Con frecuencia se contempla la publicidad como un intento de activar, con
malas artes, las pulsiones irracionales de los ciudadanos para influir en su
vida cotidiana, en sus adquisiciones o en su comportamiento político. En los
años de la rebelión estudiantil, los años de las célebres comunas berlinesas, de
la rebelión de los campus californianos y de mayo del 68, se construyó una
auténtica leyenda negra contra la publicidad. El célebre y arbitrario Herbert
Marcuse estaba empeñado en demonizar la publicidad. Desde el campus de San Diego
de la Universidad de California trató de liderar a los estudiantes radicales en
los años sesenta. Su visión del hombre unidimensional tenía mucha relación con
la concepción de la publicidad como propaganda capitalista. Cuando llegué en el
curso 1978/79, becado por la Comisión Fulbright, a dicho campus y asistí a
sesiones de su seminario, ya se le había pasado el fervor y más bien
reflexionaba sobre estética, pero de vez en cuando recurría al discurso
antipublicitario para agitar la conciencia antisistema.
La publicidad
vista como algo engañoso, sugestivo y manipulador sigue teniendo un público
fiel. El libro de Raúl Eguizabal, profesor de la Universidad Complutense,
Industrias de la conciencia. Una historia social de la publicidad en España
(1975-2009) (Península, 2009) constituye un buen ejemplo de la concepción de
la publicidad como un medio destinado a influir, con pocos escrúpulos, en la
conciencia de los consumidores y de los ciudadanos.
Lo que no puede
negarse es que en la sociedad actual, caracterizada por la producción y el
consumo de masas, la publicidad desempeña un papel central. La publicidad de los
bienes de consumo no es sólo un medio de ampliar el mercado sino también de
aumentar el consumo, algo que, como estamos viendo en la actual crisis
económica, tiene mucho que ver con el crecimiento y, en última instancia, con el
bienestar de buena parte de la población. Si de los bienes de consumo pasamos a
considerar el papel de la publicidad en las distintas esferas de la política,
comprenderemos todavía mejor su relevancia en la vida individual y colectiva.
Con claridad y sencillez, Tungate
comienza por desvelar el vocabulario de la publicidad y la estructura de las
agencias publicitarias. Con el plano en la cabeza de cómo se organiza el negocio
publicitario, el lector entra en las vidas de los pioneros de la
persuasión
Si la publicidad vinculada al
consumo pone en guardia a muchos, la publicidad entendida como el arte de
influir políticamente en los demás ha despertado en numerosos autores la
sospecha según la cual ésta equivale a manipulación. Los clásicos estudios de
Katz y Lazarsfeld en las postrimerías de la II Segunda Guerra Mundial, el Vance
Packard de
Las formas ocultas de la propaganda o, ya en la actualidad,
los trabajos de Alex Mucchielli coinciden todos ellos en contemplar la
publicidad como Caballo de Troya destinado a influir maliciosamente en nuestra
toma de decisiones. En este sentido, el exitoso libro de
Christian
Salmon, Storytelling, va en
esa dirección. En su opinión, la política se ha dejado permear por la
publicidad. Rodríguez Zapatero en España, Sarkozy en Francia y Obama en Estados
Unidos serían el ejemplo de cómo los políticos se han plegado a las técnicas de
la publicidad. En el prólogo a
Storytelling, Miguel Roig, director
Creativo Ejecutivo de la famosa agencia de publicidad Saatchi & Saatchi,
contempla la publicidad de los automóviles BMW como el epicentro explicativo del
sentido postmoderno.
Por otro lado, se comprende que el glamour que
rodea a la publicidad levante ampollas en el contribuyente que se lo tiene que
currar todos los días. El
lujo
desenfrenado de la hipermodernidad que nos muestra
Lipovestski
deja fuera a casi todo el mundo. En el periódico
La Vanguardia del
2/6/2009 puede leerse que la actriz Catherine Zeta-Jones ha cobrado 1,76
millones de euros por protagonizar un cortometraje publicitario de siete
minutos. La factura ha corrido a cargo del grupo Unilever, fabricante de la
marca de belleza Lux. Con esta campaña, Unilever sigue los pasos de Pirelli o
Chanel, que han confiado en grandes estrellas y han realizado costosos
despliegues cinematográficos para anunciar sus productos.
La perspectiva
de Mark Tungate es bien distinta. Leemos el texto de un periodista británico
afincado en Francia que escribe sobre moda, marketing y comunicación. Desde su
perspectiva, la publicidad es un espectáculo fascinante, un ingrediente sin el
cual el mundo del siglo XXI dejaría de tener sentido. Para demostrar su tesis,
para que el lector aprenda a amar la publicidad, Tungate propone un viaje
histórico por su interior de la mano de sus principales personajes.
Convertida la publicidad en una
industria con unos márgenes de beneficio muy considerables, el arte y la ciencia
de la venta se diversifican y Tungate va recorriendo los distintos espacios y
estilos publicitarios
Antes de sumergir al
lector en sus razonamientos, Tungate recuerda que la publicidad ha sostenido
muchos medios de comunicación a lo largo de años y años. En estos tiempos de
crisis económica, la dificultad de muchos medios depende, en gran medida, de la
caída de la publicidad. La publicidad inyecta un dinero indispensable. Tan es
así que el Estado Vaticano ha decidido que Radio Vaticano comience a emitir
publicidad el próximo 6 de julio de 2009. El Centro Televisivo Vaticano y Radio
Vaticano comenzarán por emitir publicidad de la empresa eléctrica italiana Enel.
En España, el gobierno de Rodríguez Zapatero parece tener dinero para todo, y
está preparando el cese de la publicidad en Televisión Española.
Con
claridad y sencillez, Tungate comienza por desvelar el vocabulario de la
publicidad y la estructura de las agencias publicitarias. Con el plano en la
cabeza de cómo se organiza el negocio publicitario, el lector entra en las vidas
de los pioneros de la persuasión. La publicidad como producto de la Revolución
Industrial y de la difusión de los periódicos va tomando cuerpo y aparecen las
primeras agencias. Con David Ogilvy, un británico mítico que se establece en el
epicentro -Madison Avenue- de la publicidad norteamericana, Tungate escenifica
muy bien el glamour y el lujo consustancial al universo publicitario.
Convertida la publicidad en una industria con unos márgenes de beneficio
muy considerables, el arte y la ciencia de la venta se diversifican y Tungate va
recorriendo los distintos espacios y estilos publicitarios. La saga de los
Saatchi en el Reino Unido, la extravagancia de los ochenta –la edad dorada de la
publicidad televisiva-, la publicidad en Francia y en Italia, el acertijo alemán
o los gigantes japoneses van conformando este recorrido por la geografía de la
publicidad. Para el lector hispano tiene especial interés el capítulo dedicado a
la publicidad argentina, brasileña y española. Tres estilos distintos pero
marcados por una capacidad creativa cálida y sensual. Ajena a los “ingeniosos
británicos, los chistosos americanos y los engolados franceses”.
Se
cierra este volumen en el borde de la actualidad. Las agencias de publicidad
trabajando en las campañas de los políticos, los mercados de la Europa Central y
del Este sin despegar. India y China peculiares y difíciles, por no decir
imposibles. De repente, afirma Tungate, las cosas se han puesto complicadas:
poco dinero y una extraordinaria proliferación de canales mediáticos. Parece que
el consumidor cada vez sabe mejor lo que quiere, y el clásico anuncio de treinta
segundos en televisión ha perdido mucha potencia persuasiva. Ya no es tan fácil
dar gato por liebre. En todo caso, se esté a favor o en contra, la publicidad
forma parte de nuestro paisaje vital. Por ello su correcto análisis es una tarea
urgente. Habrá que estar atentos a las pequeñas pantallas, por ahí pueden llegar
fenómenos interesantes y cargados de novedades.