Juan Antonio González Fuentes
Si es cierto que las composiciones finales de los grandes músicos parecen señaladas a fuego por una clara marca de género, exactamente lo mismo podríamos decir de los últimos versos de aquellos poetas a los que en plena juventud les tocó bailar con la muerte, grupo numeroso que sin duda alguna tiene en el romántico inglés
John Keats a uno de sus más sólidos y genuinos representantes.
Desconozco si ya existe en nuestro mercado editorial, pero de no ser así, considero una buena idea, que con sumo gusto cedo a los editores inteligentes y sensibles, la publicación de una antología que recoja repertorio poético tan nutritivo por su profunda hondura y clarividencia: hipotética y soñada antología en la que tendría, sin discusión posible, un espacio reservado
Carlos Salomón (Madrid, 1923-Santander, 1955), poeta santanderino por vocación y vida, fundador del
Grupo Proel, del que, póstumo, hace tiempo vio la luz su poemario
La brevedad del plazo (Árgoma, 1995) título que
Gerardo Diego no duda en calificar como “verdaderamente impresionante” en el texto que sirve de prólogo a la publicación.
De Carlos Salomón yo conocía sólo los poemas que publicó
Manuel Arce allá por el lejano año 1969 en su colección “
La isla de los ratones” [véase
La isla de los ratones, de Manuel Arce (I)
y
Las isla de los ratones, de Manuel Arce (y II)]. Se trata de una selección de los versos que más gustaban al joven poeta y que éste dejó preparada cuando ya era perfecto sabedor de su irremediable y pronto final. Entre aquel puñado de poemas figuraban ya algunos muy hermosos que están incluidos en
La brevedad del plazo, y cuya primera lectura consiguió hacer de mí un entusiasta defensor del hoy olvidado poeta, vocación que con fuerza se vió revitalizada tras este nuevo y sabroso encuentro en la brevedad del plazo.
No estoy del todo seguro, pero creo que fue
Joseph Brodsky quien en alguno de sus libros dejó dicho que escribir poesía es ejercitarse en el morir. Ninguna otra definición encaja de forma más acertada con lo que ofrece Salomón en sus últimos poemas: un sobrio ejercicio poético de cerco a la muerte que es a la vez deseo, acercamiento y rechazo, personal profecía marcada por un crudo acento de renuncia desesperanzada. En el plano de la fatalidad, donde quedan definitivamente instalados los concisos poemas de
La brevedad del plazo, punto de partida desde el que el poeta plantea con gran unidad y crudeza un emocionante estado de la cuestión, no siendo otra la cuestión tratada que la del propio poeta enfrentado al supremo instante del adiós, es decir, a la inevitable renuncia cuya esencia dramática empero se revela al aparecer aún cuajada de fiebre y deseo.
Fruto de dicho planteamiento resultan unos versos de rabiosa sinceridad en los que se medita el dolor de vivir, la eterna fugacidad del tiempo, la dura fragilidad del hombre... El último libro de Carlos Salomón es una dolorosa construcción de palabras estremecidas que como toda poesía verdadera acaba transfigurada en lúcida y solitaria nativa a la muerte y sus presagios, única brasa final de esta inmensa y triste hoguera que es la vida.
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NOTA: En el blog titulado
El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.