Tribuna libre
Haruki Murakami es, actualmente, el escritor japonés más leído y traducido en el mundo. No es cuestión de comparar la calidad de su obra con la de los grandes escritores japoneses de la historia, como Ȏe, Mishima, Kawabata, Tanizaki o Ishiguro (incluso de un clásico como Sȏseki, del que se están traduciendo sus novelas al castellano), sino de constatar su vigencia en esta época, como señala Justo Sotelo en su ensayo Los mundos de Haruki Murakami (Izana Editores, 2013). En principio no suele tratar los temas tradicionales de la cultura japonesa. En una primera lectura, no se observa el exotismo de muchas culturas alejadas del canon occidental. Más allá de las fronteras geográficas y culturales, cualquier lector consigue asimilar sin problemas el mundo narrativo de Murakami, la universalidad de su literatura. Pero tras una relectura se comprueba que el sentido de la estética de su país impregna la mayoría de las páginas del escritor, desde la llamada energía vital (ki), pasando por el concepto de sinceridad de los sentimientos (makoto) y llegando a la intensidad de esos mismos sentimientos (mono no aware). Su literatura es sensorial y plástica, y su realidad está sublimada e idealizada, gracias a las imágenes, los símbolos y las metáforas.