No sé cuántos de ustedes recuerdan las multitudinarias manifestaciones y muestras de repulsa que tienen lugar por todo Occidente cada vez que el ejército de EEUU, por ejemplo, ataca posiciones insurgentes en países como Irak o Afganistán. En España no es infrecuente ver los alrededores de nuestras universidades tomados por masas vociferantes de jovencísimos estudiantes “comprometidos” a favor de “causas perdidas”, muchos disfrazados con los grandes pañuelos con los que los palestinos se visten. Las simpatías de nuestros intelectuales y “
artistas” por el mundo árabe son bien conocidas, y casi nunca pierden la ocasión de posicionarse frente a Israel cuando se presenta una controversia árabe-israelí. Cualquier bombardeo aliado que provoca víctimas civiles en territorios musulmanes en conflicto es inmediatamente denunciado y las embajadas de EEUU en las capitales europeas son testigos de manifestaciones contra métodos tan expeditivos. En fin, podría seguir poniendo
muchos más ejemplos de cómo los sectores que se autocalifican de progresistas siempre se han manifestado muy sensibles a cuanto atañe al escrupuloso respeto al mundo árabe y musulmán, y a la denuncia de ingerencias y componendas en dicho ámbito por parte de EEUU y sus aliados e Israel.
Por eso llama ahora tanto la atención el misterioso silencio que recorre los pasillos de nuestros centros universitarios; la invisibilidad de los eternos adolescentes pro-árabes; la ausencia de pañuelos palestinos en los jóvenes más reivindicativos; la no convocatoria de manifestaciones, ruedas de prensa, denuncias...; la no proliferación de debates, mesas redondas, discursos, conferencias...; la ausencia de cartelería denunciadora en nuestras calles..., en fin, todo tipo de protestas que señalen y denuncien con el dedo acusador los que está sucediendo ahora mismo en buena parte de los países del Oriente árabe y del norte de África musulmán. Países en los que la corrupción más salvaje y nauseabunda es la norma, en los que las estructuras mentales están infinitamente más cerca de la Edad Media que de la modernidad, en los que se impide taxativamente cualquier acercamiento a usos y costumbres democráticas, en los que sanguinarios dictadorzuelos imponen su ley gracias a las balas, el silencio y las torturas...
Gadafi en febrero de 2009 (fuente: wikipedia)
El régimen de
Gadafi emplea en estos mismos instantes aviones y armas pesadas para acabar con los que se manifiestan en su contra. Se habla ya de más de doscientos muertos en pocas horas. ¿Dónde está manifestándose en su contra
nuestra progresía?, ¿dónde se esconden los comprometidísimos universitarios que se rasgan sus pañuelos palestinos cada vez que un marine mata en combate a un terrorista árabe? Desaparecidos y en silencio sepulcral. Claro que Gadafi, un personaje propio de una delirante película de
Mel Brooks, es el autor del
Libro verde, tres volúmenes en la línea del
Libro rojo de
Mao, en los que rechaza la democracia liberal y mezcla en un revuelto difícil de digerir el nacionalismo árabe, el islamismo y el socialismo...; tres ideas, tres conceptos, tres construcciones que a la progresía más ortodoxa le resultan mágicas y atractivas. Quizá esta sea la explicación de su silencio..., sencillamente están de acuerdo, ¿o no?