El Vístula es el río más importante de Polonia, y uno de los más importantes del oriente europeo. Mide de largo 1.070 km, y baña con sus aguas más de 192.000 kilómetros cuadrados (aproximadamente, dos tercios de la superficie de Polonia). Nace en los montes Cárpatos, a 1.220 m de altura, y discurre primero hacia el norte, después hacia el este y, por último, hacia el oeste. Desemboca en el golfo de Gdansk, en el Báltico. El Vístula es navegable en su totalidad para barcos de poco tonelaje, y está comunicado por medio de canales con el río Oder. Las ciudades más importantes que halla a su paso son la de
Cracovia, Varsovia y Toruń, y la ciudad portuaria de Gdansk, que se encuentra al oeste de su desembocadura.
No cabe la menor duda, el Vístula es un río al que abandonó su compositor. El compositor de los ríos y ríos de música que proporciona el Vístula debió ser
Chopin, pero el tuberculoso genio del piano prefirió escribir polonesas, nocturnos, mazurcas, sonatas, valses, baladas o preludios sin perder de vista al Sena o la suavidad del Mediterráneo sesteando con
George Sand en alguna cala de Mallorca. Al Vístula hay que relacionarlo con músicos menos románticos que Frédéric Chopin, de cuyo nacimiento este año se cumplen ya doscientos, aunque su música continúa en plena forma. Me refiero a compositores como
Karol Szymanovski (1882-1937),
Witold Lutoslavski (1913-1994) o
Krzystof Penderecki (1933), compositores cuyos apellidos de compleja grafía en español dejan en mi paladar sabor a onza de chocolate y a partido de fútbol en blanco y negro de la antigua copa de la UEFA. Sí, uno de aquellos aburridos encuentros de primera ronda entre un Madrid blanco y setentero y un oscuro equipo amateur, militarizado, de más allá del Telón de Acero
A Szymanovski lo sedujo en un principio la
música del Rhin, más concretamente los cisnes wagnerianos de Lohengrin de los que ya se habló antes con algo de lírica. El niño Szymanovski asistió a una representación de la ópera de
Wagner en Viena y acto seguido, con entusiasmo, escribió dos Sonatas para piano y otra para violín, partituras todas ellas quizá afortunadamente perdidas para siempre. Su vida creativa está dividida en tres periodos: romántico, impresionista (1910-1919) y polaco (1920-1934). Cuando Polonia alcanzó su independencia, tras la Primera Gran Guerra, el músico se afanó en la búsqueda de las raíces musicales nacionales, favoreciendo la eclosión de una escuela musical polaca moderna de la que Lutoslavski fue el principal continuador y exponente. Al poco,
los alemanes más wagnerianos decidieron que los cisnes de Lohengrin se enjuagasen el pico en el Vístula, y así, de nuevo, cayó Polonia.
Otra guerra mundial.
Royal String Quartet, Szymanowski 1st mvt. no 1 op. 37 (vídeo colgado en YouTuber por IzaZimak)
Lutoslawski fue durante mucho tiempo el compositor polaco del siglo XX por excelencia. Su carrera internacional lo llevó a escribir piezas que estrenaron
Georg Solti, la Sinfónica de Chicago,
Rostropovich, Zimerman, Anne-Sophier Mutter... La principal obra camerística de este compositor es su único Cuarteto de cuerdas, pieza sobre la que él mismo dijo: “Lo escribí en 1964, por encargo de la Radio sueca. La obra fue estrenada por el Cuarteto La Salle en el Museo de Arte Moderno de Estocolmo, el 12 de marzo de 1965. Consta de dos movimientos: introducción y movimiento principal... El tempo no está establecido sino de manera aproximada, y lo mismo sucede en cuanto a los valores rítmicos. Cada instrumentista debe tocar su parte como si fuera solista. Las transiciones rápidas no afectan más que a uno u otro de los intérpretes y, por lo tanto, deben efectuarse con una independencia total entre los ejecutantes”. Por una vez un compositor da más pistas de las que quita. Que no sirva de precedente.
Witold Lutosławski: String Quartet (vídeo colgado en YouTuber por Epogdous)
Tras Lutoslawski, llegó Penderecki, en una especie de hilo musical interrumpido cuyo denominador común es Polonia, es decir, el Vístula y su música de agua. De la música de cámara del prolífico Penderecki sólo se imponen en las salas de concierto de nuestros días sus dos cuartetos y algunas piezas experimentales o de circunstancias. Sus cuartetos están escritos respectivamente al comienzo y al final de la década de los 1960. El primero lo estrenó en 1962 el Cuarteto La Salle en la Universidad de Cincinnati, cuando
los Beatles empezaban a vender algún que otro disco con las grabaciones de “
Love me do" y
”Please, please me”. El segundo lo dio a conocer el
Cuarteto Parrenin en 1968 durante las Semanas Musicales de Berlín, cuando
los cuatro chicos de Liverpool eran ya una leyenda y proclamaban a voz en grito una revolución hinduista, relajada, psicodélica y no violencia. Los dos son cuartetos que dejan a los intérpretes una gran capacidad de iniciativa a la hora de elegir tempos o alargar o acortar determinadas frases. La larga sombra de los cuartetos de
Bela Bartok se deja sentir estas piezas en las que hay variaciones dinámicas sin transición, audaces pizzicatos, armónicos glissantes, amplios vibratos..., siendo obras de un impacto físico muy llamativo.
Krzystof Penderecki: Notturno from Divertimento for cello (vídeo colgado en YouTuber por adamm102)