial, un poco poeta de culto y otro poco personaje de su propia obra, alguien capaz de llevar adelante cinco blogs (dos de ellos a diario), de comer frente a un teclado pipas de calabaza a la vez que habla muy seriamente de Samuel Beckett junto a un erizo de juguete.

¿Recuerdan aquella película de Cámeron Díaz? Algo pasa con Mary. Pues eso, Algo pasa con Bono. A pesar de ser una autora de una trayectoria y reconocimiento ya contrastados, asisto a una explosión de publicaciones en los cuatro últimos años: webs, antologías y libros donde leerla. Y ahora me encuentro con este libro de poemas que edita Bartleby. La autora me pone sobre aviso: Fue escrito hace ya bastantes años, en el 2000. Pensé que eso explicaba el hecho de haberme encontrado con una poesía que aún no se había desvestido (lo lacónico era la seña de identidad de sus últimas producciones). Pero la cosa le da un punto morboso y sirve como clave para entender poemarios posteriores.

Enamorarse de un libro o de una persona es sólo un acto de egoísmo (ese es el segundo gesto de honestidad). Te enamoras de ti mismo, de lo que de ti hay en el otro, de la zona sombreada de intersección entre los dos conjuntos (este libro cumple la propiedad asociativa). Nos enamoramos de nosotros, una y otra vez, de lo que nos gustaría haber dicho, de lo que habríamos sentido, de las veces que nos pasó exactamente esa metáfora. Les resultará fácil enamorarse de Pan Comido, ¿a quién no le habría gustado tener un gato llamado Galileo?, ¿quién de nosotros no ha amado hasta un lugar estúpido? Lo críptico, lo surrealista es tan sólo una adivinanza muy sencilla: Pan comido es sencillamente un libro de amor (complicadamente un libro de amor). Un libro de amor, si se quiere, a la poesía y a su mecánica cuántica. Pero el amor es sólo un paisaje, una excusa para que Isabel nos muestre un universo que sorprende más en el cómo, que en el qué. Gestos heroicos, trabajo de herrero con una sintaxis maleable.

La poesía de Isabel Bono se ha venido caracterizando por un ir desvistiéndose en busca de una dignificación de lo no artificioso, por un encuentro vital con una semántica alejada de los logros de la mayor parte de la poesía contemporánea (el hastío cultureta, la pesadez y el aburrimiento del poco mercado, gran herencia), pero este libro es distinto, es más oscuro, más complejo. Tal vez este libro es esa primera parte de la saga, esa que se rueda unos años después para saber cómo fue todo. Importante para dar las claves.

El camino elegido no es, precisamente, el más recomendable para ser conocida, reconocida, por los gurús de los premios y las secciones de cultura en periódicos de tirada nacional (ese es el tercer gesto de honestidad), pero es el que ella ha escogido para conducir su poética, para decir a quien quiera escucharla que lo suyo no es una carrera literaria, sino un paseo literario, y que así se disfruta mucho mejor del paisaje.

Yo no lo entiendo, creo que deberías hacerlo de otra manera, conoces a las personas adecuadas. Ni siquiera creo que debamos escribir poesía, he perdido la fe. Ni dios ni la poesía existen, sólo existen las novelas gordas en las mesas de novedades, lo demás es un sueño de la razón.¿Por qué lo haces? Le repito con vehemencia y ella, sonriendo, me remite por mail un enlace de una escena de Matrix:

–¿Por qué, señor Anderson? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué lo hace? ¿Por qué? ¿Por qué se levanta? ¿Por qué sigue luchando? ¿De verdad cree que lucha por algo, además de por su propia supervivencia? ¿Querría decirme qué es, si es que acaso lo sabe? ¿Es por la Libertad?, ¿por la Verdad?, ¿tal vez por la Paz, o quizá por el Amor? Ilusiones, señor Anderson, desvaríos de la perfección. Concepciones temporales de un frágil intelecto humano que trata con desesperación de justificar una existencia sin sentido ni objetivo. Todas son tan artificiales como Matrix. Sí, es cierto, aunque sólo una mente humana inventaría algo tan insulso como el amor. Debería ser capaz de darse cuenta. Ya debería saberlo, usted no puede vencer, es inútil seguir luchando. ¿Por qué, señor Anderson? ¿Por qué? ¿Por qué se resiste?

–Porque lo he elegido.

Por JUAN PARDO VIDAL

 

***



GALILEO SE QUEDÓ SIN SABERLO: TU VOZ TAMBIÉN ES REDONDA


El único camino que conozco para llegar hasta ti
es escribir esta historia.
No escribo sobre mí. Escribo desde lo que soy
sobre lo que podía haber sido o podrá ser.

Ejemplo:
Cuando le dije (hoy) que me gustaría estar sola
irme sola una semana o dos
no significaba decir te quiero menos.
Alejarme de él no. Alejarme de mí.
De mí cuando soy con él.
Yo tenía deseos:
hacer cada día diez kilómetros en bicicleta
y ciento cincuenta abdominales
bajar después a la playa a tirar piedras al agua
(mientras llegas), no verte llegar
dejar que los trastos se amontonen
como arena o algas secas, tumbarme en la cama
apuntar con el mando a distancia
y cambiar de canal más de cien veces sin pestañear,
levantarme en mitad de la noche
y escribir un poema que no hable de ti.
          –Tienes la cabeza llena de pájaros.
Retiró el pelo de su cara y, sonriendo
la besó por primera vez.
          –Te quiero con locura.
Si alguien te dice que te quiere con locura
cree a ciegas en sus palabras.
Sólo se puede querer si crees a ciegas que te quieren.

Los pájaros de esta ciudad se han vuelto locos.
Desde hace una semana
se dejan aplastar en los pasos de cebra.
Llegan en tropel y mueren en tropel.
Al principio los coches intentaban esquivarlos.
Colocaron agentes de tráfico en todas las esquinas.
Las autoridades han recomendado
que es mejor aplastarlos que provocar accidentes.
Los agentes han sido sustituidos por barrenderos.
Los niños no quieren ir al colegio. Los ecologistas
han comenzado a encadenarse a las señales de tráfico.
Los barrenderos han pedido mascarillas
guantes y asistencia psicológica.

¿Por qué cada mañana me despiertan mil aves
estrellando sus cuerpos huecos contra la persiana?
¿No detestan como yo el olor a sangre?

A seguir bien, te decía en cada despedida
y cada despedida era un dolor
de articulaciones desbaratadas.
La ciudad se llenó de señales.
Señal nº1: El mar. Una isla. Señales de humo.
Ya le dije que no quemara mis cartas.
Señal nº2: Me paso el día apostando si es que llueve
o si son las palmeras del jardín rozando las ventanas,
tú siempre ganabas, dice.
En casa sabes que sigues teniendo tu cuarto, dice.
He regalado los perros, ya no tienes excusa, dice.
Señal nº3: La lavadora no centrifuga.
Señal nº4: Calle cortada por obras.
Sentido obligatorio hacia abajo.
          –Si alguna vez nos vemos no sabré cómo acercarme a ti.

Debo aclarar que no soy de nostalgias tremendas.
La mitad de mis recuerdos son inventados.
Ocurre que mis mejores pensamientos no los conoces.
Muchas veces pienso cosas que contarte
que se van estructurando en mi cabeza como un Tetris.
Momentos fugaces en los que mi cabeza funciona
y siento que piensa cosas buenas
lo que la gente llama intuición, creo.
Y se me transforman en aire, en humo.

Nunca escucha el despertador.
Si se despierta es porque nota el calor de su cuerpo,
el de él, separándose,
y los pies tanteando zapatillas en la oscuridad.
Cuando él sale del cuarto sin hacer ruido para no despertarla,
ella ya no puede cerrar los ojos.
El calor ha vuelto a su cuerpo
siente la vejiga punzándole, pero prefiere no moverse.
Las sábanas calientes, los músculos
dóciles y adaptados a la postura. Intenta ovillarse
encoge su cuerpo como plástico quemado
y trata de recordar el último sueño.
Oye a lo lejos la radio dando las primeras noticias
la cuchara removiendo el azúcar.
Es otra casa, es otro hombre, pero los ruidos son los mismos.
El estómago se le vuelve una bota de vino vacía y seca.
Se encoge aún más.
La radio anuncia temperatura y carreteras colapsadas.
Él entra (ella aprieta los ojos)
se acerca y la abraza por encima de las mantas, la besa.
Ella responde con movimiento de larva y le devuelve el beso.

Sabe que será la última vez.

Accidente doméstico #1
Resbalar en cuarto de baño y golpear mandíbula con
[lavabo
al intentar alcanzar albornoz. Pérdida de conocimiento,
hipotermia.
Accidente de tráfico #2
Fallo de dirección y/o frenos en curva muy peligrosa
tomada a 120 kms/h y con caída libre
de 325 mts sobre nivel del mar. Con o sin airbag.
Abandono de hogar #3
Bajar de altillo maleta mediana, camisetas, caja de mimbre,
cámara de fotos, abrigo gris, cenicero azul.
Llaves del coche y tarjetas de crédito sobre la mesa.
Ninguna nota.
Suicidio #4
Diazepam y derivados de Benzodiacepina
(envase con 500 comprimidos de 10 mg)
más Stolichnaya Russian Vodka (40% vol 0,7 l)
no sin antes dejar cena lista para microondas.

Nunca escucha las llaves abriendo la puerta. Si se despierta
es porque nota los pies
desprendiéndose de los zapatos y el calor de su cuerpo,
el de él, acercándose en la oscuridad.
Cuando él entra en el cuarto sin hacer ruido para no despertarla,
ella ya no puede cerrar los ojos. El calor ha vuelto a su cuerpo
siente el corazón punzándole, pero prefiere no moverse.
Las sábanas calientes, los músculos dóciles
y adaptados a la postura.
Intenta ovillarse encoge su cuerpo como plástico quemado.
A lo lejos, sólo algún coche con el motor encendido
mientras compra droga al otro lado del puente.
El estómago se le llena de erizos. Se encoge aún más.
Él entra (ella aprieta los músculos), la abraza, la besa.
Ella responde con movimiento de larva y le devuelve el beso.

Sabe que será la última vez


Nota de la Redacción: agradecemos a Bartleby Editores en la persona de su director, Pepo Paz, y al prologuista Juan Pardo Vidal, la gentileza por permitir la publicación de su texto y del fragmento de un poema del libro de Isabel Bono, Pan comido, en Ojos de Papel.
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    Yo digo España, de César Alonso de los Ríos (reseña de Rogelio López Blanco)
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