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Tropas de El Salvador en Irak

Tropas de El Salvador en Irak



Napoleón Campos es especialista en temas internacionales

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Francisco Flores

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Geoge W. Bush

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José María Aznar

José María Aznar


Tribuna/Tribuna internacional
Tropas de El Salvador en Irak. 2003-200?
Por Napoleón Campos, lunes, 3 de septiembre de 2007
En mi última colaboración para Ojos de Papel (13 de enero de 2004 --véase último link), comenté la irresponsabilidad de los gobiernos de EEUU y España quienes, tras la reunión de las Azores, empujaron a cuatro gobiernos latinoamericanos -República Dominicana, Nicaragua, Honduras y El Salvador- a sumarse a la invasión de un país sin vínculos históricos con la Cuenca del Caribe.
Para el caso de los centroamericanos la argumentación fue draconiana. El presidente Aznar les dijo a sus homólogos, durante el diálogo de julio de 2003, que los conflictos de sus naciones eran página pasada y que ya se encontraban preparados para asumir compromisos internacionales. A cuatro años vista, sigo convencido de mi posición en aquel momento: si alguna moneda de cambio le era exigida a estos países por la ayuda recibida del exterior para su reconstrucción (pos-bélica, huracanes, terremotos), esa moneda no debía ser el envío de tropas a Irak porque las heridas de sus propios conflictos estaban frescas, abiertas, no sólo en el plano militar sino humano, social, político, mental y espiritual.

El caso de Nicaragua era el más ilustrativo tan solo desde el ángulo armamentista: desplegó soldados a Irak cuando su propio territorio no estaba limpio de minas antipersonales, y de hecho al 2007 no lo está aún. Nicaragua fue el país más minado de la Cuenca del Caribe durante la turbulencia de los años ochenta. El último informe del programa de destrucción de minas de la Organización de Estados Americanos (OEA) ha cifrado en alrededor de 148 mil las minas que fueron desplegadas en Nicaragua. El reporte establece que permanecen funcionales entre 13 mil a 14 mil. Son 960 las víctimas registradas por minas antipersonales desde que la guerra en Nicaragua concluyó hace 17 años.

Como sabemos, el cambio de gobierno en Madrid que desembocó en el retiro de sus tropas en Irak bajo cuyo mando se encontraban los soldados de la Cuenca del Caribe, provocó el repliegue inmediato de los dominicanos, hondureños y nicaragüenses. El presidente salvadoreño, Francisco Flores, decidió quedarse, convirtiéndose a partir de ese momento en el único país de todo el hemisferio americano que acompaña a EEUU en Irak. Un caso de la política internacional que merece un análisis separado.

A principios de 2004, los centroamericanos contabilizaron hasta 1280 efectivos en Irak: El Salvador 380, Honduras 368, Dominicana 302 y Nicaragua 230. Durante la presencia conjunta, El Salvador sufrió una baja mortal, el resto solo heridos por fuego enemigo y en operaciones no de combate. A julio de 2007, El Salvador acumula cinco bajas, más que Australia que aún mantiene 1500 efectivos (dos bajas) y Corea del Sur con 1200 soldados (una baja). El Salvador, en este renglón, sólo es superado por Polonia que ha sufrido 21 bajas y quien aún mantiene 900 efectivos y Dinamarca con siete bajas acumuladas y que permanece con 460 militares.

Lo más crudo que se desveló tras el primer soldado muerto en Irak fue que el despliegue de la tropa salvadoreña se ejecuta con los impuestos de los contribuyentes, EEUU financia el traslado y los fondos para las “obras de reconstrucción” a la que son destinados los militares. Lo más doloroso para la población fue saber que la pensión que reciben las familias de los soldados fallecidos igualmente proviene del fondo ordinario del ejército nacional en nada comparable con las pensiones por muerte de los soldados estadounidenses, como se pensó que así iba suceder. En suma, como se dice aquí, nuestros soldados son en la coalición en Irak “tropa de segunda categoría”.


LAS CIRCUNSTANCIAS ACTUALES


Los sondeos de opinión pública en El Salvador señalan, reiterativamente, que la proporción de personas contrarias a la presencia de tropas en Irak oscila entre el 70 y 80 por cien de los encuestados. Un porcentaje altísimo y superior al que en la actualidad indican las encuestas dentro de EEUU donde la proporción máxima alcanza el 65 por cien de los ciudadanos.

Sin embargo, a diferencia de las democracias avanzadas, en El Salvador los errores de política exterior no pasan factura en la política doméstica. El 2006 hubo elecciones intermedias, legislativas y municipales, pero el partido en el gobierno desde 1989, quien tomó la decisión de sumarse a la coalición invasora en Irak, no recibió ningún varapalo. Por el contrario, ARENA se agenció más escaños en el parlamento respecto a la elección anterior a tal punto que le arrebató la mayoría relativa a su principal rival de oposición, el FMLN, que a estas alturas es un controversial remanente de la audaz insurgencia y sus aliados civiles.

La presencia de las tropas salvadoreñas se ha mantenido a lo largo del actual gobierno 2004-2009, a razón de un batallón por semestre. En su decurso, ha logrado con EEUU revalidar cada 18 meses un estatus especial de protección a los emigrantes que data de marzo de 2001, quienes conforman el segundo grupo ilegal latinoamericano después del mexicano. Se trata de una cuota de 230 mil. Un estatus que tras el fracaso reciente de todos los proyectos de reforma migratoria en el Senado, se vuelve vital para El Salvador pues encabeza el ranking por habitante de recepción de remesas en todo el hemisferio americano (este 2007, por lo menos US $ 3700 millones ingresarán a un país de casi 6 millones de habitantes, según el último censo poblacional).

En segundo término, el 1º de marzo de 2006, El Salvador se convirtió en el primer país para el que entró en vigor el tratado comercial con EEUU al que fue sumada República Dominicana (CAFTA-DR), el cual será ratificado o no en referéndum por Costa Rica el 7 de octubre próximo, pero dado que el acuerdo fue suscrito por separado con EEUU no afecta el desenlace costarricense al tratado en su conjunto. Su ratificación en El Salvador fue polémico, un madrugón legislativo, y sigue siendo exhibido a la opinión pública como la panacea para el déficit de crecimiento económico del país. A año y medio de operación están por conocerse las primeras evaluaciones independientes sobre la realidad del CAFTA para El Salvador.

Y, finalmente, pero no menos importante, El Salvador fue seleccionado por la Corporación Cuenta del Milenio del gobierno de EEUU, establecida en enero de 2004, como donatario de US $ 461 millones orientados a “reducir la pobreza por medio del crecimiento económico”, para un lapso de cinco años. Esta iniciativa es ajena a los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU, y a la fecha ha elegido a 23 naciones de renta baja y media como receptores de estos fondos, en América Latina, Europa Oriental, África, Medio Oriente, y el Pacífico Occidental. Los primeros desembolsos para El Salvador, clasificado como de “renta media”, ya están siendo ejecutados en lo que se conoce como la Zona Norte, justamente donde se entronizó con enorme poder la insurgencia durante la guerra civil. La Zona Norte, fronteriza casi en su totalidad con Honduras, es considerada como el área crónicamente más pobre, abandonada y excluida del país. Comprende 92 municipios, un tercio del diminuto territorio nacional de 21 mil kilómetros cuadrados y 850 mil habitantes.

Honduras, Nicaragua, República Dominicana y El Salvador coinciden en los mismos intereses de cooperación, migratorios y comerciales con Washington. Los tres centroamericanos, desde la catástrofe del huracán “Mitch” de 1998, cabildean políticamente juntos en EEUU particularmente sobre el tema migratorio. Convergen además con EEUU en el combate al crimen transnacional organizado y particularmente las pandillas –cuya franquicia mas sonada es la Mara Salvatrucha MS-13-que han estructurado un cártel propiamente dicho desde las principales ciudades de EEUU hasta el centro de América.

En el tema migratorio, Honduras y Nicaragua han cerrado el pasado 30 de julio la reinscripción a su estatus temporal por 18 meses más, es decir, hasta enero de 2009 fecha en la que la Casa Blanca tendrá un nuevo o nueva residente. Para Honduras es una cuota de 78 mil y para Nicaragua de 4 mil. La escasa cuota para los nicaragüenses se explica porque recibieron durante la Administración Clinton una cuota de 150 mil bajo el acta de 1997 conocida como NACARA que tras el huracán “Mitch” de 1998 extendió su periodo de inscripción hasta el primer trimestre del 2000.

Por su parte, los dominicanos que tradicionalmente conformaron el segundo grupo latinoamericano más importante hasta los ochenta, si bien ha sido desplazado por los salvadoreños, en el censo de 2000 de EEUU fueron contabilizados en aproximadamente tres cuartos de millón entre legales e ilegales, esto es, más del dos por cien del total de inmigrantes de origen latino en aquel momento. El grupo dominicano es uno de los más experimentados en materia de legalización y naturalización por los canales ordinarios. Su importancia relativa en EEUU ha disminuido también por la orientación de una parte de su flujo migratorio hacia Europa, tendencia que no experimentan los centroamericanos.

En el ámbito comercial, los gobiernos de estas naciones igualmente consiguieron lo suyo bajo el CAFTA-DR. Para Honduras y Nicaragua el tratado comercial entró en vigor el 1º de abril de 2006, y para República Dominicana el 1º de marzo de 2007. El desaire para Washington de replegar sus tropas de Irak no afectó, como puede apreciarse, la conquista de estas metas. Finalmente, Honduras y Nicaragua, clasificados como naciones de “renta baja”, fueron seleccionados dos años antes que El Salvador para ser donatarios de la Cuenta del Milenio. Honduras fue beneficiada con US $ 215 millones y Nicaragua con US $ 175 millones, para ser ejecutados en un periodo de cinco años. La excepción la hace aquí República Dominicana que no está por lo pronto entre los beneficiarios de la Cuenta ni en un listado de potenciales beneficiarios.

¿Por qué El Salvador hace la diferencia, entonces? Si en términos generales estas naciones del vecindario convergen en los mismos intereses y han recibido prácticamente las mismas ventajas en su relación bilateral con EEUU, ¿qué explica que el presidente Antonio Saca de El Salvador haya anunciado el 15 de julio pasado el envío del noveno batallón a Irak? ¿Está dispuesto este presidente a abandonar Irak hasta que EEUU lo haga o se lo indique? ¿Qué explica este comportamiento político tan peculiar que excede las muestras promedio de lealtad y fidelidad?

Si las circunstancias presentes no permiten responder satisfactoriamente estas interrogantes, posiblemente las explicaciones se encuentren en la profunda historia de las relaciones bilaterales entre El Salvador y EEUU.


LA HISTORIA


Tres semanas después del inicio de la invasión a Irak, el presidente Bush visitó Centroamérica. La reunión con los presidentes de la región fue en San Salvador. Aznar, en realidad, terminó de sellar el compromiso sobre las tropas que Bush definió en abril. Aznar reforzó la confianza de la decisión, al anunciarles el despliegue de tropas españolas y la familiaridad del idioma al estar bajo su mando.

En la conferencia de prensa, Bush llamó entonces a Flores, en un dubitativo castellano, “mi amigouu” (mi amigo). A renglón seguido, Flores expresó lo siguiente: “He tenido algunos honores en mi vida, pero nunca había tenido un honor tan alto como que el presidente Bush me llame su amigo”.

Esta escena retrata a cabalidad 70 años de historia.

Woodrow Wilson sucedió a William Taft en la Casa Blanca en 1913. Taft fue quien autorizó en 1909 el desembarco de marines en Nicaragua (más de 3 mil), constituyendo, a esas alturas del Siglo XX, la intervención militar más importante de EEUU en tiempos de paz o de guerra no declarada. Wilson introdujo como piedra angular de su política exterior el “no reconocimiento” a gobiernos de facto, independientemente si los golpistas se declararan amigos o no de EEUU. Wilson, por ejemplo, nunca reconoció los gobiernos que se sucedieron en Rusia después de la caída del régimen zarista en 1917; por el contrario, tras el asesinato del destronado zar Nicolás II y su familia en julio del siguiente año, Wilson ordenó desembarcar 7 mil marines en Vladivostok, la legendaria ciudad del Lejano Oriente ruso, los cuales se mantuvieron allí hasta 1920 interviniendo directamente junto con tropas británicas en la guerra civil rusa que concluyó con el triunfo de los bolcheviques y la proclamación de la URSS en 1922.

William Harding sucedió a Wilson en 1921, logrando en 1923 entronizar en América Central, como instrumento de derecho internacional, la doctrina del “no reconocimiento” con el “Tratado General de Paz y Amistad” que se firmó en Washington. El Art. 2 del tratado estableció que ningún ministro de Estado, oficial de gobierno del Ejecutivo o un alto comandante militar iba a ser reconocido como nuevo gobernante si se encontraba en funciones en un periodo de seis meses o menos al momento del golpe.

Esta doctrina aplicó el presidente Herbert Hoover cuando el vicepresidente salvadoreño, el Gral. Maximiliano Hernández Martínez, derrocó al presidente civil Arturo Araujo el 2 de diciembre de 1931. El día de la Nochebuena el Departamento de Estado emitió un comunicado en el que estableció que Washington no reconocería al general golpista. Investigaciones archivísticas recientes han permitido saber que algunos funcionarios propusieron deponer al militar. Sin embargo, una rebelión indígena y campesina de machetes que estalló el 22 de enero de 1932 cambió el curso de los planes estadounidenses.

Si bien fue una rebelión por hambre, en aquel contexto de largo estancamiento del capitalismo mundial que tocó fondo en 1929 agudizado en las economías mono-agro-exportadoras como la de El Salvador basada en el café, el nuevo dictador junto con la oligarquía criolla y la capa media urbana de San Salvador se encargaron de presentarla al exterior como una “conspiración comunista”. La participación de filo-bolcheviques locales en la revuelta fue mínima como los mismos diplomáticos de EEUU reconocieron en sus reportes, y tal como fue ulteriormente testimoniado por los comunistas sobrevivientes. La rebelión desbordó las capacidades de organización, logística y conducción del partido comunista fundado en 1930 y de otra entidad relevante de aquel entonces, el Socorro Rojo Internacional, liderada por el héroe nacional Farabundo Martí, uno de los principales lugartenientes de Sandino en Nicaragua en la resistencia contra las tropas estadounidenses.

No hay un acuerdo sobre las cifras de la matanza, pero los estimados más confiables la sitúan en 20 mil asesinados por la represión gubernamental y las “guardias blancas” de los terratenientes, en una nación entonces de apenas millón y medio de habitantes. Comparativamente, fue el segundo baño de sangre más trascendental en América Latina después de la Revolución Mexicana que dejó dos millones de pérdidas humanas en una nación de 19 millones de habitantes. El dictador se la jugó ante la potencia. Estaba sin reconocimiento pero no estaba sólo. El resto de dictadores de la región esperaron pacientes un giro político y diplomático. Por fin este llegó, curiosamente desde Londres cuando la Foreign Office reconoció a Hernández Martínez en septiembre de 1933. El paso siguiente era uno y único: denunciar el tratado de 1923, es decir, retirarse del mismo. Costa Rica tomó la delantera al denunciarlo el 23 de diciembre siguiente. El dictador salvadoreño lo hizo poco después, y Guatemala, Honduras y Nicaragua lo hicieron simultáneamente el 24 de enero de 1934. Ya sin opciones, Franklin Roosevelt, que había relevado a Hoover en marzo de 1933, lo denunció dos días después.

Este episodio marcó el inicio de una nueva era de las relaciones entre la Cuenca del Caribe y EEUU. Con el reconocimiento al golpista salvadoreño, Roosevelt sepultó la doctrina de Wilson de más de dos décadas. Fue el primer gobernante de facto en ser reconocido, abriendo la compuerta para el reconocimiento habitual por EEUU de golpistas anti-comunistas pero sobretodo anti-demócratas, sanguinarios y corruptos, como lamentablemente sucedió el resto del Siglo XX.

Hernández Martínez siguió siendo un dolor de cabeza para EEUU. Afincado en el poder sin cuestionamientos externos, mostró sus simpatías por la expansión del militarismo japonés, el fascismo italiano y el nazismo alemán. Ese mismo año de 1934, El Salvador reconoció al gobierno títere de Manchuria en el que los japoneses invasores colocaron a Pu Yi, el último emperador dinástico de China destronado en 1911. Sin embargo, los ataques a Pearl Harbor de diciembre de 1941 forzaron al dictador a declararle la guerra a las potencias del Eje, declaratoria que El Salvador mantuvo después que Hernández Martínez fuera derrocado por una huelga popular en 1944, la cual fue aprovechada por los oficiales de menor graduación para reproducir la dictadura militar.

Pearl Harbor constituye un punto de inflexión para la política hemisférica, muy semejante al 11-S en términos del respaldo incondicional e irrestricto del hemisferio a EEUU ante ataques externos. A partir de Pearl Harbor, El Salvador siguió al pie de la letra las grandes decisiones de Washington. Acompañó a EEUU en la Declaración de las Naciones Unidas del 2 de enero de 1942, que dio apoyo a la Carta Atlántica de agosto de 1941 suscrita entre Roosevelt y Churchill, con anterioridad al ataque de Pearl Harbor. En el despegue de la Guerra Fría, a pedido de Washington, El Salvador fue de los primeros países en reconocer el Estado de Israel en 1948, facilitó su ingresó a la ONU un año después y hasta el 2006 mantuvo su embajada en Jerusalén; en 1950, reconoció a la “República de China en Taiwán”, reconocimiento que por cierto perdura a la actualidad desconociendo la legitimidad retornada por la ONU a Pekín en 1971.

Afianzada la dictadura y su ejercicio de poder en nombre de la oligarquía criolla, con el respaldo absoluto de Washington, sin ningún respeto por los derechos humanos y al desarrollo democrático, se configuró en la mentalidad de estas elites militares, políticas y económicas que el porvenir de El Salvador estaba enmarcado casi exclusivamente en la relación con EEUU y que era deber nacional apoyar incondicionalmente a la potencia en sus asuntos exteriores. El nivel superior de las siguientes generaciones de estas elites fueron (y siguen siendo) educadas en EEUU, y ya no más en Europa. Igual ocurrió con el adiestramiento en contrainsurgencia de los nuevos oficiales de las Fuerzas Armadas.

La pintura de Flores y Bush fue una más de un continuum de imágenes acrisoladas por décadas. El desafío armado de las masas en El Salvador atizó esta valoración en quienes vieron amenazado seriamente, y por vez primera, su poder establecido. Los excesos, por consiguiente, emergieron a la superficie con frecuencia y desbordaron progresivamente las fronteras de clase social. El presidente Napoleón Duarte, en plena guerra civil (octubre 1987), besó una bandera estadounidense en la Casa Blanca cuando visitó al presidente Ronald Reagan. Duarte, un ingeniero graduado en la Universidad de Notre Dame (Indiana), fue un demócrata-cristiano de clase media surgido en los años sesenta en un contexto antimilitarista y de centro-izquierda pero que desembocó al final de su existencia política y vital como un aliado ciego de EEUU en el último estertor de la Guerra Fría.


PERSPECTIVAS


En la entrevista que concedió el Ministro de Defensa de El Salvador, Gral. Otto Romero, al departamento de prensa del Comando Central de la coalición en Irak durante su quinta visita realizada en mayo de 2006, afirmó que lo más importante para sus tropas tras cuatro años de presencia es que “el pueblo de Irak ama a nuestros soldados porque se mezclan con ellos. La gente llama a nuestro soldados “sadiki” (la palabra “amigo” en Irak) por su manera natural de relacionarse con ellos”. A la interrogante sobre qué mensaje deseaba él que recibiera el pueblo estadounidense a propósito de su acompañamiento a EEUU en Irak, contestó:


“La principal razón (del por qué estamos aquí) es que EEUU y El Salvador han sido amigos a través de la historia. En los ochenta, EEUU fue el único país que le tendió una mano a El Salvador para luchar contra el comunismo internacional. El entonces presidente Reagan fue un héroe para nosotros. EEUU no dudó en ayudarnos para no caer en las manos de los terroristas, como pasó en Nicaragua. Un día, Fidel Castro dijo: “Tomaré el desayuno en Nicaragua, el lunch en El Salvador y la cena en Guatemala”. Nosotros logramos ponerlo a dieta. El no fue capaz de tomar el almuerzo en El Salvador…Nosotros apreciamos históricamente que tenemos amigos en EEUU”.


El presidente Saca ha enviado a mediados de agosto el noveno batallón. Seguro habrá un décimo batallón salvadoreño el primer semestre de 2008. Pero, yo albergo dudas razonables si habrá un onceavo, considerando la evolución político-electoral en EEUU en la que la guerra en Irak es uno de los grandes temas. Este conflicto configura en buena medida las alternativas competitivas tanto del Partido Demócrata como del Republicano, y el cierre, con más pena y sin gloria, de la Administración Bush.

Los demócratas, luego de ser vencidos por el veto presidencial y la falta de mayoría calificada en las dos cámaras para establecer un calendario de retirada de Irak, se apuntaron el 25 de julio pasado una importante victoria al aprobar la cámara baja, por 399 votos contra 24, la prohibición a que se instalen en Irak bases militares permanentes de EEUU. Los republicanos se vieron sin chances bajo esta lógica y se sumaron al proyecto de ley. El decreto asegura que EEUU no se va a quedar en Irak

No creo que el gobierno salvadoreño se arriesgue a permanecer en Irak si la perspectiva de un triunfo demócrata va teniendo asidero real para noviembre de 2008, y por consiguiente se dibuje en el horizonte un nuevo enfoque sobre el conflicto desde Washington. Esperar a que EEUU, bajo una administración demócrata, se retire de Irak puede ser contraproducente electoralmente para el partido oficial pues aquí habrá elecciones el primer trimestre de 2009, legislativas (enero) y presidenciales (marzo).

La presencia de tropas salvadoreñas en Irak no ha desgastado electoralmente al partido en el gobierno, sin embargo el riesgo puede emerger bajo este muy probable contexto. El propio presidente Saca ha emitido una tibia señal al anunciar que los efectivos a partir de este batallón disminuyen a 300. “El noveno contingente viajará con menos soldados a Irak. Esto va en la línea de ir reduciendo poco a poco las tropas que tenemos en Irak, en la medida que vaya normalizándose la situación”, dijo Saca.

Todos sabemos que la “situación” para nada se está normalizando en Irak. Por el contrario, la vorágine sigue cobrándose la vida a diario de decenas de civiles, las fuentes de violencia se han multiplicado, y la estrategia de intervención se ha empantanado para EEUU y Gran Bretaña. Londres, bajo el nuevo liderazgo del primer ministro Gordon Brown, parece haber marcado el plan de salida de sus 5500 efectivos. Así se rumora que se lo afirmó Brown al presidente Bush cuando se encontraron por vez primera en suelo estadounidense el 29 de julio.

¿Cuál será entonces el epílogo de este relato salvadoreño? ¿Cómo y cuándo será el desenlace? Prometo en mi siguiente colaboración a Ojos de Papel narrarles el fin de la historia.
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