Magazine/Cine y otras artes
Nunca fuimos héroes
Por Eva Pereiro López, miércoles, 5 de julio de 2006
Un psicoanalista, Mariano Silverstein (Diego Peretti), condenado a prestar servicios sociales por haber cometido un atropello, es invitado a acompañar en su trabajo a un inspector de policía, Alfredo Díaz (Luis Luque), deprimido por las infidelidades de su mujer. La finalidad es lograr, mediante terapia, que éste último supere el trauma sin dejar de trabajar, y que vuelva a ser eficaz en el cuerpo de policía al que pertenece cuanto antes. Así, Silverstein improvisa sus sesiones en un coche patrulla mientras siguen la pista de un doble asesinato.
Con esta receta de thriller, Damián Szifrón firma su segundo largometraje, una mezcla equilibrada y fresca de ironía, humor, realidad social argentina e intriga. Todo ello sin necesidad de abrumadores efectos especiales que, por desgracia, enmascaran a menudo la falta de trama o simplemente un argumento poco original.
Tiempo de valientes no habla de héroes, más bien de gente normal con los problemas de siempre, y ese es precisamente el gancho del producto. Personajes reales, lejos de la perfección (cualquiera que sea ésta), que hacen lo que pueden en sus respectivas vidas, cometiendo errores e intentando salir del paso. De este modo, esta pareja insólita de excelentes actores (desconocidos en España), permite al director satirizar tópicos de la psicología terapéutica, poner sobre la mesa la corrupción policial y militar de su país, así como entretener al espectador sin que éste tenga la sensación, en ningún momento, de que el dúo cae en una caricatura.
Szifrón mide bien su cóctel honesto y sin pretensiones, y agudiza el ingenio en sus diálogos
Los papeles de los protagonistas incluso llegarán a intercambiarse. El policía se descubre como perspicaz psicoanalista amateur en una escena memorable en la que intuye, durante una cena, que la mujer de Silverstein le está poniendo los cuernos, y el loquero, por su parte, prueba, por primera vez, la subida de adrenalina provocada por la acción policial al perseguir a los asesinos.
Szifrón mide bien su cóctel honesto y sin pretensiones, y agudiza el ingenio en sus diálogos. Esa es su fuerza. Probablemente la falta de medios hace que sobreviva y cruce el Atlántico sólo lo mejor del cine argentino. Pero hay que reconocer que lo que llega suele valer la pena, y se caracteriza por un cuidado esmeradísimo del guión, esqueleto esencial y una frescura inédita. No cabe duda de que esta pareja de valientes conseguirá llenar salas.