Contra su fama de buenos abogados, los panistas han manejado el golpe
contra Hank con más torpeza que la de Fox y su equipo cuando intentaron impedir,
también por medio de la procuración de justicia, que Andrés Manuel López Obrador
fuera candidato presidencial.
El odio los está cegando. Enviados a la
presidencia del PAN para agraviar a los priistas, Germán Martínez y César Nava
terminaron en sendos fiascos y su partido perdió la mayoría en la Cámara de
Diputados. Luego siguieron Javier Lozano y hasta el bueno de Lujambio, pero el
priismo continúa allí. Quizá por eso el presidente Calderón creyó oportuno
acusar al “régimen autocrático del pasado” en una sorprendente reseña de
70 años de
política mexicana en 64 palabras, durante una
ceremonia
de graduación en Stanford.
No se entiende por qué el panismo
mantiene la transición democrática en el mismo punto que la había dejado Ernesto
Zedillo
La embestida cierra espacios al
diálogo político aunque el gobierno considera urgentes varias
reformas que
califica de “estructurales". Su calendario electoral
parece haberse superpuesto al calendario político y ha empezado a denunciar al
PRI como “un peligro para México”. Es muy extraño porque no hay indicios de que
estén cerrados los canales de comunicación con el PRI ni motivos que expliquen
la aparente decisión de gobernar sin el PRI o contra el PRI.
Si el
presidente está convencido de lo que dijo en Stanford, no se entiende por qué el
panismo mantiene la transición democrática en el mismo punto que la había dejado
Ernesto Zedillo.
Una explicación es que el PAN no hizo la transición ni
participó en los movimientos sociales que la forzaron. La transición fue hecha
desde el poder priista; la inició en 1977 el presidente José López Portillo con
don Jesús Reyes Heroles y alcanzó su punto más alto con los cambios
constitucionales y legales de 1996, promovidos por el presidente Ernesto
Zedillo.
Ambos presidentes actuaron forzados por la presión de la
sociedad: los estudiantes de 1968 y sus mártires; las víctimas de la “guerra
sucia” de los años setenta; las clases medias despojadas de sus casas y
automóviles por la crisis de 1995; la insurrección no resuelta en Chiapas. En el
ínterin, el presidente Salinas había promovido dos reformas electorales en pocos
meses para calmar a los partidos de oposición y evitar que se montaran en el
movimiento indígena.
El PAN se subió al tren de la
transición democrática, se apropió de la bandera y la frenó cuando llegó al
poder
El presidente Zedillo hizo uso de todas
sus facultades escritas y no escritas para forzar a la cúpula priista a aceptar
las exigencias de los principales partidos de oposición: PRD y PAN. Lo hizo, a
mi juicio, por tres razones: su desprecio por el priismo, su certeza de que el
sistema político era insostenible y su necesidad de despresurizar los reclamos
de la población.
El PAN se subió al tren de la transición democrática,
se apropió de la bandera y
la frenó
cuando llegó al poder.
¿Por qué?
Se nos
olvida que el PAN había negociado el reconocimiento al triunfo de Carlos Salinas
de Gortari a cambio de gubernaturas, espacios en las cámaras y privilegios
capitalizados principalmente por Diego Fernández de Cevallos. Él mismo, habiendo
derrotado al candidato del PRI en un debate televisivo, desapareció del
escenario político misteriosa, inexplicablemente, para reaparecer después de las
elecciones.
En el controvertido proceso electoral de 2006, el PRI fue
decisivo para que Felipe Calderón rindiera protesta ante el Congreso. Gracias a
eso, el país se ahorró la delicadísima controversia jurídica sobre si el
presidente electo puede asumir el cargo sin rendir la protesta constitucional y
se libró de la inestabilidad política adicional que ese debate habría provocado.
El PAN fue parte del sistema
político que condena y los presidentes panistas ejercen el poder a la más vieja
usanza del priismo, pero sin su eficacia
Esto
sugiere que el PAN fue parte del sistema político que condena y los presidentes
panistas ejercen el poder a la más vieja usanza del priismo, pero sin su
eficacia.
Si la alternancia ha significado más libertad de expresión y
autonomía de los poderes y de los gobiernos estatales, no es porque haya
cambiado la naturaleza del poder, sino porque el gobierno ha sido incapaz de
usar los controles de que dispone y prefiere judicializar la política.
Es cierto que Hacienda retrasa o suprime recursos a los gobiernos
estatales del PRI y la Sedesol moviliza a sus delegados para condicionar los
apoyos de Oportunidades y otros programas al voto por candidatos panistas. Pero
el gobierno no tiene control ni siquiera en su propio partido, y no por respeto
al PAN, pues es claro que nombra a los dirigentes y toma las decisiones básicas
como la fallida alianza con el PRD en el Estado de México. No controla a su
partido por
falta de
oficio político.
Quizá la frustración ha provocado
decisiones precipitadas que acaban en pifias, pero que de continuar en la
dirección que llevan, podrían provocar una fuerte división política del país,
precisamente cuando más se necesitan el diálogo y la construcción de consensos.