Magazine/Cine y otras artes
¿Cuánto pesa la vida?
Por Eva Pereiro López, martes, 6 de abril de 2004
21 gramos son los que perdemos en el momento de morir, el peso de un colibrí – se nos dirá- , el de la vida escapándose de entre los dedos agarrotados de un enfermo, de una víctima. Y en estos trágicos y complejos “21 gramos”, González Iñárritu se embarca en la desconstrucción de la vida de tres personajes que quedan fatalmente unidos por un accidente de coche.
Conocido – diréis muchos -, efectivamente suena a un Amores perros con sabor yanki. Aunque esta película nada tiene que ver con las tragedias que suele producir Hollywood, mucho más lucidas y estéticas, y tiene indudablemente los trazos característicos del instinto feroz de aquel director novel que nos impresionó e hirió con su primer largometraje. Está claro que el mexicano se sale del molde yanki, de hecho se sale de cualquier molde excepto del que él mismo está horadando con sus zarpazos, y es que maneja los hilos de la fatalidad con una desenvoltura sorprendente.
Queda claro, con esta segunda película, que el mexicano se siente como pez en el agua desdibujando el sufrimiento humano consecuencia de situaciones atrozmente aleatorias a las que todos estamos expuestos
La tragedia de González Iñárritu es una tragedia sin florituras, directa a una herida que escarba y hace supurar hasta que revienta de dolor, de destrucción. Descuartiza la historia presentándola en fragmentos desordenados cuya aleatoriedad produce una confusión temporal y un impacto escalofriante semejante a la impotencia frente al juego del azar. Pero se van hilvanando las piezas hasta encajar y el accidente vuelve a ser el lugar físico y temporal en el que implosionan los caminos, el punto de inflexión que va a modificar irremediablemente las vidas de los personajes. No se les permitirá la digestión de la desdicha de vuelta a sus respectivas vidas, sino que quedarán fatalmente unidos. Tan injusto, sorprendente y devastador, el suceso lanza a los tres protagonistas en una espiral vertiginosa de dolor, amputación y culpa, de vidas desgarradas que no volverán a encontrar el equilibrio anterior, perdiendo aspiraciones, deseos y sentido.
Queda claro, con esta segunda película, que el mexicano se siente como pez en el agua desdibujando el sufrimiento humano consecuencia de situaciones atrozmente aleatorias a las que todos estamos expuestos. Y queda claro también el dominio precoz del género; una estructura compleja, la imagen granulada, la confusión futuro/pasado acompañan la caída a mil por hora en el oscuro pozo de la desintegración. ¿Será el alma la que pesa 21 gramos y se ve al fin libre del cuerpo que la tiene aprisionada?
Y, sin embargo, el resultado no tiene la brillantez de aquel magnífico Amores perros. Hay sin duda un regustillo a epicentro conocido – el accidente -, que aun no siendo exacto tampoco es novedoso. Pero la espina está en una compleción a medias, una trama no resuelta que queda oculta bajo la neblina de la estupefacción. Falta el esqueleto social de su primer largometraje; muy presente, redondeaba un impecable guión: la suerte de aquellas tres historias iba articulada a una situación economico-social que daba sentido al desenlace.
Aún así, 21 gramos es innegablemente interesante tanto desde el punto de vista cinematográfico como por la calidad de sus interpretaciones, pero le falta esa elevación mágica, una vez concluido el círculo trágico, para lograr que la fuerza aprisionada deje la cicatriz de Amores perros.
Esta vez un correcto Sean Penn se ve relegado a la cola ante un Benicio del Toro que dota a su personaje de una negrura y un instinto salvaje indomables dentro de la contención requerida por éste, y una Naomi Watts cuya destreza inquietante se vislumbró en la última película de Lynch, Mulholland Drive, y que remata aquí con una excepcional representación del dolor y la amputación del motor de su vida – su familia -.
Veintiún zarpazos de dolor son los que contienen estos 21 gramos de González Iñárritu. Desmonta para volver a reconstruir un rompecabezas que rezuma instinto, su particular firma.