Caída y auge de Reginald Perrin (The Fall and Rise of Reginald Perrin,
1975) es un buen ejemplo de esa tradición literaria inglesa que adereza sus
novelas con el llamado humor british
y que la editorial
madrileña publica cada cierto tiempo para el
regocijo de sus seguidores. Al igual que en otras novelas de su colección como
Mapp y
Lucía de E. F. Benson o La saga de Flora
Poste de Stella Gibbons, estamos ante una obra muy divertida,
llena de situaciones hilarantes que
basan sus códigos narrativos en diálogos
afilados y un humorismo anclado en
la cotidianeidad.
La novela toma como
punto de partida la crisis de mediana edad de un cuarentón que, angustiado por
un trabajo absurdo y mediocre en la surrealista empresa Postres Lucisol y harto
de una familia llena de sinsabores y gorrones, decide fingir su suicidio y
empezar una nueva vida bajo una identidad distinta. Se trata de una historia que
recuerda en cierta medida a El difunto
Matías Pascal (Il fu Mattia
Pascal, 1904), del escritor italiano Luigi Pirandello, novela con la
que comparte la idea del falso suicidio como manera de empezar una nueva vida,
la duplicidad de identidades, el peso de una existencia vacía y el de
una familia opresiva, y, en
definitiva, la añoranza de una vida que se ha perdido y la creación de una nueva
identidad para
alcanzarla.
Al igual que la
novela del italiano, Caída y auge de
Reginald Perrin, pese su aire aparentemente liviano, tiene otras lecturas
que enriquecen su composición. Una de ellas, en mi opinión, es su inteligente
planteamiento de la identidad. Al margen del toque humorístico que recubre la
historia, es innegable que la novela de Nobbs, bajo la sátira que construye la
vida y (des)venturas de Reginald Perrin, busca plantear otras cuestiones “más
serias” o, al menos, no quiere quedarse en la mera superficie del divertimento.
Así, su protagonista, al igual que el Matías Pascal de la mencionada El difunto Matías Pascal o el Vitangelo Moscarda de Uno, ninguno y cien
mil (Uno, nessuno e centomila, 1926), descubre que su
vida no tiene sentido y que ya no
sabe quién es, iniciando así una búsqueda hacia su propia identidad ya sea
mediante la creación de un nuevo “yo” o la indagación del verdadero “yo”.
En este caso, el
desdoblamiento de la personalidad del antihéroe de Nobbs lleva al protagonista
de Caída y auge de Reginald Perrin a
perder (y a reencontrar más tarde) su propia identidad y a tener como única
certeza el absurdo de su propia existencia. Así lo piensa Perrin hacia el final
de la novela, cuando intenta explicar las razones de su suicidio a su
mujer:
«…he
adoptado distintas personalidades: Charles Windsor, Wensley Amhurst, Sir Wensley
Amhurst, lord Amhurst, Jasper Flask y el signor Antonio Stifado.
Figuras espectrales sin pasado ni futuro, aunque lo bastante reales para quienes
les conocieran. Me tienta pensar en mí mismo como figura espectral, igual que
ellos, pero la verdad es otra bien distinta. Para mí el problema de la identidad
no es no saber quién soy, sino saber demasiado bien quién soy: soy Reginald
Iolanthe Perrin, Pato Patoso Perrin, Felpudo Coco Perrin. Soy absurdo,
luego existo. Existo, luego soy absurdo (página 272).»
Esa búsqueda de una
nueva identidad y, por tanto, de una vida que se construya sobre las bases de
esas “figuras espectrales sin pasado ni futuro”, no sirve más que para que el
protagonista de la novela se dé cuenta de que esa solución drástica que ha
adoptado y que debería haber acabado con la monotonía y el aburrimiento de su
vida, no le ha traído la felicidad que busca y que, finalmente, reconoce en
aquellas pequeñas situaciones de las que ha huido (por ejemplo, las reuniones
familiares o los paseos y conversaciones con su mujer).
Así, el
planteamiento final de la novela nos deja, tras inolvidables situaciones
divertidamente grotescas y un puñado de personajes a cada cual más delirante, un
cierre con regusto agridulce que congela la sonrisa en los labios. ¿Ha valido la
pena el peregrinaje de Reginald Perrin por sus “otras” identidades para alcanzar
la vida que anhelaba? La respuesta debemos darla los
lectores.