Los atentados del 7 de enero 2015 en Paris con los
asesinatos de caricaturistas irreverentes y anárquicos de Charlie Hebdo
(motivados por sus “blasfematorias” imágenes del Profeta), de judíos (asesinados
por ser judíos) y de funcionarios policiales (por representar el Estado) han
disparado en Francia y Europa, así
como el resto del mundo, de nuevo (después de los atentados del 9/11, Atocha en
Madrid y Londres como acontecimientos referenciales) el análisis y la búsqueda
de explicaciones sobre las causas profundas del crimen y corolario, la
atribución de responsabilidades.
Esta búsqueda intensa de explicaciones y atribución
de responsabilidades interacciona de forma potente con los conflictos
ideológicos y políticos en curso en Francia (y en Europa) en una coyuntura
económica y política de crisis profunda en la cual la identidad nacional, el
modelo social, el modelo de gobernamentabilidad, la convivencia
intercomunitaria (el multiculturalismo) y la laicidad, la seguridad nacional, la
inmigración, el modelo educativo, el modelo de familia (el debate sobre el
matrimonio gay) y el papel de Francia en Europa y el Mundo y otros temas de
sociedad conectados, son objeto de dudas, contestaciones, rechazos e
interpretaciones excluyentes.
Los atentados también sirven de caballos de batalla
en la más prosaica lucha política por el poder, que pasa por alcanzar la
hegemonía discursiva (como lo practica tan óptimamente Podemos en España). El
auge de la extrema derecha (el Front National, FN), que está alcanzando niveles
inquietantes de adhesión popular (un tercio del electorado), alzando la bandera
del patriotismo, un valor seguro de la extrema derecha, pero también la
laicidad, el republicanismo, el modelo social francés y la democracia (más bien
valores de los partidos clásicos), testimoniando así la plasticidad del discurso
político actual, refleja la inseguridad y la volatilidad de la escena política
francesa.
La autoría del crimen, ciudadanos franceses,
nacidos en Francia, educados en la escuela republicana y nacional, aunque de
origen extranjero y religión islámica, interpela profundamente a la opinión
política sobre las motivaciones o causas que han motivado la acción asesina y el
ataque a su propio país. Aunque la reivindicación de los atentados y sus
vínculos con la ideología jihadista de Al Qaida e ISIS, y a través de ella con
una versión radical y violenta del Islam, no admiten equívocos, el público se
pregunta cómo es posible que ciudadanos franceses, de cualquier origen o
confesión, puedan haber cometido tales horrores, incompatibles con los
principios de ciudadanía republicana.
Dichos autores son parte, y las opiniones públicas
europeas comienzan a aceptarlo, de una nebulosa, de dimensión imprecisa y por
eso amenazante, presente en toda Europa, constituida por jóvenes, que han
seguido procesos de radicalización diversos (en prisión, en lugares de culto, a
través de internet mediante viajes de ida y vuelta a teatros de guerra, etc.) y
dispuestos a la violencia sin límites y a golpear las sociedades de las que son
parte a requerimiento y en función de las necesidades estratégicas y tácticas de
Al Qaida o de ISIS.
En este combate o lucha contra la nebulosa
Jihadista, Francia se ha puesto en primera fila y figura claramente como uno de
los enemigos principales, tanto por su acción en el exterior como en sus
políticas internas.
En África, con su intervención en Libia, el Sahel
(Mali) y contra ISIS en Siria-Iraq (además de Afganistán) y otros teatros más o
menos importantes correspondiendo esta acción al imperativo nacional del mito de
la Gran Nación, con responsabilidades mundiales (miembro permanente del Consejo
de Seguridad y potencia nuclear) en el emergente y multipolar Concierto de las
Naciones. Elemento esencial de la identidad nacional francesa, como no cesan de
repetir las más altas autoridades gubernamentales
francesas.
En el nivel doméstico por su visión estricta de la
laicidad y sus política de asimilación/integración fundadas en el modelo de
adhesión a los valores republicanos, individuales y al rechazo del
comunitarismo. El ejemplo más claro es la ley contra el uso del velo en ciertos
espacios públicos, considerado por muchos musulmanes como un ataque a su
religión y cultura.
Por analogía con el ya viejo diseño estratégico de
Ben Laden y de al Zawahari (Al Qaida) que distingue el “enemigo próximo” (los
regímenes apóstatas locales) del “enemigo lejano” (USA y la coalición
occidental), Francia percibe que, al mismo tiempo que confronta a un “enemigo
lejano” en los diferentes teatros de guerra en los que interviene, debe hacer
frente en casa a un “enemigo próximo” compuesto, y esta es la particularidad
francesa (y europea) de ciudadanos nacionales que atacan su propio país.
Apoyándose en la presencia de importantes
poblaciones culturalmente musulmanas en las sociedades de los “enemigos
lejanos”, resultado de una inmigración pasada, la estrategia de Al Qaida y del
nuevo avatar ISIS, mantenida con persistencia, ha buscado constituir, a través
de procesos y mecanismos de proselitismo y radicalización directos (imanes
radicales, proselitismo en las prisiones) o indirectos (Internet, redes
sociales) núcleos de simpatizantes / combatientes / terroristas, que
reclamándose del Islam, y a través de sus operaciones terroristas y la
generación de represalias y actos generales presentados como Islamófobos,
persiguen la polarización entre los “fieles” (verdaderos) de un lado y los
“infieles” (cristianos, ateo, judíos, musulmanes tibios, apóstatas o heréticos)
del otro.
La eficacia de esta estrategia y la amenaza que
conlleva aparece más presente y aguda en la medida en que la
integración/asimilación de la numerosa población de origen principalmente
norte-africano y sub-sahariano y confesión musulmana se “percibe” (falsamente),
por una parte de la opinión pública francesa, como totalmente
fracasado.
Esta “percepción de fracaso” de la integración se
construye en torno al aparente progreso en el seno de la amplia comunidad
musulmana, en particular entre las jóvenes generaciones, de una identidad
musulmana separada, desterritorializada, anclada en una revisión tradicionalista
(fundamentalista) de la religiosidad musulmana, que busca un reconocimiento de
derechos comunitarios en materia social (derecho de la familia, relaciones de
género, etc) y religiosa, en clara oposición a una política de asimilación
centrada en una cultura occidental, republicana, laica y al derecho público
francés que no reconoce derechos de grupo de raíz cultural o religiosa (es decir
claramente anti-comunitarista) y que es percibida, bajo el prisma de dicha
identidad, como claramente opresiva. El sentimiento predominante es igualmente y
de forma alarmante el de un distanciamiento creciente entre ambas
identidades.
La construcción de esta “percepción”, sin matices,
que homogeneiza un grupo sociológico, constituyendo una imagen de los
“musulmanes”, con una identidad
separada y no asimilable, que representaría una amenaza al “ser francés”, es el
pilar sobre el que se construye el discurso xenófobo del Front National (FN) y
sus círculos simpatizantes.
Sobre este núcleo central, antiguo en el ADN del
FN, del “otro-musulmán”, conjugado con el de la “inmigración” como fuente y
causa de la existencia de esa población alienígena en Francia, se superponen
otras características negativas ligadas a la explotación del sistema de
seguridad social francés (modelo universalmente envidiado) por parte del
“musulmán, inmigrado”, que le roba el pan a los “franceses”, y que con mayor
frecuencia que estos cae en la criminalidad, en particular el tráfico de droga,
constituyéndose así en una amenaza adicional a la seguridad ciudadana. La
equivalencia que algunos sectores del FN formulan más o menos explícitamente es
la siguiente: “musulmán=narcotraficante=terrorista”.
¿Cabe preguntarse cómo es posible que esta imagen
tan obviamente caricatural encuentre eco en una sociedad en principio bien
informada, ilustrada y culta como la francesa? De hecho, y en paralelo a la
“percibida” crisis de la integración (y sin duda como uno de los factores
contribuyentes) y a la presencia creciente de un “otro” resistente a la
asimilación socio-cultural, la sociedad francesa (como otras europeas) se ve
confrontada a la crisis económica, a la globalización, a la europeización, a la
emergencia de amenazas globales que se multiplican (crimen organizado,
epidemias, terrorismo global, Estados Fallidos, emergencia de nuevos poderes
mundiales, miedo al desclasamiento internacional y
europeo).
Este panorama de estancamiento duradero de una
economía incapaz de asegurar un crecimiento adecuado, que conlleva un
crecimiento del desempleo imparable, productora de marginación social, de
desindustrialización, del desclasamiento de las clases medias, de la desigualdad
creciente entre los ricos y los pobres, constituye el entorno problemático de la
“crisis” que amenaza el país. Es sobre esta percepción o imagen, de “crisis” socioeconómica duradera, de
crisis cultural, de dudas sobre la identidad nacional, de futuro incierto y
amenazante, sobre la que resuena
con fuerza el discurso del FN.
Esta construcción del “Otro” amenazante al “ser
francés” se completa necesariamente con la atribución de responsabilidad de esta
situación de peligro existencial. En esta atribución el discurso del FN procede
a otro proceso de homogeneización/equivalencia, similar al practicado en torno
al grupo sociológico musulmán.
Son responsables los partidos republicanos
clásicos, UMP (Unión por un Movimiento Popular) y PS (Partido Socialista),
subsumidos en una “casta” (termino que resuena con fuerza en España, el
“catchword” de Podemos) la UMPS, que
han favorecido la “inmigración” y el “comunitarismo”, acomodaticios ante las
presiones culturalistas musulmanas (a pesar de la ley sobre el velo),
facilitadores de la explotación del sistema social por parte de los inmigrados
(musulmanes en mayoría), subestimando o despreciando la demanda de seguridad por
parte de la ciudadanía, del “pueblo”, negando el principio de la “preferencia
nacional”, favorecedores del gran capital y la
globalización.
Es responsable Bruselas, es decir, la Unión Europea
(subliminalmente, la dominación alemana de la UE) y el mercado único, el euro,
Schengen, favorecidos de siempre por la “casta UMPS”, que atacan la soberanía
francesa, el “ser francés”, e impiden la adopción de políticas eficaces contra
las amenazas al mismo. Europa es un “otro” enemigo amenazante. La “casta UMPS”,
pro-europea, se constituye de esta forma en anti-patriótica y el discurso del FN
centrifuga las posturas euroescépticas de derecha e izquierda, que en el pasado
han cristalizado en el desastre del referéndum sobre la constitución europea y
que, sin participar del discurso xenófobo del FN, constituyen los aliados
objetivos de su discurso ensimismado, introvertido, cerrado, homogeneizador,
polarizador, negador de la existencia de identidades múltiples y superpuestas,
persiguiendo la construcción de la “Fortaleza Francia” contra el resto del
mundo.
El discurso sobre el “ser francés” a la manera del
FN se ve apuntalado y sostenido por los discursos y construcciones más o menos
filosóficas y literarias de ensayistas, filósofos, literarios y por teorías
anacrónicas que dan sustento al discurso. Mencionemos tres autores y creaciones
que de una forma más o menos directa promueven, o ilustran, el discurso del FN.
La teoría del “Grand Remplacement” promovida por el
intelectual de extrema derecha Renaud Camus postula la gradual desaparición de
la Francia católica, laica (contradicción aparente), republicana, europea (de
civilización), tolerante, y su sustitución por una Francia, musulmana,
oscurantista, teocrática, intolerante, ligada a los intereses árabes (enemiga de
Israel, objetivo prioritario por otro lado del discurso tradicional, negativista
del Holocausto nazi, y anti-semita del FN). Este remplazamiento, en el curso de
una/dos generaciones, es el resultado inevitable de la inmigración, del
crecimiento demográfico, más elevado en la población musulmana que en el resto
de la población, ayudado por las políticas de la casta
UMPS.
En la misma línea, postulando procesos similares de
declive, se sitúa el panfleto, “le suicide français” del polemista E. Zemmour,
que curiosamente en sus posturas notablemente marcadas por el patriarcalismo y
anti-feminismo más rancio se encuentra en buena compañía con el Islam más
oscurantista y retrógrado que constituye su enemigo.
Terminando con la última producción del novelista
M. Houellebecq, Soumission que traza
un escenario (hacia 2022, es decir
dentro de muy pocos años), que pretende plausible, de toma del poder en Francia
de un partido islamista (moderado, la “fraternidad musulmana”) con el apoyo de
la casta UMPS (“partidos que persiguen la desaparición de Francia dentro de
Europa”, según un personaje de la novela, agente de los servicios de
inteligencia, dotado de esta forma de autoridad y saber privilegiado) en
oposición al FN, portador de los valores identitarios auténticos del “ser
francés”. Esta conquista, seguida de la islamización rápida de la sociedad
francesa (en particular de las elites), procede a través de la explotación de
los miedos, ambiciones, egoísmos, del ciudadano medio que se acomoda a la nueva
situación, apoyada por las capitales árabes y sometido a la influencia de esos
intereses. Situaciones similares de toma del poder por partidos islamistas se
producen en el resto de Europa, lo que establece la equivalencia islamismo =
integración europea característica del discurso FN (y que en forma subliminal
disculpa a Francia de su “sumisión”, puesto que el problema no es Francia, sino
Europa). Esta novela aporta claramente, aunque quizás no deliberadamente, una
narrativa de plausibilidad al discurso del FN.
El discurso político esencialista e identitario del
FN, apoyado por los ejercicios panfletarios y literarios señalados más arriba, continúa
su proceso hegemónico de persuasión de la opinión pública francesa, conquistando
gradualmente mayores cuotas de mercado. Esta dinámica política positiva se
refleja en los resultados de las recientes elecciones que sitúan al FN
consistentemente en una de las dos primeras posiciones lo que incita a los
partidos llamados “republicanos”, UMP, centristas, PS, a aunar fuerzas contra el
FN. Naturalmente, esta alianza (contra natura, izquierda y derecha confundidas)
confirma la acusación del FN que dichos partidos constituyen la misma casta UMPS
y conforta su discurso homogeneizador del resto del espectro político
anti-patriótico.
Vemos así el fascismo emergiendo en Europa una vez
más, al amparo de la crisis económica, de la cacofonía de los discursos
políticos de los actores clásicos, de la crisis de gobernabilidad y de la
sensación que el poder político, el Estado, carece de instrumentos eficaces para
hacer frente a los desafíos modernos que vienen de fuera y de dentro. Un
fascismo-populismo que, como hemos visto, utilizando recetas clásicas de
dominación hegemónica de la escena política.
El discurso hegemónico del FN no se reduce a la
construcción de un “otro islámico” amenaza existencial al “ser francés” que debe
ser confrontada por todos los medios. El discurso se extiende sobre otros campos
discursivos en los que se constituyen dimensiones adicionales de la identidad
fundamental, del “ser francés”. Estos campos son, el régimen político-económico,
la respuesta a la globalización, la posición ante Europa y la identidad
internacional. Estos discursos complementarios necesitan establecer una
coherencia a través de los diferentes campos discursivos así como con el
discurso central identitario afín de dar estabilidad y credibilidad a este. El
análisis de estos discursos complementarios será objeto de un artículo
posterior.
Al
Qaida e Isis por un lado y el FN por el otro (dos tipos de salafismo opuestos),
se complementan participando en un juego cooperativo en el cual ambas partes
persiguen un mismo objetivo: la polarización de la población francesa, de
orígenes diversos y atravesada por múltiples identidades complementarias o
superpuestas, en dos grupos homogéneos, sin fisuras, constituido por un
“Nosotros” y un “Ellos” (“franceses” o “musulmanes” ocupando una posición o la
otra en función de la perspectiva adoptada), que se amenazan mutualmente en su
esencia/existencia.
El peligro de la presente situación en Francia,
repetible en otros países miembros de la UE, es que ambas estrategias, la de
AQ/ISIS y la del FN continúen funcionando ventajosamente en beneficio propio y
mutuo. Ambos parecen aumentar su cuota de mercado, por decirlo así, a expensas
de la oferta y el discurso político de los moderados. Es una situación clásica
en conflictos en fase de agudización en la que los extremos ganan a expensas de
los moderados. El clásico choque de trenes que no puede llevar más que a la
guerra civil.
¿Cuál es el resultado que se puede pronosticar
extrapolando estas tendencias? En primer lugar, la instauración de una república
autoritaria, fascista, autárquica, una democracia “iliberal” en Francia, a la manera Putin
(elecciones plebiscitarias y bajo control policial); en segundo lugar, y como
consecuencia (con otros acontecimientos probables como la salida del Reino Unido
de la UE, Brexit, o de Grecia, pueden contribuir también al mismo resultado) al
desmantelamiento de la UE, a la desestabilización política de Europa y, en
último término y una vez más (como los comentaristas geopolíticos americanos
pronostican desde el fin de la Guerra Fría), a la confrontación geopolítica
entre los Estados europeos.
Los partidos moderados, de izquierda y derecha,
divididos en cuanto a objetivos y políticas en el campo político-económico, de
la globalización, de la construcción europea y de la política extranjera se
encuentran igualmente confrontados al doble enemigo de: por un lado, la acción
de AQ/ISIS en el teatro interno y en el externo que persigue, a través de la
realización de atentados terroristas y la provocación de actos islamófobos, la
polarización de la población musulmana en torno a la ideología jihadista (la
oumma desterritorializada) y, por el otro lado, la acción del FN que
construyendo una identidad nacional exclusiva del “otro-islámico”, inasimilable
y amenaza existencial del “ser francés”, coopera objetivamente con la estrategia
de polarización de AQ/ISIS.
Frente a esta estrategia doble, de pinza, el
desafío para los partidos republicanos, de izquierda y derecha, es la
construcción de una estrategia, en primer lugar discursiva, narrativa, que
combata eficazmente por un lado el discurso beligerante y xenófobo del FN y por
el otro las estrategias de proselitismo, radicalización y de inseguridad/terror
de AQ/ISIS.
Un discurso que de-construya, desestabilice y
desmonte ambos discursos y que encuentre resonancia en el cuerpo político
francés. Esto pasa por la puesta en evidencia de las incoherencias de ambos
discursos, la desconexión de los mismos con la “realidad” (en la línea del
trabajo de J Laurence y J Vaisse, “Integrer l’islam. La France et ses musulmans,
enjeux et reussites”, Editions Odile Jacob, Paris, 2007), así como de sus
afinidades ideológicas (por ejemplo ambos discursos promueven une sociedad
patriarcal, anti-feminista y homófoba,). Pasa igualmente por revisitar, con
lucidez y honestidad, abriendo el debate, la historia de la colonización
francesa en África del Norte y Africa Sub-sahariana, los traumas de la guerra de
Argelia, y los efectos políticos y culturales sobre las relaciones entre
franceses por un lado y norteafricanos y sub-saharianos por el otro, de estos
acontecimientos.
En segundo lugar, la estrategia pasa por la
revisión en profundidad y de forma creíble (de cara a la opinión pública) de las
políticas de integración, reconociendo frente al éxito de la integración de la
mayoría de los musulmanes franceses, la existencia de núcleos duros de
re-identificación en torno a una identidad musulmana “dura”, transnacional, en
la que resuena con fuerza el mensaje Jihadista.
Reconociendo igualmente la concentración de este
problema (Manuel Valls ha utilizado el término de “apartheid” para referirse a
esas zonas) en ciertas áreas de la república, las “banlieux”, en proceso de
auto-segregación, resultado de la inseguridad (provocada por la acción de grupos
criminales) de la marginalización social, el paro y pobreza creciente, la
inoperancia del sistema educativo y el abandono de la administración, sometidas
al control de gangs de narcotraficantes y grupos jihadistas. Situación que
favorece el proselitismo jihadista y el crecimiento de la criminalidad, ambos
procesos complementándose y autoalimentándose.
Este reconocimiento debe traducirse en una
estrategia de reconquista republicana de estos territorios urbanos fundada en
políticas nuevas, más voluntaristas, integradas que, trabajando sobre y con las
poblaciones de dichos barrios (que deben ser consideradas como los protagonistas
y no los objetos de una intervención aséptica y exterior) que aúnen de forma
sinérgica componentes de seguridad, educativos, económicos (garantizando el
restablecimiento de comercios y PYMES), de des-radicalización y
contra-radicalización, de acción política y participación ciudadana, en la que
las diferentes administraciones del Estado funcionen según un modo integrado (al
contrario de su funcionamiento normal). Es decir salir del “business as
usual”.
La alternativa a estas estrategias de
reintegración, por medios esencialmente persuasivos y políticos, es la que el FN
pondría seguramente en práctica basada en una acción militarista, puramente
securitaria, de contención de las amenazas que provienen de esas “banlieux”,
consistente en rodearlas de murallas de varios tipos, identificando a toda la
población de esos barrios como el “enemigo” o al menos el objetivo de la acción
policial. El ejemplo de esta estrategia de pacificación-securizacion lo vemos en
Brasil en las intervenciones de tipo policial-militar en las favelas. Sin
embargo, a diferencia de Brasil, donde no hay contencioso identitario, en el
caso francés la puesta en práctica
de tal estrategia securitaria seria explosiva.
Por último, un comentario de clarificación que
considero necesario. En diferentes lugares de este artículo se hacen paralelos
entre el FN y Podemos. No hay pretensión alguna de amalgamar ambas ofertas
políticas, ni en cuanto al contenido ni en cuanto a los presupuestos éticos. Hay
sin embargo tres semejanzas que pueden señalarse y que motivan
preocupación.
La primera concierne la similitud de técnicas y
mecanismos de obtención de la hegemonía discursiva. En particular la
equivalencia establecida entre el enemigo común, la izquierda y la derecha
clásica, que son así descalificados. El “UMPS” (fusión de la UMP y el PS) para
el FN, la “casta” para Podemos.
La segunda es la tonalidad del lenguaje utilizado
en la descalificación política, claramente estridente cuando no histérico, que
eleva la tensión de la contienda política convirtiéndola casi en una lucha
existencial para los partidos (cuando en democracia se gana unas veces y se
pierde otras). Este lenguaje parece indicar la pretensión del movimiento
político que lo utiliza de disponer de la verdad absoluta y por tanto su
pretensión de obtener el poder y mantenerlo por “mucho
tiempo”.
La
tercera, bastante ligada a la anterior es la construcción de una postura
revisionista con respecto al marco institucional existente, calificado de “falsa
democracia”, de régimen de elites que no representan al “pueblo”. Estas tres
semejanzas indican la tendencia de ambos movimientos hacia la intolerancia
política, el dogmatismo y el cultivo de una atmósfera de guerra civil
política.