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lunes, 9 de mayo de 2011
Cuentos de lumbre y pesadumbre, de Carmen Plaza: la rebelión de los mitos
Autor: José Membrive - Lecturas[7508] Comentarios[0]
Los Tres Cerditos, Aladino, Pinocho, la Lechera, Blancanieves, El Soldadito de Plomo, la Bella Durmiente, el Gato con Botas, la Ratita Presumida, el Patito Feo, Cenicienta, Hansel y Gretel, el Sastrecillo Valiente, Caperucita Roja…, nuestro mítico ejército de liberación infantil, se ha despertado, ha dejado sus palacios, sus formas medievales, y ha decidido reencarnarse en nuestra sociedad para lo bueno y para lo malo. Para presentarse ante el público del siglo XXI, han escogido una pluma muy especial: la de Carmen Plaza, que conoce muy bien la esperanza y el dolor, la lucidez y las miserias tanto sociales como individuales del mundo actual, y sabe mezclarlas en un guiso artístico de altísima cocina en “Cuentos de lumbre y pesadumbre”

José Membrive

José Membrive

Los Tres Cerditos, Aladino, Pinocho, la Lechera, Blancanieves, El Soldadito de Plomo, la Bella Durmiente, el Gato con Botas, la Ratita Presumida, el Patito Feo, Cenicienta, Hansel y Gretel, el Sastrecillo Valiente, Caperucita Roja… y algunos de nuestros ilustres acompañantes de los sueños infantiles han dicho basta y se han confabulado para liberarse de las cadenas de tópicos que hacían de su vida un triste esperar a príncipes hermosos y princesas de ricitos dorados que nunca acababan de aparecer y que, cuando aparecían, acababan volviendo a su antigua condición de ranas.

Ya está, este ejército de personajes arquetípicos ha acompañado a la humanidad desde sus albores recorriendo todas las civilizaciones y épocas al servicio del misterio, tratando de llenar de sentido, de consolarnos en esa edad en que, tras el paraíso de la infancia, comienza a dibujarse en nuestro interior la sombra horrible de la muerte y el dolor. No es la primera vez que se rebelan, porque sobre sus hombros ha caído la responsabilidad de la evolución de los mitos humanos que han ido esbozando las distintas bases civilizatorias de la especie. En su piel llevan tatuados los hitos de la historia de la humanidad, y también las cicatrices de los choques y las bodas interculturales. Todos los imperios y religiones han querido esclavizarlos, ponerlos al servicio de sus intereses haciendo de sus gobernantes hermosísimos príncipes y, de los gobernados, humildes vasallos en espera de dádivas. Pero, a la larga, todos han fracasado. Estos monigotes construidos con materia de sueños han sobrevivido a todos los imperios, a todos los dogmatismos, a todas las mentiras con las que la “realidad” nutre las miradas ruines. El arte trasciende, la vida es autenticidad y ellos han demostrado ser más auténticos que los humanos de carne y hueso, por eso nos sobreviven, o tal vez nos salvan; salvan nuestros sueños de nuestra propia voracidad ruin.

Últimamente estaban hasta el gorro de la manipulación, del maniqueísmo absurdo que, en nuestra envidia, asignábamos a sus vidas. Caperucita Roja estaba hasta el gorro de que se la comiera el lobo por el mero hecho de querer caminar sola, sin la protección de un macho. “¿No tenía un padre o un hermano que la protegiese? ¿O es que en lugar de ir a casa de la abuela se lo montaba con algún amante secreto? De las mujeres, ya se sabe… Es preferible que se la coma un lobo a vivir con la duda sobre su fidelidad. Que se entere que una mujer necesita protección viril”, diría el macho.

Ahora los lobos se acicalan, Carmen Plaza lo sabe…, pero la mayoría de los humanos no. Y seguimos repartiendo cándidamente nuestros besos a lobos, bien aconsejados por su asesor de imagen, con caperuza roja.



Carmen Plaza: Cuentos de lumbre y pesadumbre (Ediciones Carena, 2011)

Los Tres Cerditos han trucado su identidad, tal vez abducidos por la vorágine de la especulación inmobiliaria, pero no han desaparecido. La palabra especulación viene de espejo y, los tres cerditos, en paradero desconocido, han regalado un espejo a Carmen Plaza, un espejo que traslada a las páginas de su libro, Cuentos de lumbre y pesadumbre (Ediciones Carena, 2011) y, ¡oh, horror!, al mirarnos en él vemos que, si no los tres, uno de los cerditos se dibuja en el ubicuo reflejo. Nos creemos personas pero ella sabe desenmascarar los monstruos interiores.

El desfile continúa. El Soldadito de Plomo es vencido por el ejército de burócratas, la Bella Durmiente se ahoga en un escaparate… En fin, un maravilloso desastre. Nuestro mítico ejército de liberación infantil se ha despertado, ha dejado sus palacios, sus formas medievales, y ha decidido reencarnarse en nuestra sociedad para lo bueno y para lo malo. Para presentarse ante el público del siglo XXI, han escogido una pluma muy especial: la de Carmen Plaza, que conoce muy bien la esperanza y el dolor, la lucidez y las miserias tanto sociales como individuales del mundo actual, y sabe mezclarlas en un guiso artístico de altísima cocina.

No puede decirse que la actual reencarnación de nuestros mitos los haga felices. Las perdices se guardan para el final, y ahora estamos al principio. Al principio de una nueva etapa dibujada por la metamorfosis de nuestros arquetipos. La Ratita Presumida, convertida en una fea fregona de escalera, gana mucho, aunque no lo parezca porque se hace preguntas escalofriantes. Ha pasado de animal privilegiado a la humana desolación de la pobreza, pero humana, al fin y al cabo.

Y eso es lo que han hecho todos, humanizarse: el Gato con Botas, el Patito Feo…, incluso los príncipes, Blancanieves, la Lechera, Pinocho… Todos han decidido bajar del pedestal acartonado para entrar a saco en la vida, con todas sus consecuencias. Han dejado de ser estereotipos para convertirse en seres contemporáneos, porque, en el fondo estaban prisioneros de una visión medieval, machista, esclavizada ante un falso maniqueísmo que premiaba la docilidad, la servidumbre a unos príncipes azules y a unas princesas de rizos dorados que dibujan su pertenencia a una clase dirigente a quienes como naturales “cenicientos” se nos mandaba servir, en espera de la limosna del amor caritativo o de la justicia de la ira.

Lamento, como escritor, no ser yo quien firme estos cuentos. En realidad lo había intentado hace unos años. “Los Tres Cerditos de las Azores”; “El Patito sin pedigrí nacional”; “La cabra y los siete lobitos”... Son cuentos que escribí creyéndolos geniales, pero envejecieron en el proceso de publicación y quedaron, creo que afortunadamente, encerrados en el cajón. La idea la tuve yo, en realidad todo lo que escribe Carmen Plaza lo había pensado yo antes. Es como si sus obras fueran la prolongación de mis sueños. La leve diferencia es que yo los había imaginado y ella los ha escrito mejorándolos hasta lo indecible. Ella es como un superego literario, un ángel ejecutor. Le digo que estoy escribiendo un ensayo sobre la condición humana, sobre el papel del dolor, y me dice que tiene publicado ya un volumen y escrito el segundo. Seguro que con mirada más amplia, más humana, más comprensiva y amorosa que la mía. Mujer tenía que ser.

Pero no es a mí solo, seguro que muchos, al leer el libro, pensarán que así, esa es la naturaleza exacta de nuestros mitos contemporáneos. Que tienen ante sí una radiografía esencial, una guía mítica apropiada para este tiempo de turbulencias y sombras. El valor del artista es plasmar, como diría Machado, “el espíritu de su tiempo”.

Desde ahora mismo todos los cuentos clásicos habrían de explicarse en clave de lumbre y pesadumbre, de luz y dolor, de Carmen y Plaza.



NOTA: En el blog titulado Besos.com se pueden leer los anteriores artículos de José Membrive, clasificados tanto por temas (vivencias, sociedad, labor editorial, autores) como cronológicamente.

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