A pesar de la amplitud en el tratamiento de algunos temas,
no se trata como pudiera pensarse de un volumen programático. Ya he advertido
anteriormente que se trata de un libro coyuntural puesto al servicio de una
campaña política y no viceversa. Se ha acusado hasta la saciedad a su autor de
no ofrecer en sus más de trescientas páginas ninguna solución concreta a los
problemas de la política americana y en parte es cierto. Este defecto de la
divagación, el titubeo y la falta de concreción que caracterizan el lenguaje y
las formas políticas de Obama – y que está siendo, por lo que vemos a diario, la
principal losa para su carrera presidencial, unido a su juventud y falta de
experiencia – está presente a lo largo del libro, donde se echa en falta en
múltiples ocasiones, un criterio claro o una postura política definida respecto
a muchos de los temas que se tratan. La prudencia del autor y su deseo de
contentar a todo el mundo, hacen que en más de una ocasión, nos invada la
sensación de duda y desconcierto, al ver que se defiende – y lo que es más
sorprendente, se argumenta – una postura y la contraria. Es este, ciertamente,
un signo distintivo de Obama: su deseo de primar siempre el consenso sobre la
imposición, el diálogo sobre el reproche, el razonamiento argumentado sobre el
axioma irrefutable. Como candidato centrista y moderado que es, intenta abarcar
lo inabarcable, de tal forma que, si en ocasiones se declara fiel seguidor de la
tradición demócrata más liberal de un Bill Clinton, en otras nos recuerda al
populismo que personificara en su día Ronald Reagan, recurriendo a los valores
más tradicionales del conservadurismo cristiano y protestante que tanto agrada
al electorado republicano.
Pero también para esto tiene explicación –
que no justificación – Obama. Es la tremenda complejidad de la sociedad
estadounidense y las peculiares circunstancias de su nacimiento como república
federal, las que hacen de su país una contradicción constante y perpetua. La
división entre republicanos y demócratas o conservadores y liberales, no es en
última instancia, sino la plasmación de ese equilibrio de fuerzas – el famoso
checks and balances – que está en la base de todo el sistema político y
constitucional americano: un sistema basado en un impuesto y forzado equilibrio
de fuerzas, de pesos y contrapesos, que impide la predominancia de un poder
sobre otro, de tal modo que es precisamente esta ponderación del poder entre los
diferentes estamentos – Congreso, presidente, partidos – la que dota al modelo
americano de su carácter democrático e igualitario. Son los límites del sistema,
los que marcan sin duda la postura de Obama; un discurso que se sitúa en el
centro por miedo a que la decantación hacia izquierda o derecha, conlleve el
castigo esperable por parte de un electorado que no acepta las medias tintas.
En conclusión, podríamos decir que Obama es uno y muchos a la vez, un
héroe con diferentes caras. Si él mismo ha intentado explotar desde el principio
el hecho de haber nacido en la tierra de A. Lincoln, a quien toma como ejemplo
del
self-made man americano que llegó a lo más alto desde su cabaña natal
de Kentucky, otros los han comparado por su idealismo y adanismo con el propio
J. F. Kennedy, quien – no lo olvidemos – también obtuvo un éxito rotundo en su
día con su libro
Profiles in
Courage (Premio Pulitzer, 1957).
En cualquier caso es pronto
todavía para conocer el alcance de la carrera política de este recién llegado.
De momento, eso sí, ya nos ha dejado un legado literario que conviene conocer
tanto por la indudable vigencia – y quien sabe si la futura importancia – del
personaje, como por el esfuerzo que representa en todo tiempo, reflejar y
argumentar con criterio las ideas políticas propias sin recurrir a un biógrafo o
a la simple entrevista adulatoria. En este sentido, me atrevo a aconsejar la
lectura de
La audacia de la esperanza como un libro de gran interés,
tanto por su carácter sugestivo para los que amamos y disfrutamos con esa
compleja pieza de la historia universal que es la historia de los Estados
Unidos, como también por su estilo fresco y esa prosa agradable que lo
convierten en un libro de memorias apto para cualquier lector que comprenda el
interés inherente a toda trayectoria de superación personal.