Juan Antonio González Fuentes
En 1802 Beethoven supo que era ya sólo cuestión de tiempo el que su sordera fuera completa y definitiva, lo que vino a suceder diecisiete años después, en 1819, cuando no podía oír el sonido de un orquesta y tenía que leer y escribir para comunicarse con los demás. Como es fácil imaginar, la noticia hizo mella inmediata en el talante del compositor de Bonn. A partir de esa fecha la crítica descubre la presencia de tres nuevos elementos en su música: la reflexión, la interiorización y la magnitud. Beethoven dejó atrás la etapa de joven brillante y talentoso para adentrarse en el camino de la madurez, aquel que más tarde le condujo a un lugar aún hoy desconocido para nosotros, y en el que tuvo experiencias que hicieron escribir al poeta Stefan Georg: “Beethoven respiraba el aire de otro planeta”.
A esta etapa que podemos llamar “intermedia” pertenecen algunas de las mejores obras del alemán: los cuartetos para cuerda “Rasumovsky”, el concierto para piano y orquesta nº 5, el concierto para violín, de la Tercera a la Séptima sinfonías, o las sonatas para piano “Appassionata” y “Waldstein”.
Arrau-Waldstein Sonata-Beethoven-Parte 1 (de lipolito)
La sonata nº 21 en Do Mayor, op. 53, compuesta entre 1803-1804, lleva el sobrenombre “Waldstein” porque Beethoven se la dedicó al conde Ferdinand von Waldstein, miembro de la orden de los caballeros teutónicos y músico aficionado que con sus influencias y amistades ayudó al joven Beethoven cuando a principios de noviembre de 1792 éste marchó por segunda vez a Viena para estudiar con Haydn. “Con su incesante aplicación, reciba de las manos de Haydn el espíritu de Mozart”, le escribió entonces el conde Waldstein al veinteañero Beethoven.
Arrau-Waldstein Sonata-Beethoven-Parte 2 (de lipolito)
Esta sonata, también conocida como “Aurora”, supone para la literatura pianística lo que la Tercera Sinfonía “Heroica” para el sinfonismo, es decir, un auténtico punto y aparte, un cambio revolucionario. Beethoven extrae del instrumento todas las notas de que dispone, creando un clima de intensa inquietud. “El tema inicial de la sonata -escribe Philippe Autexier- explota ya el contraste entre los extremos, grave y agudo. Una frenética pulsación del acorde en do mayor retumba en el bajo del teclado. ¿Ruido o música? Resulta difícil decirlo cuando, de ese universo lejano y caótico, surge, entre los agudos, como un rayo de luz. Y ese rayo infinito ilumina al fin la obra entera”.
Arrau-Waldstein Sonata-Beethoven-Parte 3 (de lipolito)
Con las sonatas Waldstein y Appasionata Beethoven consiguió que la intensidad y la fuerza expresiva se independizasen de la función armónica, dotándolas de una completa autonomía y ensanchando hasta límites entonces no sospechados las dimensiones del lenguaje musical de la forma sonata.
NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.