¿Cómo nació la idea de escribir este libro? ¿Qué le llevó a
reflexionar sobre las dinámicas arbitrarias de selección en todas las esferas de
nuestras vidas?
La idea nace de una combinación de investigación
académica y experiencia profesional. Hace ya algunos años investigué para mi
tesis doctoral sobre las dinámicas de cooptación de las elites en las
organizaciones y, a partir de mi experiencia en empresas, universidades,
institutos de enseñanza, partidos políticos y administraciones públicas pensé
que era posible extraer ciertas conclusiones de carácter general sobre la forma
en que todos nosotros somos elegidos a lo largo de nuestras vidas. Llama la
atención que un aspecto tan esencial para el destino social de cada persona no
sea objeto de estudio en los colegios desde la infancia. Creo que se debe a que
esta materia, abordada con seriedad, choca profunda y frontalmente con el
discurso meritocrático dominante, que se resiste a reconocer la quiebra del
modelo y trata desesperadamente de mantener las apariencias y desviar la
atención de las cuestiones importantes.
¿Qué entiende usted por
progreso social?
Ya no se puede mantener, como en el siglo XIX, que
la humanidad progresa incesante y necesariamente, aunque se produzcan altibajos
en el camino. Pienso que en ocasiones se producen progresos sociales en
determinadas áreas y otras veces tienen lugar retrocesos. Le pondré dos ejemplos
de progreso social. El primero es el movimiento antiesclavista que nació en
Londres en 1787 a partir de un pequeño grupo de activistas. En pocos años
consiguió lo imposible: abolir la esclavitud en el imperio británico. El
historiador Adam Hochschild lo ha definido maravillosamente como la primera vez
en la historia que apareció un grupo de personas decididas a luchar por los
derechos de otros. El segundo gran ejemplo de progreso social es la Ilustración.
Eric Hobsbwam ha dicho que los avances realmente valiosos de la era
contemporánea se deben al pensamiento y las acciones ilustradas, y yo estoy de
acuerdo con él. El colapso de la selección racional que describo en mi libro es
una consecuencia de la desintegración de la herencia de la Ilustración en los
siglos XX y XXI.
Su visión del tema es muy crítica, baraja términos
como arbitrariedad, irracionalidad e injusticia, así como de que “el ser humano
no puede controlar su instinto depredador y explotador”. ¿No cree que el lector
se va a encontrar con un libro que rezuma demasiado pesimismo?
Decía
Isaiah Berlin en su análisis del pensamiento de De Maistre que éste parecía
escribir desde el patíbulo. Seguramente por eso le gustaba. Yo no escribo desde
un cadalso, pero ciertamente disiento de la corriente de optimismo y entusiasmo
hierático que predomina actualmente. Estoy más bien con Maurice Joly cuando
afirma que si miramos al fondo del corazón humano, sólo se encuentran instintos
contrarios a la igualdad y por ello la sociedad es un estado de guerra regido
por las leyes. Precisamente por eso considero que constituye una enorme tragedia
destruir en un instante avances como la selección justa y ponderada de los
individuos en las esferas del trabajo y la formación. Tal vez nunca llegó a
materializarse, aunque fuera en breves destellos, pero era un pilar fundamental
de la ilusión ilustrada por hacer avanzar el mundo. En el interior de los
gravísimos desequilibrios políticos, económicos y sociales que atravesamos
topamos con las puertas cerradas de la carrera hacia el talento que proclamaron
las revoluciones democráticas modernas.
Háblenos de sus lecturas, ¿en
qué bibliografía ha basado su investigación?
Mi tesis
doctoral se basaba en el trabajo de sociólogos y politólogos como Michels,
Panebianco o Katz, con el telón de fondo de la visión de la vida de Ortega,
Galeano o Ste. Croix, entre otros. No obstante, mi libro no adopta un estilo
académico, que me parece extraordinariamente aburrido en los tiempos que corren.
Las lecturas no deben servir para repetirlas mecánicamente en las obras, sino
para proporcionar un sustrato cultural que permita pensar independientemente.
Esto lo realmente difícil. En el texto trato de identificar un problema
determinado, la degeneración fáctica de los grandes paradigmas de la cooptación
ilustrada, y describir sus principales características, como la orientación al
pasado y la disolución ética.
¿Qué alternativas propone? ¿En qué
consistiría ese cambio de paradigma histórico que usted ve tan necesario?
La cultura optimista dominante también exige alternativas a toda
propuesta, pero los grandes cambios históricos nunca han presentado este tipo de
alternativas en el momento de realizarse. Los escasos defensores de la
liberación de los esclavos en el mundo antiguo difícilmente podían esbozar un
esquema de la sociedad capitalista que se desarrollaría miles de años después.
Su respuesta era pura y simplemente acabar con el esclavismo. Sin más. Si
hubieran esperado a contar con otra opción, jamás se habría superado el sistema
esclavista. La exigencia de una alternativa positiva puede ser una trampa. En mi
opinión, el próximo paso que la humanidad debe dar para salir de una vez de la
prehistoria es eliminar, de hecho y de derecho, la posibilidad de que un ser
humano pueda directamente seleccionar a otro. Estoy convencido de que en el
futuro la contratación de un individuo por otro, por ejemplo, será vista como
una acción ética y estéticamente inadmisible, además de delictiva. Muchos se
llevan las manos a la cabeza cuando escuchan esto y en su mente comienzan a
desfilar escenas de caos y desorden social ante el vacío que podría provocar tal
medida. Se trata del miedo usual frente a los grandes cambios. No existe
dificultad técnica alguna en establecer sistemas de calificación anónimos y
colectivos para evaluar a las personas, evitando completamente la decisión
directa y sesgada de un único ser humano que, inexorablemente, utilizará esa
discrecionalidad para construir una parcela de poder y ventaja para sí mismo, su
familia y su empresa u organización.