(NOTA DE LA REDACCIÓN: las notas a pie de página van
en negrita para que no se confundan con los números de los
haikus)
I. La creación original de un
cronotopo hecho de oposiciones y fusiones
Lo
interesante de la escritura de JAGF es que desde el principio de su poemario nos
sumerge en un mundo muy peculiar, entre un allá (2) y un aquí
(3), que introduce inmediatamente una noción de “geometría”
(38) (4) e incluso una verdadera “Cartografía” (43) a través de
la que vamos a pasearnos. El mundo que se nos ofrece desde el principio, se abre
sólo para nosotros, sus lectores, interlocutores unidos al “yo” poético, una
primera persona de singular presente en varios haikus como el n° 55:
55
En un principio
el mundo se nos abre,
horas desnudas
Además,
se trata de un verdadero cosmos que funciona por sí solo con la presencia de los
cuatro elementos primordiales. El Fuego se caracteriza por su ardor
(5), la Tierra (6) es la menos mencionada, lo
que se explica por la omnipresencia del Agua y sobre todo del Aire. En efecto,
el Agua es esencialmente marítima (7), fría y helada
(8) hasta mortal como lo sugiere la presencia del río
Estigio (31). El Aire predomina y engloba todo el poemario con la evocación de
un espacio aéreo lleno de nubes, vientos, alas, pájaros, vuelos
(9). Muchos de los haikus gonzalezfuentianos nos llevan “hacia
lo alto” (23), en “limbo de altura” (2) donde vive un “ángel” cuya presencia se
impone a partir del final del primer tercio (23, 25, 35), pero que
paradójicamente sugiere también un abajo, puesto que aparece la figura angelical
“al revés” (23), sufre o padece de “la sed de un ángel” (35). ¿El ángel sería
ángel caído o “Un diablo oblicuo” (58)? Sea lo que fuere, el final del poemario
afirma claramente la presencia de un paraíso, “olor a paraíso” (70). La voz
poética propone una como unión de los contrarios que se traduce en el fundir
(incluso diría yo el confundir) de los cuatro elementos primordiales como entre
el Agua y el Fuego (20), la Tierra y el Agua en el “arrozal” (71), o la Tierra,
el Agua y el Aire:
22
En dunas de agua
tres peces por el aire.
Sueños de anzuelo
o Tierra y Aire en el último haiku, aunque se
termina por el elemento dominante, o sea, la presencia del Aire y de las
estrellas:
75
La Luna espera
siete estrellas de sangre,
dunas por su aire
Pero la peculiaridad de la escritura de Juan
Antonio González Fuentes es que no deja por separado todos los elementos, sino
que, a través de sus setenta y cinco haikus, existe una verdadera circulación
hecha de movimientos e intercambios, como los sugieren los caminos y pasajes
evocados por los numerosos senderos (4) presentes desde el principio y que
vuelven a menudo bajo la forma de “senda” (12, 66), que nos muestran el camino
que hay que seguir, una senda siempre relacionada con la luz (12) o la
oscuridad, “oscura senda” (12). El verso ágil es manantial de una infinidad de
movimientos (10) que sugieren vitalidad o -como ya empieza
a entenderlo el lector- su opuesto, o sea, el duelo y la muerte:
31
En esta orilla,
agua estigia por dentro,
ritmo de duelo
Pero
no se trata de un duelo o muerte estáticos, sino también en movimiento con la
presencia de una “barca” (38) o de un “barco” (40) que permite seguir el viaje.
Si el cosmos o topos gonzalezfuentiano juega de manera muy sutil entre
oposición y fusión-confusión, el poeta aplica lo mismo al tiempo cronos. Podemos
notar primero referencias temporales precisas: la “hora” que aparecen como
virgen (“horas desnudas” 55), “la noche” (58) o “la tarde” (37), un mes, el de
“marzo” (37), o incluso a las estaciones del año, lo que llama más la atención
puesto que parece contradecir el título del poemario:
57
El sol
poniente
en astilla de otoño:
sangre de niebla
El tiempo se hace
omnipresente al final (11). Pero sobre el modelo del topos, el
cronos borra las fronteras, para fusionar, en este caso, el pasado, el presente
y el futuro (“Ayer o jamás” 6) y proponer visiones instantáneas
(12), simultáneas (“Al mismo tiempo” 32) o eternas (“hálito de
eternidad” 5). En la lógica interna de sistema de pensamiento del poeta, la
eternidad no se opone a lo instantáneo sino que es más bien sinónimo de
complementariedad. No tenemos que olvidar que procurar visiones instantáneas es
lo propio de la forma del haiku, que en sólo tres versos cortos propone al
lector una multitud de imágenes que deben surgir en la mente, y al mismo tiempo,
estos fulgores visuales se hacen eternos. Por lo tanto, el tiempo detiene un
poder consecuente como un verdadero personaje. La voz poética lo afirma
claramente: el tiempo es un taxidermista (26) que desempeña un papel en la
Historia con una “H” mayúscula (33).
Cronos y Topos juegan con las
oposiciones y las fusiones dentro de ellos, pero también entre ellos, para crear
un verdadero cronotopo que de igual manera funciona sobre el bipolo
oposiciones-fusiones presente desde los primeros haikus: “Será de un
aquí/después de la palabra” (3). Esta fusión-confusión espacio-tiempo se nota
muy a menudo como en el haiku 14 donde o cuando “la distancia acontece/busca lo
anterior”. Tanto “la distancia” como “lo anterior” se pueden aplicar al espacio
como al tiempo: distancia entre un aquí y un allá, o un presente y un pasado o
un futuro; lo anterior a un presente pero también lo anterior a un lugar, es
decir, otro lugar.
II. Riqueza y profundidad de las voces
Desde el primer haiku, un “yo” poético afirma su presencia y se caracteriza
por una “voz”, “mi voz”, que vuelve a aparecer más adelante relacionado esta vez
con la vista y con el deseo: “me hubiera gustado ser” (19), con una preocupación
a propósito de su identidad. Una voz del “yo” presente hasta el final donde es
“voz que no se oye” (72). Lo interesante de esta voz poética es que está casi
siempre relacionada con la luz (32, 34) de la que no sabe gran cosa, como si
estuviera aprendiendo o como si quisiera entender mejor –no vacila en confesar
su ignorancia- lo que es esta luz que tanto le interesa:
32
Al mismo
tiempo,
por qué será lo ignoro,
la luz en vena
Pero este mismo
“yo” está también muy vinculado con lo auditivo y la música aunque en un pasado
del que no se acuerda:
40
Olvidé que fui
un barco de música
en el naufragio
El lector tiene incluso la posibilidad de tener el
retrato de este “yo” (“Autorretrato” 60) que se caracteriza por un
ensimismamiento (63) y, sobre todo, por su aspecto aéreo que nos remite a la
figura del pájaro o quizás del ángel ya evocado:
63
Alegre urgencia:
me ensimismo en el jardín,
bato mis alas
Finalmente, este “yo”
poético se conoce mejor porque se incluye en un grupo más amplio que engloba a
su interlocutor, un nosotros, una primera persona de plural
(13) que al mismo tiempo sugiere la presencia de un
interlocutor.
Este mismo interlocutor, al igual que la voz poética, se
impone desde el primer haiku a partir de una tercera persona de singular (“bajo
su sombra” 1), y está estrechamente relacionado con el yo poético puesto que
esta otra presencia-persona “enlaza” a la voz hasta romperla (65). Pero este
interlocutor es un desconocido para la voz poética, es un “alguien” que tiene
como característica de ir y venir “acabándose en la luz” (49), la luz siempre
que parece ser el ser y el existir del “yo”. Pero esta tercera persona de
singular no es el único interlocutor que tiene el “yo”. Puede contar con un “tú”
que, como el “yo”, está relacionado con las alturas y los ángeles, por tener su
propio ángel, aunque sea un “ángel al revés”:
23
Su centro en torno,
hacia lo alto su piedra
tu ángel al revés
Un “tú” que está
relacionado a su vez con la tercera persona de singular presente aquí dos veces
con “su centro” y “su piedra”. El mundo gonzalezfuentiano parece girar alrededor
de tres figuras estrechamente relacionadas entre ellas: el “yo”, el “tú” y un
“él” o “ella”. Pero si la tercera persona es un(a) desconocido(a) por el “yo”,
pasa lo mismo con el “tú” del que no se conoce el nombre:
44
¿Qué
nombre tendrás
cuando el mar te rehaga,
náufrago errante?
Voces
y presencias múltiples que la escritura cincelada del poeta introduce
soslayadamente para no molestar la lectura de cada uno de los haikus, lectura
muy visual –he hablado más arriba de visiones instantáneas- que el poeta nos
propone hacer en voz alta para apreciar mejor su sonido, su música, un verdadero
himno operístico.
III. Haikus de luces y sonidos
Cuando le propuse al lector ir de la mano por los haikus de JAGF,
significaba también para mí compartir con él las emociones que había
experimentado sobre todo a primera lectura. Y es cierto que lo que se desprende
de la lectura global del poemario no es sólo una gran sugestión de imágenes que
cada uno de los haikus propone y provoca en nuestra mente, sino también el sin
fin de flashes visuales que se impone al lector. La delicadeza de la escritura
de los versos hace que los contrastes y juegos de oposiciones de los que he
hablado se encuentran de la misma manera en las imágenes evocadas, todas hechas
de luces y de sombras, de contrastes fulgurantes al estilo del Caravaggio. El
primer título que tenía pensado para este prólogo era “Cuando los haikus
orientales se vuelven caravaggescos”. Los haikus gonzalezfuentianos son la
ilustración poética del tenebrismo. Primero por la omnipresencia de la vista que
se explaya a través de todo el poemario y con el que el “yo” poético está en
simbiosis (19). Una vista que sólo puede existir porque hay ojos (15, 36). Pero
si hablo de tenebrismo es porque implica la presencia de un fuerte contraste
entre luz y sombra.
En efecto, la luz, que sólo aparece por primera vez
en el haiku 18, irrumpe en el poemario de manera fuerte puesto que es una “Luz
que exagera/de la mañana el eco” (18). Su poder se extiende sobre los elementos
puesto que “teje agua la luz” (71) o sobre las pasiones que controlan nuestra
vida como el amor (“Luz que celebra/Eros en lo pequeño” 28). Pero, muy fiel a la
característica fundamental de su escritura, el poeta juega con los opuestos y la
luz puede resultar también “luz triste” (45), borrosa, que “ofrece niebla en su
luz” (64), o incluso sinónima de final y, de nuevo, de tristeza, “acabándose en
la luz./Se llora el sauce” (49). Nuria Rodríguez Lázaro observa esta misma idea
en su análisis de La luz todavía cuando afirma que “la luz aparece
restringida” (14).
Juan Antonio González Fuentes
nos muestra además que tiene un dominio del análisis de la imagen
(15) puesto que precisa cuál es la fuente de donde emana la luz
que inunda sus poemas. Este foco es el propio sol (42, 47) que puede aparecer a
la vez considerado como vital para los seres (56) como para la poesía (54), pero
también como pormenorizado puesto que es un “sol poniente” (57).
Pero si
hablo de tenebrismo, implica que al lado de la luz están la sombra y la
oscuridad que de igual manera invaden los haikus (16). Un juego
de oposiciones, de contraste visuales que ilustra perfectamente el haiku
duodécimo:
12
Oscura senda,
de pronto llama blanca,
luz que
se tensa
Se percibe una tensión perpetua entre luz y sombra que vuelve a
brotar en el haiku 52, donde la oscuridad se hace doblemente presente en los
versos uno y tres que rodean la claridad o blancura sugerida por la nieve:
52
Oscuro cáliz
que la nieve mancilla,
ala de cuervo
La luz y también los colores (17) explotan por
todos los haikus. Leer, decir, oír los haikus de JAGF es como pasearse por
cuadros de grandes pintores. Cada uno de los haikus es un cuadro en sí, un
lienzo que se explaya ante nuestros ojos admirativos de tantas imágenes
sugeridas con tan pocas palabras. Bien se puede decir que la luz y la sombra son
dos de las temáticas más queridas del poeta que explora en sus otros poemarios
con títulos muy evocadores: La luz todavía (2003) y La lengua
ciega (2009).
Además, los haikus de JAGF no sólo son pequeñas obras
maestras pictóricas sino también musicales. Los sonidos invaden los poemas
(18), sonidos misteriosos (19), brutales que
imponen el silencio (“toque de queda”, 5). Y son muchos los silencios en la
obra: “hojas entre el silencio” (16), “Crece el silencio” (14). No tenemos que
olvidar que los silencios forman parte integrante de la música que está llena de
silencios. La música no podría existir sin los silencios como la poesía de estos
haikus necesita de estos silencios para existir. Silencios tanto más importantes
cuanto que los podemos notar también en el espacio en blanco dejado entre cada
uno de los haikus: una pausa equivalente a la de una respiración, de un suspiro,
necesario entre cada haiku para detenerse y asimilar toda la melodía de tres
versos, un “ritmo” (31) dice el poeta que se traduce en un “va y viene la ola”
(33). Un compás y vaivén que se pueden observar en varios haikus como por
ejemplo en:
46
Orden y objeto,
el objeto del orden,
(ordena-miento)
Juegos con las palabras no sólo con su significado
sino también y sobre todo con sus sonidos, la musicalidad de los vocablos. Una
musicalidad que se puede observar a través de la red lexical se percibe también
en la versificación. El lector entra por un enganche corto y su oído se deja
llevar, como mecido por el movimiento alargado del segundo verso, para recibir
de golpe el tercer verso corto que cae brutal como la hoja de una guillotina con
su última sentencia, imagen: el acorde final.
Pero los haikus
gonzalezfuentianos no son sólo sonidos, su belleza proviene del arte del poeta
que sabe transformar estos sonidos en una verdadera obra operística donde reina
la “Canción primera” (13), la “música con leve azar” (25), los “cantos rodados”
(59). La parte central del poemario, donde cuatro haikus se juntan para
hablarnos de música, es un verdadero punto clave, point d’orgue,
calderón, suspensión del movimiento del compás, o como lo define el
Diccionario de la Real Academia Española: “frase o floreo que el cantor o
el tañedor ejecuta ad líbitum durante la momentánea suspensión del
compás”:
39
Por la nieve gris
grullas a voz en grito:
sinfonía al Sur
40
Olvidé que fui
un barco de música
en
el naufragio
41
Plata insonora
-coral los huesos del mar-,
un pez muy quieto
42
Con la tempestad
deviene en sol el
cisne,
acorde en vuelo
Cada uno de los cuatro haikus desarrolla,
sobre el modelo de una fuga musical o de un coro a cuatro voces, el tema central
de la música: “voz”, “grito”, sinfonía”, “música”, “insonora”, “acorde”. El
poeta nos da aquí lo que es para él la definición de la poesía: música del mar
(“barco”, “coral”, “pez”), de un mar violento (“naufragio”, “huesos”,
“tempestad”). Calderón, fuga, coro, JAGF sabe recuperar de cada palabra lo
esencial, su esencia como si lograra remitirnos al momento de creación de cada
palabra, cuando el sonido de la palabra, su música formaba una sola y misma cosa
con lo que nombraba. Como gran poeta que es, nos da a entender lo fundamental de
cada una de estas palabras, su sentido original y filosófico que sigue
permaneciendo oculto en lo más hondo de cada palabra, su música. En eso no se
equivocaban los místicos al decir que la música era el arte que mejor permitía
acceder a Dios porque era el arte más abstracto, imperceptible, invisible.
Por eso, la voz poética intenta definir lo que es la música aunque le
cueste trabajo y tenga por ello que pasar, dos veces, por la negativa:
21
¿No es la música,
-silbo sutil de espada-
trazo de
espina?
29
¿No es la música,
-trazo leve de espada-
rosa y
espada
El lector entenderá mejor ahora el título que he dado a este
prólogo, con un intento poco glorioso de imitar al maestro:
Himno al
haiku:
o cuando la lengua es ópera
y luz todavía
A modo de conclusión: una honda reflexión y génesis sobre la poesía
Como lo decía en la introducción, la marca de las grandes obras es cuando
los sentidos que rinden el texto son inagotables y cada lectura propone otras y
otras posibilidades de interpretar los versos. No me da tiempo aquí de hablar de
la reflexión que lleva el poeta sobre el poder de la palabra, de la escritura y
de la poesía, sobre el papel, las hojas, los signos, los labios, los nombres, la
postpoesía (20)... verdadero tratado metaliterario. A
modo de ejemplo y reflexión, para ti, querido lector, estos tres haikus:
54
Piedra, fin y sol,
tres palabras con frente,
pieles de
poema
59
Giran los poemas
andando de puntillas:
cantos
rodados
60
Sangre invernal
y el perfil de lo escrito.
Autorretrato
Y en efecto, como lo subraya Nuria Rodríguez Lázaro en
su estudio de La luz todavía, “la escritura poética es, en sí misma, una
espléndida definición de la poesía como género literario, si es que la poesía es
un género literario: la poesía es la abolición de los límites de la palabra”
(21). Comentario que bien se puede aplicar a Haikus sin
estación.
No puedo dejar de mencionar un elemento que me parece
importante para un mejor entendimiento de la obra compleja de JAGF; quiero
hablar de la génesis de este poemario. Partiré de un intercambio epistolar que
tuve con el poeta en el que me explicaba su proceso de creación y que él me
permite reproducir a continuación:
“Porque los estuve
reescribiendo hasta que, como creo que dijo Valéry, no los terminé, sino que los
abandoné. Llevo años escribiendo haikus. Empiezo por uno de los tres versos, que
me suele llegar como un fogonazo. Los otros dos no tardan en llegar, pero quedan
apuntados en cuadernos, márgenes de periódico o revistas, señala páginas. Luego
los paso a un cuaderno. Ahí ya puede darse alguna modificación. Luego, al cabo
de horas, días o semanas, los releo, vuelvo a ellos. Los modifico, les cambio
una palabra que me parece los hace más misteriosos, más hermosos. Hay un haiku,
al final del libro, que te lo he enviado con dos finales, pues aún no me he
decidido por uno de ellos:
Arde en colores // Se quema en
color.
Este es un buen ejemplo de lo que te digo.”
En efecto, la versión que tiene el lector entre sus manos es de setenta
y cinco haikus, pero la inicial versión entregada al editor era de sesenta y
siete. Por diferentes razones, Juan Antonio González Fuentes añadió otros siete,
pero en dos momentos. El primer añadido consistió en introducir tres haikus:
fueron los números 65 y 66, que se introdujeron después del 64, y del 72 después
del 70. El segundo añadido fue más consecuente puesto que fueron cinco los
haikus introducidos (los 67, 68, 71, 73 y 74) pero además con algunas
correcciones. Lo interesante de estas modificaciones es notar que el que era
desde el principio el último haiku lo siguió siendo en las diferentes versiones,
lo que le confiere un estatus importante. El poeta quiso siempre que la lectura
de su poemario se terminara con este haiku:
75
La Luna espera
siete estrellas de sangre
dunas por su aire
La Luna aparece aquí
con una mayúscula, o sea que no es considerada sólo como el astro, sino que
además adquiere el estatuto de personaje. Una importancia notable puesto que la
luna sólo aparece mencionada tres veces en todo el poemario (53, 68 y 75). Su
primera “aparición” no lo es en sí. En efecto, se trata de una “no-aparición”,
como lo traduce el “sin”, de una aparición-reflejo negada:
53
Agua
sin luna
se hace frágil distancia,
sombra enquistada
Además sin
reflejo de la luna en el agua, todo es sombra. Sin embargo, su segunda mención
es muy diferente. En efecto, la luna ya existe por sí misma y es fuente de vida,
aunque también de muchas “dudas o certeza”, lo que le confiere ambigüedad:
68
Luna emergente,
manantial de aire blanco,
duda o certeza
Por otra parte, el lector notará al poner “Luna” al principio del primer
verso, que se debe escribir con una mayúscula y por lo tanto no se sabe si se
trata del astro (con minúscula) o si es la luna considerada Luna, personaje,
como lo es claramente en el haiku final. El poeta está llevando una reflexión
sobre L-luna bajo todas sus facetas: astro de día y de noche con doble cara, que
da luz en la noche, que no alumbra en el día, inspiradora de los poetas, musa
venusiana y virginal, fuente de contrastes, de luz y de sombra, de música
celestial… y otros muchos sentidos que le espera al lector en sus numerosas
lecturas inevitables de estos profundos haikus.
Incluso, todo este
último análisis de la genética del poemario, es la prueba de que cada uno de los
haikus es independiente, pero al mismo tiempo se inserta en un todo compuesto
por setenta y cinco poemas entre los que se teje una red de significados tan
rica que es inagotable. Así que, querido lector, lo mejor, frente a una obra
como la que tiene Usted entre las manos, es leerla, y volver a leerla y de nuevo
leerla intentando con cada lectura acercarse al meollo de lo que nos propone, si
eso se puede, tan rica es la obra.
NOTAS:
(1) Traduzco yo de Philippe Merlo-Morat,
La littérature espagnole contemporaine, Paris, PUF, 2009, p. 176.
(2) “allá de mi voz” (1) que vuele a aparecer casi en la
mitad del poemario “Regresa de allá” (35).
(3) “Será de un
aquí” (3), de los puntos cardenales como el “Sur” (39). . Grande es la variedad
de lugares que aparecen en los haikus: casa (7), isla (50).
(4) Para ciertas comodidades, podemos entre paréntesis el
número del haiku al que me refiero.
(5) “Piadosa lava”
(11), “pieles de brasa” (34), “Arde la hierba” (48), “plomo ardiente” (56),
“arde en colores” (69).
(6) “campos de vuelo” (11), “Como
en un bosque/hojas” (16), “árbol” (20), “enterrar” (48), “piedra” (54),
“huellas” (66), “tierra” (66).
(7) “seis es número de agua”
(7), “un vaso de agua” (38), “la piel del agua” (45), “agua” (53, 71), “ola”
(33), “mar” (36, 41, 44), “pez” (41), o también la proximidad fónica entre
llorar y llover con sus referencias líquidas en un mismo haiku: Está la lluvia/
tras el rumor de marzo:/llora la tarde (37)
(8) “nieve
reciente” (20) o de “nieve gris” (39), de “nieve [que es] agua” (50, 52), o de
“hielo perfecto” (58), “hielo de cisne” (10) que vuelve a aparecer “deviene en
sol el cisne” (42) cuya presencia del animal refuerza el elemento acuático.
(9) “nube” (1, 64), del “aire” (6, 10, 36, 45), del
“viento” (16, 24, 73) de “el ala del pájaro” (30) o el “pájaro” (48), “mirlo”
(64), y el verbo “volar” (24), “vuelo” (42) y “alas” (25, 48, 52).
(10) verbos (“llegándose” 13, “buscar” 14, “caminar” 25,
“ir y venir” 33, 49, “llega llevándose” 34, “regresar” 35, “girar” y “andar” 59,
“crecer” 67), sustantivos (“exilio” 15), adverbios y adjetivos (“insondable” 15,
“errante” 44)
(11) “tiempo de rocío” (71) que alude al
momento de la mañana o “tras un tiempo maduro” (72) que sería el de la vejez.
(12) “de pronto llama blanca” (12), “relámpago” (15),
“tiempo escaso” (18).
(13) Lo podemos comprobar en estos
dos haikus: Cartografía:/ un perro añil nos sueña/ entre sus huesos (43) y En un
principio/ el mundo se nos abre,/ horas desnudas (55)
(14)
Nuria Rodríguez Lázaro, “Sobre La luz todavía (2003) de Juan Antonio González
Fuentes” in Philippe Merlo (dir.), Le créateur et sa critique 2.
Manipuler et Séduire, Saint-Étienne, PUSE, 2010 (sous presse).
(15) No tenemos que olvidar que colabora con el Museo de
Bellas Artes de Santander desde hace varios años, como lo podemos comprobar con
las publicaciones del ciclo Alucinaciones que él coordina.
(16) “bajo su sombra” (1), “oscura espina seca” (2) como
vuelve a parecer en la segunda mitad bajo la forma de una “sombra enquistada”
(53), “miden las sombras” (62), “jardín de sombras” (65).
(17) “nube blanca” (1), “el peso azul del mar” (36),
“Cráter de azules,” (38), “Por la nieve gris” (39), “Plata insonora” (41), “el
tiempo gris de un viejo” (62), “vira la rama al rojo/arde en colores” (69),
“manantial de aire blanco” (68).
(18) “el eco” (6, 18) o
rumores (37) y “grito” (39), “clamor” (74).
(19)
“insondables” (15) o “insonora[s]” (41).
(20) “hojas en el
silencio” (16), “ojo en el papel” (17), “signos del naufragio” (27), “Entre los
labios” (30), “Dice la postpoesía” (33), “¿Qué nombre tendrás” (44).
(21) Nuria Rodríguez Lázaro, “Sobre La luz todavía (2003)
de Juan Antonio González Fuentes” in Philippe Merlo (dir.), Le créateur et sa
critique 2. Manipuler et Séduire, Saint-Étienne, PUSE, 2010 (sous
presse).
Nota de la Redacción: este texto corresponde al
prólogodel libro de Juan
Antonio González Fuentes, Haikus sin
estación (Carena, 2010). Agradecemos a su autor,
el profesor Philippe
Merlo, la gentileza por autorizar su publicación en
Ojos de
Papel.