José Membrive
(Para Jose Manuel Ordás a quien deseo un paraíso digno de su bondad)
"II. ¡En el cielo del hombre, todo el mundo canta! Quien no cantó en la tierra canta allí. Quien no sabía cantar en la tierra, sabe cantar allí. Este canto universal no es casual ni ocasional, ni suavizado con intervalos de quietud. Sigue y sigue durante todo el día, durante todos los días, durante doce horas cada día. Y todo el mundo se queda allí, mientras que en la tierra el lugar se vería desierto en dos horas. Y se cantan himnos exclusivamente. Mejor dicho, se canta un solo himno. Las palabras son siempre las mismas, aproximadamente una docena en número, sin rima, sin poesía: 'Hosanna, hosanna, hosanna, Señor Dios de los Ejércitos, ¡rah! ¡rah! ¡rah! ¡siss! - ¡boom!... ¡a-a-ah!' - Mark Twain
Decididamente, cuando me muera quiero que mi alma vaya a reposar eternamente a un escaño del Parlament de Cataluña. Hasta ahora prefería el cielo. Siempre había soñado con pertenecer a los elegidos que loan eternamente postrados ante la magnificencia de un retablo cuyo centro está ocupado nada más y nada menos que por la Santísima Trinidad con el Espíritu Santo en vuelo permanente sobre la egregia melena blanca en forma de triángulo del Padre que mira absorto al hijo sentado entre San Pedro y María, estrechamente vigilado por san Juan, flanqueados por el resto de apóstoles, a su vez flanqueados por los mártires, a su vez flanqueados por los santos, a su vez flanqueaos por las vírgenes coronadas de infinitas sotanas negras correspondientes a sus directores espirituales... bajo el halo protector de ejércitos de querubines, arcángeles y ángeles de a pie que vigilan la manera en que los elegidos, formando parte del coro celestial ejecutan sus himnos de eterna loa y alabanza exentos de pagar derechos de autor, hipoteca, libres de toda miseria corporal y humana, horros de la maldita afición a comer, vestirse, desnudarse… esa herencia bestial que los humanos no escogidos aún tienen que arrastrar. Solo atentos a alabar la divina esencia del creador del espíritu mundial o (y aquí viene mi duda) nacional.
¿Qué es lo que me ha hecho cambiar de idea? Sencillamente la constatación de que muy cerquita, en el parque de la “Ciudadela” existe un paraíso parangonable al cielo católico y con alguna que otra ventaja. Básicamente se trata de lo mismo: entonar eternas alabanzas al espíritu del pueblo impreso en su Biblia estatutaria y rezar en lengua pura y propia advertencias contra el acecho enemigo. Al igual que los coros arcangelicales, los padres de la patria catalana vigilan a los orantes para que ninguno se descarríe contaminando sus rezos o su espíritu con materialismo ciego o el vicioso instinto.
El sábado, 11 de octubre de 2008, cuando otros líderes contaminados por el materialismo aparecen en la prensa demacrados por la caída de la bolsa, por el paro que atosiga, por las hipotecas que asfixian o por la asquerosa subida de los precios, de nuestro Parlament emana una flor, a modo de jaculatoria, en que recuerda a los padres putativos que han de informar a sus hijos sobre su paternidad no biológica. En el bien entendido de que sólo afectará a aquellos cuyos padres queden fuera de las fronteras exteriores, nunca a los hijos nacidos fuera de la frontera matrimonial. Es necesario que los portadores del plus del pecado original sean conscientes de ello para poder aplicarse sus purgas purificadoras si más tarde quieren entrar en el templo.
Sede del Parlamento de Cataluña
Menos espectacular que el hipotético cielo, sin embargo, lo que me hace inclinar mi voluntad a favor de que mi alma descanse en un escaño del Parlament catalán es que éste existe. No has de creer o fiarte de las alucinaciones de Santa Teresa. Basta con sintonizar con TV3 y ¡zas!, el paraíso a cuatro pasos, en vivo y en directo. Y es perfecto. Es decir muerto. Siempre la misma loa, siempre la misma canción. Siempre la misma imagen: eternidad pura y dura.
Como el paraíso católico, el catalán está poblado sólo de elegidos y por sus contornos merodean los ángeles negros con su tridente, tratando de robar cándidos patriotas para engrosar las calderas de Pedro Gotero. Y al igual que Luzbel se infiltra en las propias filas católicas, los enemigos de Cataluña, según Mosen Montilla, miembro de la santísima trinidad partidista, están infiltrados en Cataluña y son todas aquellas legiones de degenerados que el día D, renegaron de votar el Estatut y que, pese a lo que su carnet de identidad diga serán arrojados a los arrabales sociales de la incatalanidad. Por cierto que un miembro de la propia catalanísima trinidad votó también en contra.
El Parlament, como el paraíso cristiano, tiene claro que en su seno no ha de haber cancha para lo mundano, biológico, instintivo… animal en definitiva. Aquí obviamos lo mundano como parte denigrante de las gentes de baja estofa social . Lo divino, lo político es tema exclusiva. Ya en los comienzos quisieron manchar nuestro Parlament tratando de que en él se hablara de la Banca Catalana. Afortunadamente la oración masiva de nuestros fieles “Gonzales i Guerra ofenen nostra terra” conjuró el espíritu satánico.
Es cierto que también un president nuestro tuvo un atisbo de debilidad y, mientras se debatían temas sagrados, se le escaparon tres palabras: “tres por ciento” de clara inspiración diabólico-materialesta. No hace falta decir que se arrepintió muy mucho y lavó su lengua con lejía. Eso suma otra ventaja. Que no estaremos muchos ocupando escaños, no habrá overbooking fantasmal en nuestro Parlament porque más del cincuenta por ciento de la sociedad catalana vive en pleno delirio, distraído de su misión esencial, poseído por los más viciosos instintos que tienen que ver con la gula (obsesión por comer) lujuria, hedonismo etc.. que los llevan encenagarse de un materialismo muy ajeno al ser esencial representado en nuestro parlamento.
Pero hay otra ventaja, la que me ha hecho inclinarme por el paraíso catalán de la Ciudadela: no es preciso estar definitivamente muertos para formar parte del colectivo. Cuando uno ingresa en el cielo no hay vuelta de hoja. Sin embargo, uno puede ingresar en el Parlament Catalá: levitar durante la mañana loando y loando el espíritu ancestral, lejos de todo materialismo e impureza, en completo resguardo del peligro de escuchar cualquier ametrallamiento lingüístico con fonética castellana y luego, salir por la tarde, poseído de esa amnesia que cubre a quienes pisaron el más allá y tomarte unas copas servidas por un camarero ecuatoriano sin que te envenenen la sangre. Es más uno puede negociar no ya el tres por ciento, sino el siete y el ocho. Uno puede, incluso quejarse de que la vida está muy cara y largarse a dormir con una brasileña. Todo eso puede hacerse con la sola condición de que, una vez cadaverizado de nuevo en el Parlament, se haya olvidado totalmente. Y esta es mi esperanza. Espero que, al igual que los políticos, resucitan cuando abandonan sus escaños, así, yo me pueda escaquear de mi nicho parlamentario. Así, la eternidad, debe ser más divertida.
NOTA: En el blog titulado Besos.com se pueden leer los anteriores artículos de José Membrive, clasificados tanto por temas (vivencias, creación, sociedad, labor editorial, autores) como cronológicamente.