Juan Antonio González Fuentes
Por las líneas de definición de una pantalla panorámica cóncava, desfilan con rocoso coraje –sólidos y erguidos- los más elevados peñascos gabachos, enfrentados en mítica pugna con las elásticas nubes, por hacerse con un lugar en el cada vez más concurrido espacio.
Pero, de pronto, sin mediar previo aviso, en la pantalla se hacen realidad protagonista otro tipo de enfrentamientos, otras luchas no menos titánicas y fieras, que tienen por abrupto escenario los peñascos franceses. Cabalgando hambrientos objetos mecánicos, vistiendo colores que hablan de sus escuadras y reinados, los hombres de la bicicleta endurecen hasta lo imposible sus extremidades de pedernal y llenan sus pulmones con el limpio oxígeno de los diosas rebeldes, para así poder pedalear sin descanso –con ritmo acompasado- e ir devorando metros y metros de reblandecido asfalto.
Perico Delgado
Para unos el objetivo es llegar a la cumbre los primeros, cruzar en primer lugar la línea imaginaria que separa, inexpresiva, el Todo de la Nada. Para otros lo importante es simplemente llegar, no verse vencidos ni por la carretera ni por sus propias debilidades.
Mientras, catedráticos, camareros, doctores, alumnos, conferenciantes..., contemplan con ojos desorbitados y corazón palpitante lo que se les ofrece en la pantalla. Sus miradas nadan furiosas entre las nubes producidas por el calor de los cafés con leche de la sobremesa, que rebosan esperando ser bebidos en algunas mesas olvidadas.
Todos los allí presentes entornan los ojos, se concentran y pedalean con la imaginación en un silencio acompasado: uno, dos, uno, dos, uno, dos..., agarrando, empujando con ardor la inmovilidad de los ancianos sillones del salón. La habitación se llena de magia. Decenas de maillots amarillos se enfrentan calladamente, vigilándose con sabiduría, desde la tibieza de los sillones, esperando el momento oportuno que les permita demarrar hacia las ilusiones perdidas.
(Este texto tiene casi veinte años de edad, concretamente diecinueve. Lo publiqué con 23 años a mediados del mes de julio de 1988 en la revista
Uiemepe, la Menéndez, publicación que un grupo de universitarios veinteañeros sacamos adelante aquel verano en la
Universidad Internacional Menéndez Pelayo. El texto me lo inspiró entonces una imagen que vi repetidas veces. A eso de las cuatro de la tarde, el salón del Palacio de la Magdalena en el que estaba instalada la televisión, se llenaba hasta arriba de profesores, estudiantes, famosos conferenciantes, políticos..., todos reunidos allí, junto a la cafetería, para, sentados en sillones, sillas, butacones o en el mismo suelo, contemplar con un café en la mano o una copa, los finales de etapa del
Tour de Francia. La escena era curiosísima, y jamás la he podido olvidar. Imagino que ahora mismo, en algún lugar del Palacio, se esté repitiendo la misma secuencia, las tardes de este mes de julio del año 2007, veinte años después. El Tour de 1988, el Tour de aquel verano lo ganó
Perico Delgado, hoy comentarista de la vuelta francesa en las retransmisiones de Televisión Española).
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NOTA: En el blog titulado
El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.