Una muestra reveladora es la explicación que da al título, La decepción. Señala que no obedece tanto a la labor del líder socialista o de la oposición como a la clase política en su conjunto. No obstante, a quien lea este trabajo con atención no se le escapará que, dado que en su mayor parte se centra en explicar el quehacer del ejecutivo y de sus iniciativas más importantes, mientras que es marginal el espacio que dedica a los jefes de los partidos opositores, la decepción se concentra más en Rodríguez Zapatero que en ningún otro. Es significativo que Jáuregui subraye el desconcierto ante la impenetrabilidad del personaje y su falta a la palabra dada. Aunque el estilo en las observaciones es muy matizado, el lector avisado sabrá levantar las capas de la cebolla.
El desencanto al que han llegado prácticamente casi todos los interlocutores políticos del presidente del Consejo de Ministros, una vez que han visto cuál ha sido el desarrollo de los acuerdos alcanzados personalmente con él, es uno de los asuntos que más destaca el autor. No se trata, a mi juicio, de que Rodríguez Zapatero sea un mentiroso patológico y disfrute con las artimañas. Más bien parece que no tiene conciencia exacta de lo que trata, fruto, por un lado, de su carácter disperso y, por otro, de la ligereza con la que hila los compromisos. Parto de un juicio previo que creo han ido confirmando los hechos y anécdotas que se van conociendo sobre él: le contraría profundamente la tensión personal, le gusta agradar, ser admirado por su supuesta receptividad y apertura al diálogo y la transacción, virtudes derivadas de la altura de miras y la nobleza de intenciones de la que constantemente hace ostentación, pero no es consciente de que la realidad no es alterable a voluntad, de que existen contraposición de intereses y objetivos antagónicos, además de marcos institucionales y leyes que no se pueden forzar sin dañarlos seriamente. No arrancar de estos fundamentos lógicos, puede facilitar acuerdos al dar la impresión de que se cede más allá del puro despliegue de cortesía y del uso de una terminología ambivalente o de palabras cuya significación, aquí sí, se altera a voluntad. Sin embargo, resulta terriblemente frustrante para el interlocutor cuando no ve cumplido lo que aparentemente se había acordado. La lista de personas, sectores y grupos desengañados es tan larga que no merece la pena anotarla y, por lo demás, está en la mente de cualquier persona mínimamente familiarizada con el acontecer político español de los últimos cuatro años.
La reorganización del modelo territorial del Estado ha encallado, dejando insatisfechos a todos y dividiendo a la sociedad española. Y peor ha ido con la principal, la política de negociación con los terroristas vascos, de la que Jáuregui se confiesa partidario. Fue un auténtico fiasco porque, en opinión del autor, no se contó con el ineludible respaldo del PP
Quizá el mejor ejemplo de este modo tan irresponsable de actuar sea el caso de la reforma del Estatuto de Cataluña. Aparte de los disparates y ridículas pretensiones de la clase política de sello catalanista o nacionalista (PSC, ERC, CiU, EU), que tiene su cuota de responsabilidad, fue Rodríguez Zapatero quien con su aliento contribuyó a desbordar hasta límites inimaginables las expectativas. Tras las consiguientes modificaciones del proyecto salido del Parlamento catalán en el Congreso y Senado, en medio de las disputas entre las fuerzas políticas catalanas, todo acabó como el rosario de la aurora: en la enorme desilusión que produjo el resultado del referéndum, con menos de un 50 por ciento de participación, reflejo de la desafección ciudadana, y en el atasco del Estatuto resultante en el Tribunal Constitucional, que no puede, en rigor, hacer frente a lo que se le viene encima sea cual sea su decisión, hasta tal punto está dividida la opinión y en conflicto los partidos
Lo admirable del trabajo de Jáuregui es que el desengaño no sobrevuela desde el inicio de la lectura, sino como conclusión, se llega a ella tras leerlo en su totalidad. Las principales prioridades del Gobierno, excepto en lo que se refiere a las políticas sociales y de ampliación de derechos, coronadas exitosamente, se han saldado con un rotundo fracaso. La reorganización del modelo territorial del Estado ha encallado, dejando insatisfechos a todos y dividiendo a la sociedad española. Y peor ha ido con la principal, la política de negociación con los terroristas vascos, de la que Jáuregui se confiesa partidario. Fue un auténtico fiasco porque, en opinión del autor, no se contó con el ineludible respaldo del PP.
En política exterior, salvo en el gesto de retirar las tropas de Iraq, pocas cosas han ido bien, aparte de las iniciativas de cooperación. Especialmente respecto a la UE, donde, contrariamente a lo que presumía Zapatero de que con él se volvía al corazón de Europa, se han perdido posiciones. En fin, que hay elementos positivos en la valoración, pero también crítica, mucha, siempre desde un tono comedido, sin aspereza.