Reseñas de libros/No ficción
Jesús López-Peláez Casellas (coord.): "Historia breve de las islas Británicas" (Silex, 2006)
Por Inés Astray Suárez, domingo, 1 de abril de 2007
Este libro es lo que promete su título, es decir, una historia relativamente breve (440 páginas) de las Islas Británicas, empezando por las migraciones celtas a mediados del siglo V a.C. y terminando por la suspensión del referéndum sobre la ratificación del tratado de Constitución europea en 2006. Se trata, como reza el prefacio, de “un texto de consulta inicial”. Bajo la dirección de Jesús López-Peláez Casellas, profesor de la Universidad de Jaén, un grupo de anglistas se reparten la historia de lo que hoy conocemos como el Reino Unido de la Gran Bretaña en nueve etapas perfectamente definidas y ordenadas cronológicamente.
Cada capítulo va seguido por una cronología y una bibliografía básica y al final hay un extenso índice onomástico y temático. Podría servir de manual universitario. Confieso que la primera vez que lo vi en mi librería, en la sección de libros de historia donde estaba buscando, pensé (como la chica del anuncio de esa nueva bebida light supersaludable y probablemente asquerosa) “este es un libro que yo no necesito”.
En realidad, tal presunción sólo era casi cierta para la segunda mitad del libro, pero dado que empecé a leer disciplinadamente por el principio (no es indispensable, los capítulos pueden leerse perfectamente de forma independiente) pronto pude comprobar que mis conocimientos sobre la heptarquía anglosajona, sin ir más lejos, eran bastante más brumosos de lo que corresponde en persona se gana la vida enseñando historia. Esta lectura fue una ocasión muy agradable de actualizarlos. Me prometí a mi misma hacerme con otros títulos de la misma colección referidos a otros países.
Como se ha dicho los autores son anglistas, especialistas en lengua y literatura inglesa, vinculados a las Facultades de Filología Inglesa de Jaén y Granada. López-Peláez, el coordinador, destaca el hecho de que se basa en el estudio directo de los textos, siempre en su lengua original inglesa en cualquier etapa de su evolución: anglosajón, inglés medio, isabelino, etcétera
Evidentemente a medida que avanzamos en el tiempo nos vamos adentrando en terreno conocido. A poco que uno haya leído historia moderna y, particularmente, sobre historia contemporánea se ha tropezado con la de un país que siempre desempeñó en ella un papel protagonista. ¿Hay alguna forma de explicar las guerras napoleónicas sin mencionar a Gran Bretaña? ¿Tendría sentido hablar del imperialismo si no hubiese existido el Imperio Británico? ¿Se imagina alguien la famosa foto de la cumbre de Yalta sin Churchill y su sempiterno cigarro-puro?
La sociedad británica se ha convertido, de hecho, en paradigma de una serie de fenómenos característicos de ese periodo, hasta el punto de que la historia que estudiamos y enseñamos en los colegios y universidades invierte buena parte de su tiempo en explicar por qué en nuestro país la revolución industrial o el sistema liberal llevan tanto retraso con respecto a los ingleses (como si los raros no fueran ellos). Gran Bretaña es también un magnífico ejemplo de cómo se fueron creando las realidades nacionales de la Europa moderna, frente a “los otros” (en el caso británico, básicamente los franceses) y uniendo unas piezas (Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda) que unas veces encajan bien, otras no tanto. Es por último, el ejemplo quizá más significativo de ese dilema entre la conveniencia de construir una Europa fuerte, como alternativa a salvaguardar la propia cultura, y el horror ante la posibilidad de tener que conducir por la derecha o llevar un carné de identidad.
Como se ha dicho los autores son anglistas, especialistas en lengua y literatura inglesa, vinculados a las Facultades de Filología Inglesa de Jaén y Granada. López-Peláez, el coordinador, destaca el hecho de que se basa en el estudio directo de los textos, siempre en su lengua original inglesa en cualquier etapa de su evolución: anglosajón, inglés medio, isabelino, etcétera. Además, esta “historia de filólogos” tendría un carácter más asequible que la “historia de los historiadores” porque prestaría atención a todas las manifestaciones sociales, cultas y populares, “no sólo a las políticas o a las claramente históricas”, sino también a los textos literarios, a los periodísticos, al cine, a la televisión, al pop y al teatro del siglo XVII.
Desde luego es cierto que este libro resulta ameno e instructivo y que por sus páginas desfilan el rey Arturo y Beda el Venerable, Shakespeare y David Lodge, James Bond y Twiggy. Pero, ¿podría ser de otra manera? ¿No es así también la “historia de los historiadores”? ¿Cuáles se supone que serían esas manifestaciones “claramente históricas”? ¿No deben acaso los historiadores manejar las fuentes primarias en su idioma original? En cualquier caso, sea obra de filólogos o de historiadores, se trata de un buen trabajo.