En el prólogo a la primera edición norteamericana de este volumen, año
2002, se afirmaba que más del 30% de la mano de obra estadounidense, casi
cuarenta millones, pertenecía a la nueva clase creativa, un variado grupo de
gente destinado a producir grandes cambios en la manera de trabajar, en la
concepción de los valores o deseos y en muchos otros aspectos relacionados con
la vida cotidiana de los países desarrollados. La nota definitoria de esta nueva
clase social es la posición económica entendida como una derivada de la
capacidad de sus miembros de ser creativos.
La clase creativa es
un texto que, como señala su autor, arranca de su trabajo sobre el desarrollo
económico y regional en Estados Unidos. En la última década del pasado siglo,
Richard Florida pudo observar que en Norteamérica algunas ciudades y regiones
crecían y prosperaban y otras se iban quedando atrás. Al estudiar el
comportamiento de distintas empresas, algunas dedicadas a nuevas tecnologías,
observó que el traslado de sus sedes administrativas, de investigación o de
fabricación tendía a realizarse a lugares que ya contaban con personas capaces,
interesantes y llenas de talento. Observó también un fenómeno que le causó una
gran sorpresa. No eran las personas las que se desplazaban para conseguir un
empleo, eran las empresas las que se movían a los lugares en los cuales se
concentraban las personas capaces y creativas.
Intrigado por este hecho
comenzó a entrevistar gente y a preguntar cómo decidía dónde vivir y trabajar.
Richard Florida encontró que las personas no estaban únicamente interesadas en
encontrar empleo. Escogían su lugar donde vivir en función de sus múltiples
intereses y de sus estilos de vida. Enseguida se hizo evidente que la elección
era algo mucho más complejo de lo que parecía a primera vista.
Constituye una excelente guía para
entrar no sólo en las teorías de Richard Florida sino también en las de todo ese
grupo de analistas dedicado a urbanizar y establecer la geometría de las
tendencias y los cambios sociales que acontecen bajo nuestros propios
pies
Richard Florida no es el único experto
en creatividad. Si nos asomamos a la web encontraremos que son anglosajones en
su mayoría. Landry, Howkins y, por supuesto, Sir Ken Robinson son algunos de los
expertos más respetados en creatividad y en el desarrollo social del talento en
la era del conocimiento. Son poco dados a aplicar las recetas keynesianas al
desarrollo económico, un modelo que según ellos responde a un mundo más basado
en la industria que en el conocimiento, y se ganan muy bien la vida asesorando a
ayuntamientos o gobiernos de todo tipo que se dan cuenta de que lanzar parques
tecnológicos no basta para crear economía y bienestar social.
Nacido en
1957 en Newark (Estados Unidos), en el seno de una honrada familia de
inmigrantes de clase media baja, Richard Florida es ampliamente considerado el
verdadero “gurú de las clases creativas”. Su extensa obra, su carrera académica,
sus brillantes apariciones ante distintos auditorios y su capacidad viajera le
han situado en la cumbre de un grupo de expertos que lleva dos décadas
trabajando en el concepto de ‘clase creativa’ y en sus formas de aplicación a
lugares y momentos concretos. Se ha paseado por todo el mundo, sin excluir
España, y su empresa de consultoría factura a lo grande. En 2009, coincidiendo
con la edición española de su libro
Las ciudades creativas, Richard
Florida
pronunció
una conferencia en Pamplona que está recogida en la web.
Distintos medios de comunicación españoles afirman que en el equipo que asesora
al Jefe de Gobierno español, Rodríguez Zapatero, existe verdadero interés por
las teorías de Richard Florida.
La edición de
La clase creativa
que acaba de aparecer es una traducción al español de la edición revisada de
2004, a partir del original de 2002. No se alarme el lector por los años
transcurridos. A día de hoy constituye una excelente guía para entrar no sólo en
las teorías de Richard Florida sino también en las de todo ese grupo de
analistas dedicado a urbanizar y establecer la geometría de las tendencias y los
cambios sociales que acontecen bajo nuestros propios pies (
Bobos en el
paraíso, de David Brooks, merece, en ese sentido, una atenta lectura).
Mientras se produce el giro hacia la
economía creativa, Richard Florida va mostrando al lector cómo ese cambio no se
produce de un modo homogéneo a lo largo y ancho de un país. Cristaliza, se sitúa
en determinados lugares, en ciertos
epicentros
Como ya hemos señalado, la tesis
central que viene sosteniendo Florida es que está surgiendo en Estados Unidos, y
por ende en los países capitalistas más avanzados, “la clase creativa”, una
nueva clase socioeconómica que se está convirtiendo en el motor del crecimiento
económico. Científicos, ingenieros, profesores de universidad, músicos,
diseñadores o arquitectos están entre aquellos cuya función económica es crear
nuevas ideas, nuevas tecnologías o nuevos contenidos culturales.
La
clase creativa parte de la atractiva idea de que “la creatividad humana es
el recurso económico definitivo”. A partir de ahí el lector va abriendo un
desplegable que muestra una perspectiva histórica de los cambios ocurridos en el
transcurso del siglo XX en el trabajo, la sociedad y la cultura. Es fascinante
seguir de la mano de Florida el proceso de consolidación y posterior
estancamiento de una sociedad industrial, decadencia tan bien descrita por
Richard Sennett, que gira inexorablemente hacia una sociedad de servicios que a
su vez constituye la infraestructura que sostiene la era creativa.
Mientras se produce el giro hacia la economía creativa, Richard Florida
va mostrando al lector cómo ese cambio no se produce de un modo homogéneo a lo
largo y ancho de un país. Cristaliza, se sitúa en determinados lugares, en
ciertos epicentros. No vale cualquier territorio, no sirve cualquier ciudad.
Para que se cree un núcleo denso de personas creativas han de darse un conjunto
de circunstancias que Richard Florida detalla sirviéndose de un denso aparato de
citas bibliográficas, de datos demográficos y de su propia y elaborada
investigación.
Para Florida los lugares en los que
los homosexuales, los inmigrantes y los bohemios se sientan como en casa serán
los espacios más propicios a la
creatividad
El lugar, el sitio, la ciudad o
la “ubicación”, denominación de Florida, ha de proporcionar mercados laborales
con densidad creativa pero ha de añadir como condición imprescindible los
“mercados afectivos”. Sin ellos no es posible crear un ecosistema que aproveche
la creatividad humana y la transforme en valor económico. A la tecnología ha de
añadirse el talento y la tolerancia. “Los lugares abiertos y tolerantes atraen
con mayor fuerza a distintos tipos de personas y generan más ideas”. Richard
Florida dedica muchas páginas al análisis y la descripción de lo que entiende
por tolerancia, y elabora un índice que se basa en cuatro medidas: el índice
gay, el índice bohemio, el índice crisol de culturas (la concentración de
personas nacidas en el extranjero) y, en cuarto lugar, una medida de integración
racial. Para Florida los lugares en los que los homosexuales, los inmigrantes y
los bohemios se sientan como en casa serán los espacios más propicios a la
creatividad. Austin, San Francisco, Seattle o Boston son algunas de las ciudades
norteamericanas tomadas como modelo.
Quizá resulte chocante que Richard
Florida utilice las pautas de ubicación de las personas homosexuales para
elaborar un índice predictivo de éxito personal y crecimiento económico. No
podemos entrar ahora a examinar la elaboración de dicho índice. Sí es posible
señalar que en Madrid, el barrio de Chueca registra lo que podríamos denominar
una alta densidad de gays, lesbianas y bisexuales y su nivel medio de confort no
ha hecho sino aumentar. Algo parecido podría afirmarse de ciertas zonas del
Ensanche (
Eixample) barcelonés.
No se puede cerrar el análisis
de este libro sin reseñar que, como el propio autor señala, el proceso social
que implica el desarrollo de la clase creativa está trufado de tensión. El
estrés es cada vez más habitual, porque la creatividad y el esfuerzo mental se
han convertido en una fuerza productiva de primer orden. Los trastorva de primer
orden. Los trastrerto en el que hay mucho de juego.ohol, la cocaina y social que
implica el desarrollo de la clasnos del estado de animo, la ansiedad, el abuso
del alcohol, la cocaína y otras muchas substancias intoxicantes, son mucho más
frecuentes en los centros creativos de la economía estadounidense, como San
Francisco, Austin o Seattle. Se posterga el matrimonio, la estructura familiar
se transforma, los vínculos sociales se hacen más líquidos. La era creativa es
un proceso abierto en el que hay mucho de juego.
Se cierra este
fascinante y polémico volumen con una parte práctica en la que Florida ofrece
las claves para fomentar una atrayente actividad creativa.