Se licenció en
Derecho en Madrid, y a su formación en Leyes le añadió estudios de Ciencias
Políticas y Economía también en la universidad madrileña y, por ejemplo, de
literatura inglesa y francesa en Cambridge y Tours, respectivamente. Con el
profesor Tierno Galván preparó su ingreso en la carrera diplomática y comenzó
también a escribir y publicar sus primeros trabajos en el Boletín dirigido por el que llegaría a
ser, muchos años más tarde, alcalde socialista de Madrid. Es durante este tiempo
de estudios juveniles cuando tuvo como maestros a intelectuales de la talla de
Wittgenstein, Popper o Bertrand Russell.
Número uno de su promoción en
la Escuela Diplomática, José Luis Castillejo ejerció responsabilidades
diplomáticas en Washington (secretario de la embajada en 1959), Argelia, Tierra
Santa, Alemania, Nigeria (embajador) y, finalmente, Houston, ciudad
norteamericana en la que actualmente reside con su segunda mujer tras su
jubilación del servicio diplomático, aunque pasa casi la mitad del año en
Madrid.
Por lo que respecta a su actividad artística esta comienza
durante su primera estancia en los EE.UU, es decir, a partir de 1959, época en
la que comenzó a coleccionar pintura de artistas como Tàpies o Millares, y entró
en contacto directo, a lo largo de las décadas de 1960 y 1970, con las obras y
artistas de la gran pintura occidental de aquel momento, fundamentalmente la
Escuela de París y la de Nueva York: Motherwell, Helen Frankenthaler, Rothko…, y
el influyente crítico Clement Greenberg, promotor de pintores como Jackson
Pollock y del expresionismo abstracto, y una de sus más importantes maestros,
pues según confesión del propio Castillejo, “Greenberg me enseñó que no bastaba
con ver y ver y ver, y que había que ver lo no dicho, lo no hablado, lo no
escrito, es decir, la forma o los arquetipos”. En ese tiempo también ejerció la
crítica de arte en la revista norteamericana Art International, en la que escribió
sobre Tàpies, Genovés o Roy Lichtenstein, textos que se reunieron en el libro Actualidad y participación (Tecnos,
1968), un ensayo sobre arte alejado por completo de la crítica al uso y dio a
conocer en español a artistas y posiciones desconocidas en nuestro
país.
Como creador, la visibilidad de José Luis Castillejo dio comienzo
cuando, a través de Pablo Serrano, entró en contacto con Juan Hidalgo y Walter
Marchetti, o dicho de otro modo, con el grupo Zaj, del que acabó formando parte.
Estando en el servicio diplomático en Argel, Castillejo invitó a Hidalgo a pasar
el verano en dicho país, y fruto de aquel tiempo de trabajo fue el terminar su
libro La caída del avión en terreno
baldío (1967), una autobiografía ficticia, una obra influenciada por el
propio Hidalgo, John Cage y el espacio oriental, que aún presenta residuos del
literalismo y espacio occidental, aunque, eso sí, intenta alejarse de la pura
literalidad. Esta autobiografía está resuelta a través de citas, palabras
sueltas, poemas visuales, frases que
deliberadamente denuncian un orden determinado y se sitúan al margen de
la sintaxis oficial y normalizada.
A este libro le siguieron otros de los
llamados “experimentales”: La
política (1968), The book of i’s
(1969), El libro de las 18 letras
(1972) o El libro de la letra (1973).
Entre La política y El libro de las 18 letras, Castillejo
realizó diversos libros (a los que en algún momento ha denominado “libros
perversos”) trabajos nunca editados y que fue regalando a sus amigos.
Más tarde, a mediados y finales de la década de 1970, se evidenció que
Castillejo se distanciaba de la experimentación creativa de su tiempo y como
autor comenzó a defender una nueva escritura alejada de la palabra hablada y del
resto de caminos expresivos normalizados (pintura, música, dibujo, caligrafía…),
centrándose en el signo desnudo, pero escrito. Para Castillejo “solo la
escritura no escrita, la de los arquetipos (según las ideas de Greenberg), es
inextingible porque no marca, sino que es el opuesto complementario de la
escritura. Nacen así las ideas, teorías y trabajos en torno a la escritura, o
mejor dicho, sobre la escritura no escrita, es decir, el otro lado de la
escritura escrita, un lado por lo general de naturaleza inconsciente”.
Para José Luis Castillejo James Joyce es el último y más grande de los
escritores antiguos, y con Gertrude Stein da comienzo la escritura moderna, ella
es la “madre fálica” de la escritura moderna. De Gertrude Stein el propio
Castillejo ha traducido obras como Autobiografía de Alice B. Toklas
(Bruguera, 1983).
Fruto de estas ideas y forma de trabajar son diversas
obras publicadas como, por ejemplo, La
escritura no escrita (1996), The book
of J’s (1999) y Tlalaatala
(2001). De La escritura no escrita
son muy significativos estos párrafos: “Empecé queriendo buscar a la escritura y
descubrí tantas cosas que no podían ya aceptarse como tales, entre ellas la
propia escritura (escritura escrita). Llegué a una escritura impropia (escritura
desplazada), pero no al vacío, no a la página en blanco idealista de Mallarmé,
sino a los fundamentos de la escritura, a la mancha, al grafismo y a lo no
escrito, a lo que ya no es escritura. O mejor dicho, a lo que ya no parece
serlo, ya no parece ser eso. Una escritura no escrita es una escritura que no
está ya escrita donde había de estar escrita. O no está ya escrita como había de
estar escrita. O no está ya escrita cuando había de estar escrita. Dentro es
donde había de estar escrita y no está escrita. Fuera es donde estaba o no estaba escrita y está o no está
ahora escrita”.
Además de los trabajos publicados mencionados en estas
líneas, José Luis Castillejo depositó en la Staatsgalerie de Stuttgart un buen
número de cajas que contenían muchos libros inéditos, entre otros, El libro de las cuatro figuras, El libro de
los tríos, El libro de las mitades, El libro del libro, El libro de los errores,
El libro de los rincones, El libro de la notación… En opinión de su autor,
algunas de estas obras han ganado con el paso del tiempo y otras,
irremediablemente, han perdido. Las obras “arquetípicas”, como El libro de las cuatro figuras y El libro de las mitades, “continúan
funcionando en profundidad y deberían ser publicadas”, ha dicho Castillejo. Por
el contrario, otros trabajos “han perdido con el paso del tiempo, resultan más
convencionales, más ‘flotantes’, menos profundos”, subraya el autor. Estas
desigualdades las achaca Castillejo a que entonces su obra “exploraba la crisis
de la escritura con los medios y conocimientos de los que disponía en ese
momento”, y hoy maneja otras ideas o ha profundizado en las anteriores a través
del estudio, por ejemplo, de las filosofías orientales o de la
psicología.
En estos momentos de su vida, con más de ochenta años de
edad, José Luis Castillejo se encuentra en plena madurez creativa e inmerso en
una etapa de fecundidad inusitada, produciendo nuevas obras (como Los últimos días, Maldoror, o Waterloo), ya imprescindibles en la
dilatada e insólita trayectoria de uno de los escritores y creadores españoles
más excepcionales del último medio
siglo.