Cuando el 17 de octubre del 2006 salía a la venta la
versión
original del libro en inglés, pocos podían imaginar – entre ellos el propio
autor – lo que el futuro nos deparaba. Obama acababa de imponerse un año antes a
su rival republicano en las elecciones para el Senado de los Estados Unidos como
representante del estado de Illinois y se disponía a contar por escrito cuál
había sido su peripecia en esos duros años de campaña, sus agradecimientos y las
deudas contraídas con aquellos que le habían ayudado. No constituía, el hecho de
redactar unas memorias, nada nuevo para él. Ya el 1995, había plasmado su
historia personal en su primer volumen de memorias,
Dreams
from My Father: A Story of Race and Inheritance. El salto a la escena
política nacional con motivo de
su
celebrado y aplaudido discurso inaugural en la Convención Nacional Demócrata del
2004, unido a su llegada a la cámara alta estadounidense, le persuadieron de
la conveniencia de esta nueva entrega de sus memorias, ajeno como se encontraba
por entonces, a todo la vorágine electoral en la que se ha visto envuelto
a
posteriori. La excelente acogida del libro por parte de la crítica americana
(el libro llegó a ocupar el
primer
lugar en la lista de best-sellers que elabora semanalmente The New
York Times), unida a todo un conjunto de factores que sería imposible
glosar aquí, han provocado lo que todos conocemos ya: la decisión del senador de
pelear por el sillón de la Casa Blanca.
No ha sido Obama el primer
político de aquellas tierras – y supongo que tampoco será el último – en tomar
la pluma para narrarnos su vicisitud personal – adaptada siempre a los
parámetros del
American Dream – con mejor o peor suerte. El último
ejemplo evidente lo vimos ya hace algunos años en la figura de Colin Powell,
quien mucho antes de entrar en la administración Bush recorrió el país en una
gira literaria de promoción de sus memorias que tituló
My
American Journey. El tremendo éxito del libro, publicado el 1995, hizo
que muchos vieran en la historia de ese condecorado militar la reedición del
sueño americano, llegando incluso a interpretarse el gesto como la antesala de
su postulación a la presidencia, cosa que no ocurriría finalmente.
Esto es quizá lo mejor de un
libro que combina de forma original lo que se supone que debe ofrecer al lector
un libro de memorias, esto es, los recuerdos personales o familiares de un
individuo contados con sentimiento y unas dosis de dramatismo y de superación;
junto con una serie de explicaciones o posibles soluciones a los problemas más
recientes que vive la población norteamericana
La audacia de la esperanza. Cómo restaurar el
sueño americano es un libro impropio de un político, o dicho de otra manera,
anormalmente bien escrito para lo que consideramos que debe ser el nivel medio
de una persona que no se dedica profesionalmente a escribir. Leída de forma
pausada, la prosa de Obama logra transmitir lo que tal vez no consiga su
discurso oral, sometido constantemente como lo está, a los rigores de los
tiempos marcados y al ritual de la gesticulación aconsejada por sus asesores de
imagen. Si la coincidencia en torno a la potencia y la fuerza de su oratoria ha
sido generalizada, la valoración de su escritura ha resaltado su capacidad para
alternar y conjugar en un mismo discurso tres planos de la realidad totalmente
distintos: una entrañable y atípica historia personal – es hijo de un padre
keniano y de una mujer de Kansas – que recorre todo el libro de principio a fin
como un hilo conductor, el relato intenso y cronológico de sus últimos años de
trayectoria política culminados con su llegada al Senado nacional; y, por
último, un recorrido por los temas que más le preocupan de la política actual
estadounidense. Esto es quizá lo mejor de un libro que combina de forma original
lo que se supone que debe ofrecer al lector un libro de memorias, esto es, los
recuerdos personales o familiares de un individuo contados con sentimiento y
unas dosis de dramatismo y de superación; junto con una serie de explicaciones o
posibles soluciones a los problemas más recientes que vive la población
norteamericana.
A lo largo de sus nueve capítulos (más un prólogo y un
epílogo), Obama aborda temas centrales no solo en su ideario político, sino
también en la propia mentalidad estadounidense. Allí se describen los defectos
de la reverenciada Constitución americana y de ese secular sistema de partidos
que Obama nos presenta más deteriorado que nunca por la crispación entre
republicanos y demócratas. Se desmenuzan conceptos tales como la fe, la raza o
la familia; pilares básicos de la idiosincrasia del americano común y a los que
se dedican sendos capítulos; y se da un repaso a la política nacional e
internacional de las últimas décadas del pasado siglo, para acabar con una
crítica argumentada a la política del presidente Bush.
Son todos temas
abordados con una prosa fresca y atractiva, que atrapa al lector con deliciosas
y numerosísimas anécdotas personales, sin caer en ningún caso en lo trivial y lo
frívolo. A la vez que nos descubre su historia, Obama nos ofrece esas claves que
nos deben ayudar – como reza el subtítulo del libro – a restaurar el sueño
americano. Haciendo valer su condición de egresado de Harvard, el autor
demuestra en repetidas ocasiones a lo largo del libro un conocimiento
enciclopédico de la historia americana y de las vidas de aquellos que lo han
precedido en ese intento por alcanzar el éxito. Son continuas y reiteradas las
alusiones a episodios concretos de la historia de los Estados Unidos y las
figuras de sus presidentes más sobresalientes, de quienes intenta destacar sus
aciertos sin ocultar por ello sus errores. Así pues, de Lincoln a Bush,
discurren ante nosotros las egregias estampas de aquellos que asumieron en algún
momento de la historia el timón de la nación americana.
Este defecto de la divagación, el
titubeo y la falta de concreción que caracterizan el lenguaje y las formas
políticas de Obama – y que está siendo, por lo que vemos a diario, la principal
losa para su carrera presidencial, unido a su juventud y falta de experiencia –
está presente a lo largo del libro, donde se echa en falta en múltiples
ocasiones, un criterio claro o una postura política definida respecto a muchos
de los temas que se tratan
A pesar de la amplitud en el tratamiento de algunos temas,
no se trata como pudiera pensarse de un volumen programático. Ya he advertido
anteriormente que se trata de un libro coyuntural puesto al servicio de una
campaña política y no viceversa. Se ha acusado hasta la saciedad a su autor de
no ofrecer en sus más de trescientas páginas ninguna solución concreta a los
problemas de la política americana y en parte es cierto. Este defecto de la
divagación, el titubeo y la falta de concreción que caracterizan el lenguaje y
las formas políticas de Obama – y que está siendo, por lo que vemos a diario, la
principal losa para su carrera presidencial, unido a su juventud y falta de
experiencia – está presente a lo largo del libro, donde se echa en falta en
múltiples ocasiones, un criterio claro o una postura política definida respecto
a muchos de los temas que se tratan. La prudencia del autor y su deseo de
contentar a todo el mundo, hacen que en más de una ocasión, nos invada la
sensación de duda y desconcierto, al ver que se defiende – y lo que es más
sorprendente, se argumenta – una postura y la contraria. Es este, ciertamente,
un signo distintivo de Obama: su deseo de primar siempre el consenso sobre la
imposición, el diálogo sobre el reproche, el razonamiento argumentado sobre el
axioma irrefutable. Como candidato centrista y moderado que es, intenta abarcar
lo inabarcable, de tal forma que, si en ocasiones se declara fiel seguidor de la
tradición demócrata más liberal de un Bill Clinton, en otras nos recuerda al
populismo que personificara en su día Ronald Reagan, recurriendo a los valores
más tradicionales del conservadurismo cristiano y protestante que tanto agrada
al electorado republicano.
Pero también para esto tiene explicación –
que no justificación – Obama. Es la tremenda complejidad de la sociedad
estadounidense y las peculiares circunstancias de su nacimiento como república
federal, las que hacen de su país una contradicción constante y perpetua. La
división entre republicanos y demócratas o conservadores y liberales, no es en
última instancia, sino la plasmación de ese equilibrio de fuerzas – el famoso
checks and balances – que está en la base de todo el sistema político y
constitucional americano: un sistema basado en un impuesto y forzado equilibrio
de fuerzas, de pesos y contrapesos, que impide la predominancia de un poder
sobre otro, de tal modo que es precisamente esta ponderación del poder entre los
diferentes estamentos – Congreso, presidente, partidos – la que dota al modelo
americano de su carácter democrático e igualitario. Son los límites del sistema,
los que marcan sin duda la postura de Obama; un discurso que se sitúa en el
centro por miedo a que la decantación hacia izquierda o derecha, conlleve el
castigo esperable por parte de un electorado que no acepta las medias tintas.
En conclusión, podríamos decir que Obama es uno y muchos a la vez, un
héroe con diferentes caras. Si él mismo ha intentado explotar desde el principio
el hecho de haber nacido en la tierra de A. Lincoln, a quien toma como ejemplo
del
self-made man americano que llegó a lo más alto desde su cabaña natal
de Kentucky, otros los han comparado por su idealismo y adanismo con el propio
J. F. Kennedy, quien – no lo olvidemos – también obtuvo un éxito rotundo en su
día con su libro
Profiles in
Courage (Premio Pulitzer, 1957).
En cualquier caso es pronto
todavía para conocer el alcance de la carrera política de este recién llegado.
De momento, eso sí, ya nos ha dejado un legado literario que conviene conocer
tanto por la indudable vigencia – y quien sabe si la futura importancia – del
personaje, como por el esfuerzo que representa en todo tiempo, reflejar y
argumentar con criterio las ideas políticas propias sin recurrir a un biógrafo o
a la simple entrevista adulatoria. En este sentido, me atrevo a aconsejar la
lectura de
La audacia de la esperanza como un libro de gran interés,
tanto por su carácter sugestivo para los que amamos y disfrutamos con esa
compleja pieza de la historia universal que es la historia de los Estados
Unidos, como también por su estilo fresco y esa prosa agradable que lo
convierten en un libro de memorias apto para cualquier lector que comprenda el
interés inherente a toda trayectoria de superación personal.
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