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Rafael Poch-de-Feliu: <i>La actualidad de China. Un mundo en crisis, una sociedad en gestación</i> (Crítica, 2009)

Rafael Poch-de-Feliu: La actualidad de China. Un mundo en crisis, una sociedad en gestación (Crítica, 2009)

    TÍTULO
La actualidad de China. Un mundo en crisis, una sociedad en gestación

    AUTOR
Rafael Poch-de-Feliu

    EDITORIAL
Crítica

    OTROS DATOS
Barcelona, 2009. 677 páginas. 29,90 €




Reseñas de libros/No ficción
Rafael Poch-de-Feliu: La actualidad de China. Un mundo en crisis, una sociedad en gestación (Crítica, 2009)
Por Andrea Donofrio, miércoles, 1 de julio de 2009
El libro de Rafael Poch-de-Feliu, La actualidad de China. Un mundo en crisis, una sociedad en gestación, nace de su experiencia directa de vida en un país tan complejo como heterogéneo y de su afán de relacionarse con los ciudadanos de este “país-mundo”. El objetivo del libro es ir “más allá del tópico y del prejuicio”, evitando “filias o fobias” y trazando una imagen de China diferente a la que solemos tener. La visión común de China suele ser una mezcla de “admiración” por su elevado crecimiento económico, junto a un profundo “miedo-respeto” por la amenaza que supone el resurgir chino. Sin embargo, según el autor, el espejismo crecimiento-amenaza sirve para elevar a China a paradigma y síntesis de la actual crisis económica, ya que el país expresa y contiene en sí mismo los elementos, los dilemas y los problemas mundiales.
La sociedad china sujeta los anhelos e intentos de la mayoría pobre del mundo por dejarlo de ser y, al mismo tiempo, se consolida como un referente imprescindible para el mundo “desarrollado”: la peor relación mundial entre población y recursos (el 6% de la superficie cultivable del mundo debe abastecer al 22% de la población mundial), un desarrollo esquizofrénico que intenta conjugar industrialización y des-industrialización, un equilibrio económico precario y volátil que se rige sobre el uso de recursos agotables y una elevada contaminación son algunos de los elementos característicos de este país.

Además, China aguarda un contexto político difícil, donde la exigencia de transformación es particularmente advertida pese a ser considerada arriesgada. El sistema político chino parece consciente de su profunda imperfección y anhela cambios más por necesidad que por convicción. Sin embargo, la centralización del poder y la toma de decisiones de forma relativamente colectiva la colocan políticamente distante de las democracias occidentales, pero distante también de las típicas dictaduras. Se trataría más bien de un “despotismo benevolente”, que deberá resolver una complicada reforma que disuelva el actual monopolio de poder e institucionalice una formula político-administrativa más pluralista, que contemple mecanismos de rotación y releve en el poder.

La dificultad a acercarse e introducirse en el análisis de China no sólo es debido al tamaño y complejidad del país, sino, sobre todo, al hecho de que nos encontramos frente a una sociedad en gestación dentro de un contexto mundial de crisis

Para el futuro, resulta evidente la necesitad de superar el régimen vigente, un “socialismo con características chinas”, caracterizado por el capitalismo neoliberal en economía y un comunismo atípico en política. De momento, a pesar de que capitalismo y comunismo deberían colocarse en las antípodas, en China conviven como parte de una estrategia de desarrollo animada por el deseo de salir de la miseria y del retraso.

El resultado es un libro distinto, un largo reportaje donde no se describe la China convencional o mejor dicho no se limita sólo a eso, sino que se trata de un intento de conferir al lector las herramientas para entender “la actualidad de China”, una nueva sociedad en un viejo país. La dificultad a acercarse e introducirse en el análisis de China no sólo es debido al tamaño y complejidad del país, sino, sobre todo, al hecho de que nos encontramos frente a una sociedad en gestación dentro de un contexto mundial de crisis. Se trata de un país que comprende la necesidad de plantearse un cambio de valores y pautas necesarios para volver a ser grande.

No hay que olvidar que China cuenta con la tradición política más longeva, la más antigua del mundo -como si todavía existiese el Imperio Romano-. Este elemento, que a primera vista puede parecer un detalle irrelevante, representa un condicionante del desarrollo chino, ya que el respeto de las tradiciones constituye un tema muy presente e impide una ruptura neta con lo tradicional y sagrado en favor de una nueva sociedad. Por eso, el autor augura una combinación de la tradición confuciana del gobierno de élites sabias y virtuosas con los valores democráticos de pluralismo y participación popular.

Rafael Poch invita el crítico observador occidental a asumir una posición más objetiva, que no sea ni paternalista ni discriminatoria, ni predeterminada, y que resista a la tentación de politizar todo lo que ocurre en China

El libro analiza también las relaciones con los catorce estados fronterizos de China, entre ellos, países en serias crisis como Afganistán, Pakistán, Corea del Norte o Birmania. De particular interés resulta el análisis sobre la relación con Taiwán, cuya situación es definida como la herencia de una guerra civil inconclusa complicada por la guerra fría. A lo largo de estas páginas se subraya la “paradoja” de cómo las injusticias y opresiones internas no se corresponden con un impulso agresivo en el ámbito exterior. El arsenal nuclear chino, el más pequeño de las cinco potencias nucleares “originales”, se encuentra hoy en el mismo estadio que en los años ochenta y nunca ha sido puesto en estado de alerta.

Como subraya el autor, el libro no intenta “explicar China”, sino únicamente mostrarla tal como la vivió a lo largo de su estancia en el país. Por eso, Rafael Poch invita el crítico observador occidental a asumir una posición más objetiva, que no sea ni paternalista ni discriminatoria, ni predeterminada, y que resista a la tentación de politizar todo lo que ocurre en China. Cuando se habla de China y de sus carencias e insuficiencias, hay que tener en cuenta su contexto, evitando trivialidades y buscando la perspectiva necesaria para ponerlo todo en su sitio. Superar los prejuicios culturales, evaluar un país más allá de los estereotipos o tópicos exportados, no caer en la difidencia actual respecto al diferente, intentando sobresalir de la actual rivalidad comercial o de la mentalidad colonial europea, representan tareas difíciles pero necesarias.

China representa un país fascinante, rico en sabiduría y sugestión: su ascensión no debe ser considerado con prejuicios o miedos prefabricados, sino de forma pragmática y moderada. Por su parte, el país debe ser consciente de su potencial y de su importancia en el mapa geo-político-económico mundial, corrigiendo algunos de los grandes errores actuales, endógenos a su desarrollo: los altos niveles de contaminación, el abuso de energías agotables, la elevada dependencia del exterior, la desigualdad interior, la censura y algunas limitaciones a la libertad de prensa. China debe entender que puede representar un modelo alternativo para afrontar la crisis global, alcanzando un “modus vivendi” sostenible para su población y desarrollando un modelo económico válido dentro de un proceso de cambios políticos graduales. Sin embargo, representa una operación a largo plazo ya que, en la actualidad, resulta difícil imaginarla como factor de estabilidad e integración mundial. China es un país en transición, cuyo punto de llegada nos interesa y afecta a todos.



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