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viernes, 5 de diciembre de 2008
Ignacio Uría: ¡qué continúe la partida!
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[6984] Comentarios[1]
Nunca de manera más clara una foto, una sola imagen, ha revelado un desgraciada, triste y terrible realidad. Ignacio Uría jugaba a las cartas con sus propios asesinos encubiertos, con esos asesinos que, repito, ni disparan ni colocan explosivos, pero que con su silencio cobarde y claudicante, facilitan y consienten la muerte de hombres como Ignacio Uría, cuyo delito ha sido dirigir una empresa

Juan Antonio González Fuentes 

Juan Antonio González Fuentes

Hoy la portada del diario El Mundo publica dos fotos, a cual más estremecedora, más repugnante. En una se puede ver el cuerpo desnudo y rendido de un hombre de 71 años, Ignacio Uría, al que dos asesinos le han volado la cabeza. El cuerpo aparece rodeado de varias personas que certifican la muerte, que con la distancia de la profesionalidad atienden sus tareas: hacer fotos del cadáver, recoger restos en bolsas, comprobar desde un punto de vista médico que la muerte ha tenido lugar, que los asesinos han logrado, una vez más, el éxito buscado.

La segunda fotografía a mi me parece aún más repugnante, más perversa, más reveladora, más vomitiva, más dramática. Muestra a un grupo de cuatro hombres de algo más que mediana edad, sentados en torno a una mesa y jugando a las cartas sobre el consabido tapete verde. Otros cuatro hombres observan la partida junto a ellos, y al fondo se ve cómo en distintas mesas se desarrollan más partidas. Dos de los hombres, lo más próximos al fotógrafo, miran directamente a la cámara con rostros entre sorprendidos e inexpresivos.

Todos ellos eran compañeros de juego del asesinado, de Ignacio Uría. Todos ellos esperaban al muerto para jugar la tradicional partida al tute de después de comer, esa costumbre tan española. Todos los parroquianos de la cafetería en la que se desarrolla la escena, todos sin excepción, los del primer plano y los del fondo, todos, saben que el cuerpo de Ignacio Uría yace tendido en el suelo con un tiro en la cabeza a apenas 200 metros de donde juegan a las cartas con la indiferencia de quienes han sufrido un pequeño contratiempo.



ETA asesina al empresario vasco Ignacio Uría Mendizábal (vídeo colgado en YouTube por vnews)

Ninguno de estos hombres llora, ninguno está derrumbado, ninguno grita desesperado, ninguno muestra ningún dolor, ningún sentimiento. Ninguno profiere gritos ni insultos contra los asesinos de su amigo, ninguno se ha encaminado al ayuntamiento del pueblo para enfrentarse cara a cara con los niñatos aberchales de ANV que dirigen la municipalidad. Todos, con cara de circunstancias, continúan la partida.

Lo más seguro es que uno por uno, individualmente, ninguno sea un mal hombre, ninguno sea un canalla, ninguno sea un tipo indecente de arriba a abajo. Es más, casi todos serán honrados padres de familia jubilados y con una trayectoria sin conflictos, dedicados durante toda la vida al trabajo, a sacar adelante a la familia. Pero como pueblo, como integrantes de una comunidad, de un colectivo, de una sociedad..., todos ellos, uno por uno, nombre a nombre, rostro a rostro, jeta a jeta, todos sin excepción son gentuza, son repugnantes, son cómplices directos de los asesinos, son asesinos, aunque jamás en la vida hayan apretado un gatillo, hayan colocado una bomba, o hayan señalado un objetivo. Todos ellos, todos los que juegan en el bar a 200 metros del muerto, todo el pueblo sin excepción de Azpeitia son una comunidad de acobardados asesinos. Matan, asesinan con su silencio y su radical estulticia cabizbaja. Son asesinos mansos. Un pueblo de cobardes, de castrados consentidores.

Nunca de manera más clara una foto, una sola imagen, ha revelado un desgraciada, triste y terrible realidad. Ignacio Uría jugaba a las cartas con sus propios asesinos encubiertos, con esos asesinos que, repito, ni disparan ni colocan explosivos, pero que con su silencio cobarde y claudicante, con su silencio aterrador y cómplice de cabestros, con su mirar hacia otro lado durante años y años, facilitan y consienten la muerte incluso de quien jugaba con ellos como un más, sin esperar ni sospechar esta traición execrable de silencio.

La culpa de que los asesinos de ETA sigan existiendo la tienen los vascos. Antes, hace años, esta podía ser una opinión. Hoy, tras 40 años de asesinatos, extorsiones, chantajes, secuestros..., es sencillamente un axioma, una verdad de todo punto irrefutable. ETA existe porque existen tipejos como los de la foto, porque existen parroquianos indecentes e indeseables que, ocurra lo que ocurra, siempre continúan jugando a las cartas, a sus propias cartas, ya para siempre sucias, manchadas de sangre.

***

Reseña de Juan Antonio González Fuentes en el número de diciembre de Ojos de Papel:

-After Dark, libro de Haruki Murakami


NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.


Comentarios
15.12.2008 17:34:48 - Ricardo



Gracias Tono.










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