Magazine/Cine y otras artes
¿Dónde está Olive?
Por Eva Pereiro López, martes, 3 de octubre de 2006
Un día, por un conjunto de casualidades inexplicables, Olive Hoover consigue una plaza en la final del concurso “Little Miss Sunshine” que se organiza en Redondo Beach, California, a dos días de viaje de Alburquerque, lugar donde residen los Hoover. Tras consenso familiar y para no desilusionar a la pequeña, los Hoover sacan del garage una vieja caravana Volkswagen amarilla de los 60 y se lanzan a la carretera rumbo a California – la economía familiar no da para más.
La familia Hoover es bastante particular, una de esas familia denominada “disfuncional”, que abundan cada vez más. Está formada por Richard (Greg Kinnear), el padre, un convencido de los libros de motivación personal que se dedica a dar seminarios sobre “cómo ser un ganador en 9 etapas”; Sheryl (Toni Colette), la madre neurótica, sustenta como puede a su famila y su tarea principal parece ser poner en la mesa la comida que compra en los fast foods de turno al salir del trabajo; Dwayne (Paul Dano), el hijo mayor adolescente, ha hecho voto de silencio hasta conseguir entrar en una escuela de aviación, se comunica escasamente con los demás y cuando milagrosamente lo hace, utiliza papel y lápiz; Frank (Steve Carrell), hermano de Sheryl, especialista en Proust, acaba de perder su trabajo en la universidad y ha intentado suicidarse porque el número uno de su especialidad le ha arrebatado el novio – él es el número dos; el abuelo (Alan Arkin), heroinómano al que echaron de su residencia por su adicción; y finalmente Olive (Abigail Breslin), la hija pequeña, dulce, inocente y regordeta, sueña con llegar a ganar un famosísimo concurso de belleza para niñas – versión júnior de Miss América.
Tras el éxito en Sundance y el premio a la mejor película en el festival de Deauville 2006, esta comedia sigue viento en popa porque el viento no puede mas que soplar en su favor: cumple con todas las expectativas del género, empezando por hacer reír hasta el final. Y los actores se suben a la Volkswagen en busca de los tiempos perdidos con pasmosa brillantez
Esta road movie, primera película de la pareja Valerie Faris y Jonathan Dayton, es un cóctel equilibrado y fresco hecho de humor, ironía corrosiva, gags inspirados en la histórica caravana alternativa alemana, y de ternura que, al fin y al acabo, ata hasta a la familia más excéntrica. Los personajes representan todos los posibles modos de fracaso imaginables, del escolar al empresarial, pasando por el emotivo y la evidente insatisfacción personal de una vida mediocre. Nada que ver con el sueño americano profetizado. Y sin embargo, metidos en esa caravana, haciendo frente a los obstáculos que van sobreviniendo en la carretera, logran volver a estructurarse cual piña con el único objetivo de proteger al alma más inocente de todos ellos, para la cual todavía hay esperanza.
Tras el éxito en Sundance y el premio a la mejor película en el festival de Deauville 2006, esta comedia sigue viento en popa porque el viento no puede mas que soplar en su favor: cumple con todas las expectativas del género, empezando por hacer reír hasta el final. Y los actores se suben a la Volkswagen en busca de los tiempos perdidos con pasmosa brillantez. Desde una Toni Colette, cordón umbilical con la realidad a pesar de estar de los nervios, un Greg Kinnear perdedor y perdido aun siguiendo a rajatabla la metodología del ganador que predica, un Steve Carell que se estrena en la gran pantalla, con más sentido común que cualquiera de los demás incluso después de su intento de cortarse las venas, un Paul Dano silencioso, que a su pesar descubrirá que es daltónico y no podrá jamás cumplir su más preciado sueño, pilotar aviones, hasta un abuelo pasadísimo que resume la vida en follar y drogarse, pero lleno de aplomo, y una dulce Olive, detrás de sus gafas de abuela, a la que se olvidan en una gasolinera en la carretera, todos ellos dan forma y harmonía a este nuevo rayo de sol independiente americano. Y el caballo Faris & Dayton logra incluso superar el patético concurso de niñas plásticas que desfilan artificialmente por una pasarela denigrante con sus ridículos padres babeando.
Y cuando el policía motorista los para en la carretera con un cadáver en el maletero, Richard recomienda seriamente: “¡comportaros todos con normalidad!”. Bravo.