En primer lugar porque da un paso sobre la literatura que se hace en estos
tiempos, retomando lo mágico de las obras que nos adentraron en el underground y
en la vanguardia de esa otra realidad del siglo XX, la que vieron y vivieron
muchos de los personajes que por esta obra asoman. Y también por ser, a la vez,
una novela muy actual, atrevida y valiente en el lenguaje y en la forma.
Encontramos en Los cuadernos del Hafa una mezcla de géneros,
perfectamente proporcionada, con la lógica geométrica de un caleidoscopio, que
nos permiten, además de la diversión y el entretenimiento de su lectura, la
información sobre otras culturas, otros lugares, otras maneras de pensar, de
actuar y de ser.
Esta novela podría ser un libro de viajes, pero no lo es. Podría llevarnos, a
través de un realismo sucio, a los oscurantistas laberintos de las drogas, pero
no lo hace. Podría ser una apología del hachís y no lo es. Como también podría
ser, pero no, un encomio sobre la música, el arte y la literatura. O podría,
incluso, ser un ensayo documentado sobre la cultura magrebí, sobre la mezcla
entre Oriente y Occidente, un retazo costumbrista sobre un país y sus gentes.
Tampoco es esto otro. Los cuadernos del Hafa no es nada de esto, aun siendo un
poco de todo ello a la vez.
Los cuadernos del
Hafa es una novela donde el amor es una parte suculenta de sus
páginas
Los cuadernos del Hafa es,
principalmente, una ficción.
Una ficción donde se cruzan personajes imaginados, que parecen de carne y
hueso, con otros que son reales y que, sin embargo, cobran vida a través de
ficciones.
Porque, de algún modo, Los cuadernos del Hafa, es una amalgama de
realidades inventadas. Todo lo que aquí sucede pudo ocurrir, pero no ocurrió. O
quizá sí. De otra manera. O quizá no.
Por un lado están los personajes. Los personajes ficticios y los personajes
verdaderos, que existieron y habitaron el mágico entorno de Tánger, donde
transcurre principalmente la novela. Esa es justamente una de las osadías del
autor y, a la vez, uno de sus grandes aciertos: poner voz a personas reales,
que, además, y por si fuera poco, son conocidas y reconocidas en todo el mundo:
Brian Jones, William S. Burroughs, Kerouac, el matrimonio Bowles, Anita
Pallemberg o Brion Gysin, entre otros, a los que el autor da voz y da
vida.
Una
narración sagaz, que roza la poética en ocasiones y que nos lleva a líneas
hirientes de realidad en otras
Y también están los otros personajes, los que nunca existieron antes de
ser creados para este libro, y que respiran una realidad y una vitalidad que nos
hace pensar si en verdad no existen o no existieron: Munir el soñador, la cálida
Aanisa, la puta Tiziana, el viejo Larbi, Karim el del Mercedes 500, la tía
Fátima...
Y por otro lado está el lugar: Marruecos. El Norte de África. La ciudad de
Tánger y, cómo no, el mítico Café Hafa, que actúa como eje y amarre de todo
aquello que transcurre por estas páginas. Ese café que desde 1921 avanza hacia
el mar en la costa de Tánger, al filo del acantilado que allí se recorta, que en
los años 50 y 60 del pasado siglo fue testigo, amante y confidente de muchos de
los grandes artistas que derramaron la cultura underground y la psicodelia sobre
el mundo, y que bebieron de la cultura magrebí, y de su folklore.
El Hafa, es un buen lugar donde pararse a beber un té con hierbabuena. A
fumar un porro de hachís. Un lugar donde pararse a detener el mundo, a buscar la
línea del horizonte cuando se curva en azul entre el cielo y el mar. Un lugar
donde pararse a escribir unas líneas en una de sus desvencijadas mesas. Donde
aún es
Esta novela debe ser resaltada por la voz auténticamente
literaria del autor
Ese Café, como he dicho, es directa o
indirectamente el hilo que enreda la tela donde se trama esta novela. Adonde
llega el personaje principal para reinventarse en un mundo nuevo que le atrapa,
como le atrapa el amor. Porque Los Cuadernos del Hafa es una novela donde el
amor es una parte suculenta de sus páginas. Donde el sentimiento amoroso se
desvela en la noche de los sentimientos para hacerse poderoso y tiránico, como
lo son siempre los sentimientos más puros.
Sin duda Los cuadernos del Hafa es una lectura apasionante, una
narración sagaz, que roza la poética en ocasiones y que nos lleva a líneas
hirientes de realidad en otras. A narraciones desgarradas que se hunden en un
existencialismo visceralmente humano, a veces lírico y sensible, que pronto te
atrapa y ya no te suelta.
Pero además, esta novela debe ser resaltada por la voz auténticamente
literaria del autor. Porque a pesar de que Los
cuadernos del Hafa es la primera obra que publica Pablo Cerezal, no
hay duda de que no es lo primero que escribe. Se intuye que antes de esta novela
debió llenar muchos papeles con diferentes escritos, que algún día quizá vean la
luz. O quizá no. Posiblemente obras de menor volumen donde se definieron y
afilaron los que son los rasgos literarios claros del autor: la sintaxis
atrevida, la adjetivación pormenorizada, la metáfora instintiva, el dominio del
vocablo por encima del significado, la autoridad de su pluma reescribiendo el
pensamiento, el sentimiento confinado en la letra, en la grafía que forman las
palabras, los renglones y los párrafos. Por todo eso, y aún siendo un escritor
novel, en Los cuadernos del Hafa encontramos un escritor maduro, que
doma la palabra, la destila y la escancia ante nuestros ojos para adentrarnos en
una ficción que se entrevera con esas realidades inventadas de las que he
hablado. En una realidad poliédrica, que nos lleva al corazón de Marruecos y nos
permite conocer un punto de vista, tan real como auténtico, que resulta muy
diferente al que desde aquí, los que no han visitado nunca ese país, puedan
imaginar o intuir. A la realidad de una ciudad y un café que siguen existiendo,
pero de otro modo.
Y es esa realidad poliédrica, o ficción calidoscópica, la que hará que cada
lector saque sus propias conclusiones de la obra. Su propio punto de vista de lo
que aquí se narra o de lo que significa realmente Los cuadernos del
Hafa.