Reseñas de libros/No ficción
Henry Kamen: "Del Imperio a la decadencia" (Temas de Hoy, 2006)
Por Inés Astray Suárez, jueves, 1 de febrero de 2007
Este libro está encabezado por una hermosa cita del historiador Eric Hobsbawm. Reflexionando a su vez sobre un texto del escritor francés del siglo XIX, Ernest Renan, en el que se afirma que los olvidos y los errores históricos son siempre factores esenciales en la formación de una nación, el historiador británico concluye: “Ésta es, creo, una bella tarea para los historiadores: ser un peligro para los mitos nacionales”. Si la referencia era una declaración de intenciones, está claro que el libro cubre los objetivos previstos: “Que no haya universidad de la que no salga abucheado, conferencia de la que no salga avergonzado, ateneo del que no salga trasquilado dialécticamente... que nadie compre un solo libro surgido de su odiosa pluma birmanoinglesa", solicitaba recientemente desde una revista digital, un comentarista de este libro para su autor.
Es más que probable, de todas formas, que tan ardiente defensor de los valores patrios, supuestamente denostados por Henry Kamen, no haya leído su libro muy a fondo. De otra forma no se explica que no se regocije con el breve pero sustancioso apartado que el autor dedica al nacionalismo catalán; particularmente, la explicación de cómo se eligió la fecha del 11 de septiembre como día nacional no tiene desperdicio.
Kamen asegura utilizar la palabra mito en el sentido parecido al que Platón le daba al término, es decir, como una manera alternativa de expresar la realidad. Como todos los países, España tiene sus mitos, es decir, amplias suposiciones que han afectado a la forma en la que los españoles pensamos o escribimos sobre el pasado. Muchas de esas suposiciones simplemente están equivocadas, como el historiador puede comprobar cuando examina detenidamente las fuentes primarias. De todas formas, falsas o no, esas suposiciones condicionan no sólo nuestra visión del pasado, sino también nuestra manera de actuar cara al futuro. En ese sentido, los mitos, no son “verdad” pero son “realidad”. Los desmonte o no, el historiador ha de contar con ellos como parte esencial de la materia prima de su trabajo.
Kamen afirma que la mayor parte de los mitos de la historia de España se crearon en el siglo XIX, particularmente, aunque no de forma exclusiva, entre los pensadores liberales, y se basan en una interpretación equivocada, intencionadamente o no, de hechos del siglo XVI. Algunos de esos mitos ofrecen visiones positivas del pasado: la nación histórica, el venturoso reinado de los Reyes Católicos, el glorioso imperio, el idioma universal. Otros, profundamente negativas: la monarquía fallida, la Inquisición, la decadencia perpetua. La funcionalidad de todos ellos es, no obstante, bastante parecida: explicar los problemas presentes aludiendo a los errores del pasado, para justificar de paso las soluciones ofrecidas por cada cual, las propias posiciones políticas e ideológicas, ya fuesen esas de signo liberal o conservador.
Las suposiciones que aceptamos sobre nuestro pasado parten siempre de una situación real aunque haya sido más o menos distorsionada… ¿hasta qué punto?
Un país joven, próspero, esperanzado y prometedor, que había conseguido extender su lengua y su civilización por medio mundo, habría sucumbido bajo la mala gestión de gobernantes extranjeros, se habría empobrecido y desangrado en guerras ajenas a sus intereses, oprimido por el peso agobiante de un cristianismo fanático. Un ejemplo característico seria la interpretación del papel que tanto la política contrarreformista de Felipe II, como la Inquisición, tuvieron en el aislamiento intelectual de España. Para Kamen resulta inconcebible que la pragmática de 1559, que prohibía a los castellanos estudiar en universidades extranjeras, costumbre por cierto no excesivamente extendida hasta ese momento, pudiese aislar eficazmente a los españoles de las corrientes culturales europeas. Dentro de un imperio intercontinental, miles de españoles, clérigos, estudiantes, nobles y soldados viajaron continuamente por Europa. Si no prestaron mayor atención a las ideas que allí se cocían, no puede ser culpa exclusiva de la pragmática de 1559…
De la misma forma considera poco probable que pueda achacarse al Índice la escasa afición a la lectura demostrada por los españoles casi 200 años después de la abolición de la Inquisición. En nota al pie (convenientemente oculta al final del libro, al abrigo de las iras de los furibundos editores de revistas digitales), corrobora la magnitud del desastre: "En España en la actualidad (2006), de acuerdo con las estadísticas oficiales, uno de cada dos adultos nunca lee un libro". Desde luego un dato de este tipo se digiere mejor con la ayuda de algún trauma del pasado.
En cualquier caso es muy probable que este libro genere algunas polémicas, incluso entre lectores no especialmente predispuestos a abuchear a los hispanistas poco complacientes. Las suposiciones que aceptamos sobre nuestro pasado parten siempre de una situación real aunque haya sido más o menos distorsionada… ¿hasta qué punto? No son únicamente panfletos improvisados en caliente por oradores furibundos, sino también, muchas veces, creaciones de personas reflexivas y relativamente bien documentadas; incluso honestas. Muchas de ellas han calado profundamente en nuestra forma de comprender y de explicar nuestro pasado y nuestro presente, e, indudablemente, cumplen una función.