El
texto escrito y maquetado en la pantalla del ordenador vuela por la red de
cables hasta tomar nueva vida en forma de fotolito; el fotolito se inserta en
algún engranaje de la gigantesca rotativa, donde también se han ido colocando
los enormes rollos de papel que alimentan el proceso. De repente la hercúela
rotativa se pone en marcha y, sin saber muy bien el cómo, el texto escrito toma
nueva vida en forma de tinta y papel junto a otros textos, anuncios y fotos. Los
papeles impresos vuelan por los aires de la gran nave industrial atrapados por
pinzas especiales, se juntan en algún lugar predeterminado por la ingeniería
industrial, se suman unos a otros, y al cabo de un instante conforman un
periódico húmedo de tinta y oloroso de letras. Los distintos ejemplares se
acumulan en otro lugar de la gran parafernalia, y otra máquina los hace paquetes
que viajan por cintas en movimiento que los depositan en el interior de
furgonetas que los hacen llegar a distintos puntos de la ciudad para que los
lectores los adquieran y lean en su casa, trabajo, medio de transporte... Y así
un día tras otro, las palabras escritas con un lápiz en un cuaderno se
metamorfosean industrialmente en tinta negra sobre papel para cobrar alguna vida
e importancia sólo durante unas poca horas, al igual que las mariposas.
El proceso descrito someramente en estos párrafos y en los créditos de
la película tiene, según los expertos en la materia, los días contados.
Ya
lo he escrito en estas mismas páginas: según parece, la
inmensa mayoría de los periódicos del mundo que se hacen en papel desaparecerán
de la faz de la tierra a lo largo de los próximos quince o veinte años. Los
periódicos en papel son una especie en vías de extinción que no aguantan ya la
competencia con el periodismo digital: más barato, más ecológico, más rápido,
más eficaz, más ágil.
Seguro que algún día los créditos finales de La
sombra del poder, o mejor dicho, toda la película, se proyecte en las clases
de historia del periodismo para explicarles a los alumnos cómo era el viejo
periodismo anterior a la revolución digital.
Y es que esta
entretenidísima película del británico Kevin Macdonald tiene algo de narración
documental, de crónica crepuscular sobre una forma concreta de hacer periodismo.
No debe extrañar a nadie ese aroma de documental al que me refiero, pues el
escocés Kevin Macdonald (1967) comenzó en esto del cine dirigiendo documentales,
por ejemplo el titulado Making of an englishman (1995) sobre la vida y
obra de su abuelo, el genial director de cine inglés Emeric Pressburger, o el
titulado One Day In
September, cinta acerca del asesinato de atletas
israelíes en los Juegos Olímpicos de Munich de 1972, y que le valió un Óscar al
mejor documental corto.
El éxito en los documentales debió animar a
Macdonald y a sus productores a contar historias de ficción en más extenso, y
así en el 2004 dirigió su primer largometraje, Tocando el cielo, y en
2006 el segundo con más que notable éxito, pues El último rey de
Escocia estuvo nominada al Óscar y triunfó en los
BAFTA, los prestigiosos premios del cine británico. Y ahora, con su tercer
trabajo, La sombra del poder (2009), Macdonald confirma que posee pulso
narrativo, ritmo, sentido del suspense y del espectáculo, que sabe sacarle
partido a un guión trabajado, que se mueve bien dentro de los parámetros y
exigencias de las películas de género (en este caso el género del periodismo), y
que puede hacer muy entretenida una película que además plantea cuestiones
enjundiosas.
La sombra del poder es un thriller sin duda
deudor de los clásicos, en el que se mezclan con soltura y no poca inteligencia
asuntos de importancia tan esencial en nuestros días como la corrupción política
al más alto nivel, las complejas relaciones entre los poderes, la seguridad
ciudadana en los estados contemporáneos, la guerra de Irak, el creciente y casi
omnímodo poder de las grandes empresas paramilitares (el Robocop de Paul
Verhoeven incide en lo mismo pero desde la ciencia ficción)..., todo bien
cocinado y presentado al espectador en una bandeja atractiva: crímenes
misteriosos y una investigación detectivesca a cargo de un veterano y desaliñado
periodista a la vieja usanza (libreta de apuntes, lápices, olfato para las
noticias, contactos...) de un prestigioso diario en horas bajas de Washington D.
C., y una joven y brillante periodista de la reluciente edición digital del
mismo periódico de la capital estadounidense.
Si a estos ingredientes
bien entrelazados entre sí por un sólido guión, le sumamos ritmo narrativo,
pulso tras la cámara, y un elenco ciertamente acertado de buenos actores (un
Russell Crowe inmejorable en el papel de periodista veterano, y unos más que
eficaces Rachel McAdams, Ben Affleck, Helen Mirren), el resultado es una
película que en estos momentos se encuentra entre las más taquilleras del
panorama, y que se presenta como una opción inmejorable para pasar una tarde
placentera de cine entretenido y de calidad. ¿Puede pedirse más?, quizá sí, pero
desde luego La sombra del poder del más que interesante Kevin MacDonald
ofrece mucho más de lo habitual en estos tiempos generosos en proyecciones
aburridas, insufribles, infantiles, completamente idiotas.
Tráíler de La sombra del poder, del director Kevin
Macdonald (vídeo colgado en TouTube por
activanta)