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Pasqual Maragall: Oda inacabada. Memorias (RBA Libros, 2008)

Pasqual Maragall: Oda inacabada. Memorias (RBA Libros, 2008)

    TÍTULO
Oda inacabada. Memorias

    AUTOR
Pasqual Maragall

    EDITORIAL
RBA Libros

    TRADUCCCION
Sara Amezcua

    OTROS DATOS
Barcelona, 2008 (1ª edición, noviembre; 2ª edición, diciembre). 359 páginas. 20 euros




Reseñas de libros/No ficción
Pasqual Maragall: Oda inacabada. Memorias (RBA Libros, 2008)
Por Francisco Fuster, lunes, 2 de febrero de 2009
Las memorias de Pasqual Maragall, que acaba de publicar RBA Libros tienen, al menos, un doble significado, una doble lectura. La primera y más obvia es que se trata del relato existencial de una de las personalidades más carismáticas en la trayectoria reciente del socialismo catalán y, por qué no decirlo, en la historia política contemporánea de Barcelona y Cataluña. Prueba de ello es la presencia en las páginas del libro de nombres como los de Jordi Pujol, Adolfo Suárez, Rodríguez Zapatero, Felipe González, José María Aznar, Narcís Serra o José Montilla, entre otros. Una segunda lectura de la historia contenida en el libro nos remite a finales de octubre de 2007, momento en que el ex alcalde de Barcelona y ex presidente de la Generalitat, anunció públicamente que padece la enfermedad neurodegenerativa del Alzheimer. Se trata, pues, de unas memorias escritas por el Maragall político, un personaje público con un notorio y longevo recorrido; pero, igualmente, se trata de las memorias del Maragall más íntimo y cercano, una persona que, antes de que lo inevitable se consume y ese preciado tesoro que es la memoria le sea definitivamente arrebatado, ha querido echar un vistazo a una vida intensa pero con fecha de caducidad; una oda inconclusa, incompleta, repentinamente inacabada.
Precedido por un breve prólogo de Gabriel García Márquez y por el poema Oda infinita, de Joan Maragall, Oda inacabada es un relato complejo en su estructura y hasta en su autoría final, en su factura material. Como dice Maragall en el apartado final de “Agradecimientos” y como se constata y se explica a lo largo del libro, se trata de unas memorias elaboradas “a partir de aportes y materiales muy variados”, entre los cuales se citan: notas personales, cartas, correos electrónicos, artículos periodísticos, agendas de bolsillo, el archivo personal y el público, etc. Es el fruto, añade Maragall, de “largas sesiones de trabajo en el despacho de la avenida Diagonal, en una mesa presidida por un micrófono [para grabar lo que Maragall iba recordando, se entiende] y rodeada por colaboradores de las diferentes etapas de mi vida pública y también por familiares”. Se trata, pues, de un libro de memorias narrado en primera persona, pero cuya autoría final resulta –si más no– confusa. Al margen de esto, reconozco que se trata de un relato cien por cien maragalliano en su contenido. Desde la primera hasta la última página, se nos muestra el Maragall irónico y vehemente que conocemos, un hombre impetuoso y campechano, idealista y con iniciativa; un Maragall, en definitiva, que explota su mejor aval político y personal: su franca espontaneidad, su inconfundible naturalidad.

Tras una primera parte del libro más íntima y personal, dedicada a los recuerdos del Maragall niño en la Barcelona triste de posguerra, en el seno de una familia numerosa pero acomodada, marcada por la omnipresente figura de Joan Maragall, el abuelo poeta que da nombre a la saga, un primer salto sitúa al lector en la universidad catalana del Franquismo. Nos encontramos entonces con un Maragall hiperactivo y enraizado en el ambiente revolucionario que vive la Universidad de Barcelona durante los años sesenta, un joven estudiante de Derecho y Ciencias Económicas que empieza a mostrar los primeros síntomas de una tenaz capacidad de acción y de organización que prefiguran al político en que se convertirá en pocos años. Son tiempos de militancia en el NEU (Nova Esquerra Universitària) y en el FOC (Front Obrer de Catalunya), tiempos en los que Maragall coincide por primera vez con Narcís Serra o Miquel Roca Junyent y tiene como profesores a Jordi Nadal, Manuel Sacristán o el que será su jefe de partido durante tantos años, Joan Reventós. Dentro de este período de juventud rebelde, una fecha destaca: el 3 de enero de 1964. Es el día en que Maragall conoce a Diana Garrigosa, la mujer con la que posteriormente se casaría y a quien dedica las palabras más afectuosas del libro, palabras de las que se desprende un enorme cariño, únicamente comparable al que siente por su hermano Ernest Maragall (actual Conseller de Educación de la Generalitat), de quien Pasqual llegó a decir en su día que “el verdadero Pasqual Maragall se llama Ernest”.

Dos adjetivos –olímpica y metropolitana– resumen a la perfección el proceso de transformación urbana, económica y social que de la mano de Maragall vivirá una ciudad que pasa, en pocos años, de “hermana pobre” de la capital a urbe moderna en la vanguardia europea

Después de conocer a Diana, y tras un fugaz primer paso por el Ayuntamiento de Barcelona y una estancia de seis meses en Paris, en su vuelta a la ciudad condal asiste Maragall a la creación del SDEUB (Sindicato de Estudiantes de la Universidad de Barcelona) y a la disolución del FOC, situación esta última que le genera una gran frustración política, traducida en un nuevo viaje de estudios a Nueva York, donde pasa dos años formándose y compartiendo vivencias con Diana y sus dos hijas pequeñas, Airy y Cristina. Son años de una intensa felicidad, reflejada en algunas de las numerosas fotografías de la vida de Maragall incluidas en el libro.

El 1973 se produce la reentré de Maragall en la corporación municipal barcelonesa. A partir de esta fecha y hasta el 1997, el nombre de Maragall va indisolublemente ligado al de la ciudad condal. La simbólica vuelta de Tarradellas a la Generalitat, le supone a un inexperto Maragall el ofrecimiento de un primer cargo como Conseller, que acabará rechazando. Durante 1978, le da tiempo a asistir a la fundación del PSC-PSOE antes de realizar un segundo viaje americano –en esta ocasión a Baltimore–, que durará muy poco, pues ya a principios de enero el destino vuelve a sonreír a Maragall, en forma de una llamada que le obliga a volver para formar parte del equipo socialista en las primeras elecciones democráticas municipales. Como ya había hecho dos años antes, rechaza el primer puesto en la lista socialista que le ofrece Reventós y se queda en un segundo plano, por detrás de un Narcís Serra quien finalmente se convierte en alcalde de Barcelona, quedando Maragall como teniente de alcalde.

Pero, como dice el proverbio, a la tercera fue la vencida; para Maragall, la tercera sucede en 1982, cuando Serra tuvo que emigrar a Madrid como Ministro de Defensa del primer Gobierno socialista español. Maragall asume entonces una alcaldía que ya no abandonará durante los próximos quince años, revalidando el cargo durante cuatro elecciones consecutivas. Se abre una etapa dorada y gloriosa en su vida política. Son días felices y pletóricos como alcalde, días de vino y rosas. No es exagerado decir, a mi no me lo parece, que la historia reciente de la Barcelona ciudad, no se entiende sin la figura de Pasqual Maragall, al igual que la de Cataluña va ligada a la de Jordi Pujol. Enfrente un horizonte de posibilidades, en la mente una idea clara, una obsesión: “Per una Barcelona olímpica y metropolitana”. Con este discurso se presenta Maragall el 2 de diciembre en el Saló de Cent. La experiencia en la alta política es nula; la ambición y la ilusión no tienen límites. Dos adjetivos –olímpica y metropolitana– resumen a la perfección el proceso de transformación urbana, económica y social que vivirá una ciudad que pasa, en pocos años, de “hermana pobre” de la capital a urbe moderna en la vanguardia europea.

Fue la transformación urbana y el impacto mundial de los Juegos Olímpicos de 1992, lo que hizo de Barcelona lo que es hoy: destino turístico y una capital internacional de la cultura y el cosmopolitismo. El éxito es compartido; los reconocimientos no lo son tanto

A la ville de...Barsalona” –las célebres palabras pronunciadas por Juan Antonio Samaranch , se titula el epígrafe en el que se cuenta la historia de la elección de Barcelona como sede de los Juegos Olímpicos de 1992. Maragall no admite dudas en este punto, quizá sí en otro, pero no en éste: es ese acontecimiento irrepetible lo que sitúa en el mapa mundial a una ciudad que antes no lo estaba. Fue la transformación urbana y el impacto mundial de los Juegos, lo que hizo de Barcelona lo que es hoy: destino turístico y una capital internacional de la cultura y el cosmopolitismo. El éxito es compartido; los reconocimientos no lo son tanto. Hay palabras amables para Felipe González, de quien se valora su compromiso con la causa olímpica y con las palabras de Maragall según las cuales: “Lo que es bueno para Barcelona es bueno para Cataluña. Lo que es bueno para Cataluña es bueno para España”. Contrasta esto con las palabras que se dedican al entonces presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, acusado de una escasa implicación en los Juegos. Se habla de envidias entre unos y otros, de zancadillas y de una lucha cainita, impropia entre hermanos políticos que, suponía Maragall, remaban en una misma dirección.

Aquellos maravillosos años –los de Maragall como alcalde– terminan en 1997. Se cierra un ciclo. Al día siguiente de abandonar el Ayuntamiento, el ya ex alcalde se marcha a Roma: una año sabático, en teoría. La tranquilidad romana se vuelve trasiego. Vemos a un Maragall en plena actividad, impulsando proyectos y haciendo gala de ese profundo sentimiento europeísta del que tanto le agrada preciarse. En Roma recibe la visita de numerosos amigos que le instan a que se presente a las siguientes elecciones autonómicas catalanas. Sopesa la idea –o hace como si la sopesara–, lo piensa y lo repiensa, se deja querer y finalmente se decide. En junio de 1998 hace público lo que era un secreto a voces: su intención de presentarse al cargo de presidente de la Generalitat.

La ilusión vuelve a ser grande; la alegría, sin embargo, muy corta. Con el apoyo parlamentario del PP, CiU se impone en el 1999 alargando en cuatro años la agonía de Pujol y la frustración de un Maragall que cumple su sueño con retraso, pero lo cumple: presidente de la Generalitat en 2003, como líder de un tripartito nacionalista y de izquierdas. Sin embargo, pronto se evidencia el fracaso de un experimento que hace agua, se confirma lo que el propio Pasqual barruntaba, reflexionando sobre la oportunidad perdida en 1999: “tuve, a pesar de la ilusión del momento, la intuición, de que no llegaba en las mejores circunstancias, que la ocasión histórica se había perdido cuatro años antes y que ahora todo sería más pesado y complejo” (pp. 265-66). No se equivocaba Maragall en lo de las complicaciones que iba a tener el tripartito y las dificultades que le iban a poner desde Madrid, desde el PSOE y, a partir del proceso del Estatuto de Autonomía, desde el propio PSC. Estas discrepancias con el PSOE y con Zapatero por una parte, y con José Montilla por otra, son quizá –junto con las desavenencias con Pujol– los aspectos más morbosos del libro y los que han hecho que parte de la prensa haya acusado a Maragall de publicar estas memorias movido por el resentimiento.

Un recorte del Estatuto pactado con Artur Mas provoca un cataclismo en el tripartito y, lo que es más grave, la sensación en Maragall y –según él– en toda Cataluña, de que la palabra de Zapatero era papel mojado, de que la posibilidad de un Estatuto que reconociera a Cataluña como una nación dentro del Estado español había sido un espejismo

La buena relación con Zapatero, acogido en su día por los socialistas catalanes como el adalid de “la España plural”, como el hombre –palabras de Maragall– “dispuesto a ir un poco más allá del estricto Estado de las autonomías”, se rompe a raíz de lo que Maragall interpreta como una traición en toda regla del presidente a su palabra, un incumplimiento imperdonable del compromiso de respetar el Estatuto de Cataluña que saliera de su Parlamento. Maragall lo tiene claro: a la hora de la verdad, Zapatero faltó a su palabra y le pudo la presión. El “estado de excitación anticatalán creado en toda España” fue demasiado para un Zapatero que dio marcha atrás; vamos, que donde había dicho digo, ahora decía Diego, o sea, que nada de nada: “Decidieron que no lo querían. Que no estaban dispuestos a aceptar un cambio de la vigente idea de España, formulada por una transición convertida ahora en intocable” (pp. 264-75).

Un recorte del Estatuto pactado con Artur Mas provoca un cataclismo en el tripartito y, lo que es más grave, la sensación en Maragall y –según él– en toda Cataluña, de que la palabra del presidente era papel mojado, de que la posibilidad de un Estatuto que reconociera a Cataluña como una nación dentro del Estado español había sido un espejismo: “Aunque puedo entender las razones de su actitud, no puedo compartir totalmente la primera: no jugarse la carrera política por un objetivo que no era el suyo a pesar de haberse comprometido a hacerlo. No fue a mí a quien defraudó, sino a todos los catalanes que creyeron en su promesa de respetar lo que Cataluña decidiera” (p. 283). El detonante de esta ruptura llegaría cuando Zapatero sugirió a Maragall que se retirara de la política como precio político para obtener el apoyo de CiU con el Estatuto, sugerencia que el todavía presidente de la Generalitat rechazó de plano.

De José Montilla dice Maragall que le sorprendió el radical distanciamiento de éste hacia su persona. Lo que era una relación buena, se enfrió y se vició cuando Maragall se enteró de que Zapatero y Montilla planeaban la candidatura de éste para la Generalitat a espaldas suyas. Critica Maragall que Montilla no le expresara abiertamente su intención política y fuera él quien tuvo que preguntárselo para saberlo. Tras esta nueva decepción y con un Maragall completamente marginado y ninguneado por el que había sido su partido durante tantos años, se opta por la vía rápida: abandonar el PSC; una salida traumática y muy dolorosa para él. Final triste pero previsible, esperable. Si algo me queda claro tras la lectura de Oda inacabada es que Maragall ha sido, a nivel político, un hombre atrapado siempre entre la espada y la pared, en medio de una contradicción de origen. Tras varios años en el Ayuntamiento, en tensa y forzada convivencia con un Pujol, que nunca le tuvo en cuenta ni le reconoció sus méritos, llega a lo más alto en el peor momento. Se lanza a la aventura del Estatuto con la firme y respetable convicción de pasar a la historia de Cataluña. La oportunidad es única; el momento histórico. Pero lo que no puede ser no puede ser. Cuando todo parece marchar, Maragall se encuentra de nuevo en la encrucijada que retorna a su vida como una constante. Por un lado, la presión nacionalista, la voz de un catalanismo que le tiene por uno de los suyos; por otro lado, un PSOE que no está para excepciones y le exige desde Madrid una disciplina de partido y de credo socialista que es imposible de mantener a rajatabla. Eso es el PSC y eso es Maragall, una contradictio in terminis evidente, nacionalistas y socialistas, catalanistas y partidarios de la “España plural”; en definitiva, un matrimonio contra natura que no resiste, que se rompió por el lado más débil, por el lado de un Maragall que un día tuvo un sueño para Cataluña.

Ya despierto del sueño, o quizá de la pesadilla, Maragall vive un tranquilo retiro de la vida pública, recibiendo multitud de medallas, premios, homenajes y reconocimientos, como el que le dieron El Periódico-TV3 en 2007 al nombrarle “catalán del año”. Ha sido un período de recogimiento familiar y de hacer balance a través de la escritura de estas intensas memorias; un período de paz y alegría, únicamente salpicado por esa triste noticia del diagnóstico del Alzheimer. Parte de su lucha diaria contra el destino, parte de ese negarse a aceptar lo inaceptable, es este testimonio único y sincero, estas memorias en las que, como dice Narcís Serra, se refleja “la soledad del político que tiene ideas propias”. Ambos, el Maragall político y el Maragall persona, han hecho un esfuerzo loable por compartir con nosotros la experiencia de su vida, por demostrar que, en ocasiones, y como dice Benedetti en un famoso verso de un precioso poema, “el olvido está lleno de memoria”.



Presentación de Oda inacabada en el Palau de la Música, Barcelona 30 de noviembre de 2008 (vídeo colgado en YouTube por librosrba)



Discurso íntegro de Pasqual Maragall en la presentación del libro Oda inacabada (vídeo colgado en YouTube vilaweb)
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