El Rhin
mide 1.230 kms., y es navegable en un tramo de 883 kms. entre Basilea (Suiza) y su delta en el mar del Norte. Es la vía fluvial navegable con más tráfico de toda la Unión Europea. El nombre es de origen celta y significa “fluir” (como en griego antiguo
rheīn = fluir). Junto con el Danubio, el Rhin constituyó la mayor parte de la frontera norte del limes del Imperio romano. Nace en los Alpes suizos (Cantón de los Grisones). Tras dejar los Grisones, el río fluye hacia el norte a lo largo de la frontera entre Suiza, Liechtenstein, y Austria, desaguando en el lago Constanza, en un vertiginoso descenso desde el Cuerno del Rhin, a 3.402 metros de altura, hasta los relativamente deprimidos 395 del lago. A continuación, pasa por Basilea, sirve de frontera entre Francia y Alemania, se adentra en la región industrial del Ruhr y gira hacia los Países Bajos, donde se divide en dos brazos (Waal y Lek), para desembocar en el mar del Norte. Los principales puertos del Rhin son Róterdam, Duisburgo, Mannheim, Ludwigshafen, Estrasburgo y Basilea. La cuenca del río Rhin abastece de toda su agua al ducado de Luxemburgo.
El Rhin es un río de oro. Todos lo sabemos desde que lo explicó con nitidez de guerrera trompeta
Wagner en la primera parte de su tetralogía
El anillo del nibelungo. ¿Era también de oro el mencionado anillo? Lo desconozco, pues siempre he sido mucho más proclive a las melodías de Verdi que a las de
Wagner. Las razones para tal querencia son exactamente las mismas que ya explicó por activa y por pasiva el pensador
Isaiah Berlin en algunos de sus libros. No voy a repetirlas aquí. Lo que sí sé es que gracias a Wagner el Rhin tiene fama de río guerrero, pendenciero e imperialista. Y es que el Rhin es el río wagneriano por antonomasia, y a este respecto me refugio en la cómica autoridad del gran
Woody Allen, ese escritor con gafas que sabemos vive todavía en Manhattan: “cada vez que escucho música de Wagner, me dan ganas de invadir Polonia”. El Rhin invadía Alemania, Suiza, Francia y los Países Bajos mucho antes de que a Wagner le diese por escribir óperas cantadas por dioses enfadados. Lo que sí hizo Wagner fue, llevando en una de sus manos el Santo Grial, navegar por las aguas del Rhin en una barca tirada por un cisne. Desde ese preciso instante el Rhin es wagneriano y sin duda posible, para siempre jamás, alemán.
El Rin a su paso por Colonia (fuente de la foto: wikipedia)
El problema es que años después, un tipo con bigote que imitaba sin gracia al de
Charlot,
the Tramp, se inventó su propio grial, el de la
Gran Alemania del III Reich. Y con la música homicida de la cabalgata de las walquirias como banda sonora, se lanzó a la conquista del mundo a través del Rhin. Y así hubo un tiempo en el que el gran río, además de wagneriano, fue también
hitleriano. Circunstancia que muchos nunca le han perdonado al pobre río, ni siquiera muchos alemanes.
Sin embargo la música del Rhin también está en
Schumann, Beethoven o
Brahms. Lo que sucede es que en no pocas ocasiones el árbol de la trompetería wagneriana impide ver el bosque musical que las aguas del Rhin riegan, alimentan y hacen florecer. Y así Beethoven y Brahms, que fueron ciudadanos vieneses buena parte de su vida, la Historia nos los presenta a veces como lustrosos frutos del Danubio, cuando lo son en no poca medida del Rhin, de un Rhin mucho más azul y transparente que el río dorado y metálico que se inventó Wagner. Pero esta singular paradoja ya la explicó con gracia y sangre vienesa un buen hijo del imperio austrohúngaro transplantado a las luminosas colinas del dorado Hollywood. Hablo de
Billy Wilder,
of course, quien a su guionista y sin embargo amigo,
Charles Brackett, le razonaba la habilidad de los vieneses para inventarse la historia de la siguiente manera: “a Hitler consiguieron hacerlo pasar por alemán cuando era austriaco, y a Beethoven por austriaco cuando era alemán. ¡Ese es el auténtico espíritu vienés!”.
Es evidente que hay disputas y juegos, con la historia y el arte de por medio, entre el Danubio y el Rhin. Sin embargo son dos ríos que en algunos de sus tramos hablan incluso el mismo idioma, y juntos han alentando buena parte de la música más grande imaginada por el hombre.