Juan Antonio González Fuentes
Con inusitada frecuencia se utiliza en nuestra sociedad el calificativo descalificativo fascista o facha. En cuanto alguien expresa una opinión que no puede ser situada en el vademécum de “lo políticamente correcto”, se le regala gratuitamente con la palabra facha, fascista. Y no me refiero ya a opiniones de índole política o de partido; no, basta, por ejemplo, con decir que te encanta determinado novelista, o que no te gusta otro, que te fascinan los western o que John Wayne te parece un magnífico actor, para escuchar con asumido desprecio el apelativo, o para que incluso entre amigos o conocidos, alguien te diga con una sonrisa condescendiente asomando en su boca eso de “si es que eres un facha”.
Y sin embargo, estoy completamente convencido de que la inmensa mayoría de quienes descalifican con el calificativo no tienen ni la más remota idea de qué demonios significaba y significa ser un fascista, un fascista de verdad, claro, no alguien al que le guste ver cabalgar a Clint Eastwood en la pantalla grande.
¿Cuáles son las principales características del fascismo genérico e histórico? Bueno, con un lenguaje sencillo y creo que muy asequible aquí dejo subrayadas algunas, con la secreta esperanza de que cuando se use la palabra se sepa, más o menos, qué demonios se está diciendo.
Uno de los efectos más notables de la crisis de la democracia liberal en el período de entreguerras fue el auge de las ideologías autoritarias y del fascismo, que dio lugar al establecimiento sistemático de regímenes dictatoriales en la mayor parte del sur, centro y este de Europa. Portugal, España, Italia, Grecia, Hungría, Rumania, Bulgaria, Yugoslavia, Polonia, Austria y Alemania conocieron diversas modalidades de dictaduras, mientras que se multiplicaron los movimientos y partidos de ideología nacionalista autoritaria o fascista, tanto en los países citados como en otros de Europa Occidental. En ocasiones todos estos regímenes y movimientos han sido considerados como expresión del fascismo en distintas variantes, si bien es más frecuente distinguir entre los regímenes autoritarios de tipo tradicional y los propiamente fascistas. Los primeros eran por lo general dictaduras militares conservadoras implantadas en países más atrasados y apoyadas por la oligarquía tradicional y el ejército, que frecuentemente adoptaron algunos préstamos fascistas. Como sistemas fascistas por excelencia, definidores del paradigma o modelo del fascismo, estarían la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini. Otros regímenes se hallarían en posiciones intermedias entre ambos modelos, por ejemplo se ha hablado de un “fascismo católico” para englobar a la dictadura de Dollfuss en Austria, la de Franco en España y la de Salazar en Portugal.
Benito Amilcare Andrea Mussolini (1883-1945) en 1923 (foto wikipedia)
Pese a las diferentes interpretaciones en torno al fascismo y a los rasgos propios de las distintas variedades nacionales del fascismo, existen un conjunto de características del fascismo genérico:
- En primer lugar se definen por las “negaciones fascistas”: la oposición radical al liberalismo, la democracia, el marxismo y el movimiento obrero, así como una oposición al conservadurismo tradicional que fue muchas veces compatible con una alianza con los sectores conservadores.
- La exaltación del Estado y de la Nación como factores de cohesión social. Frente a la disgregación y la división social que atribuyen a los partidos políticos, la democracia liberal y la lucha de clases, defienden la unidad nacional en torno a un Estado totalitario. Este Estado debía estar por encima del individuo, sometido a los intereses superiores de la nación. A ello se añadía la sustentación del Estado en principios étnicos y racistas, en particular en el caso nazi.
- Unido a lo anterior iba un nacionalismo radical que se traducía en las aspiraciones de expansionismo territorial y en el militarismo. En el caso nazi, se trataba de una nueva expresión del pangermanismo, de la realización de la Gran Alemania, integradora de todos los poseedores de la lengua, la cultura y la raza alemanas con independencia de las fronteras políticas establecidas. En el caso italiano, la agresividad nacionalista se apoyó en el irredentismo y en el deseo de rememorar la grandeza del pasado imperial de Roma.
Adolf Hitler (1889-1945) en 1938 (foto wikipedia)
- Mantenían una visión orgánica y elitista de la sociedad, que les llevaba a defender un orden jerárquico para la sociedad y el Estado. Esto iba unido a la exaltación del liderazgo personal de un caudillo dotado de un poder carismático y capaz de condensar por sí solo la voluntad nacional y dirigirla en beneficio de la comunidad.
- Aspiraban a un nuevo tipo de organización económico-social, escasamente especificada y con importantes diferencias entre los distintos movimientos fascistas y en el seno de los mismos. Como expresión de su vocación “revolucionaria” y a la vez anticomunista, el fascismo contrapuso al socialismo internacionalista un socialismo nacional, con un programa de corte aparentemente anticapitalista definido por la defensa del nacionalismo económico y la autarquía, combinando la intervención estatal en la economía con la propiedad privada. Por lo general defendían un sistema corporativo que integrara los distintos grupos y clases sociales bajo una dirección autoritaria, acabando con el movimiento obrero y la lucha de clases.
- Su ideología se basaba en principios irracionalistas, idealistas y vitalistas, exaltando la juventud, la voluntad, la acción y la violencia. Por ello su estilo político se definía por la importancia concedida a la propaganda, la escenografía y la simbología, a la movilización de masas y a la militarización de la política.
Precisamente los fascismos destacaron por su capacidad para movilizar a las masas utilizando la propaganda y apelando a mitos nacionales como la raza o el sentimiento nacional. En este sentido, el partido único y las organizaciones paramilitares fueron instrumentos esenciales para el reclutamiento de efectivos, para la toma y para la conservación del poder. Los fascismos reclutaron seguidores de grupos sociales muy heterogéneos. Los grupos desarraigados o desclasados por la guerra, particularmente los excombatientes, formaron el núcleo de las primeras formaciones paramilitares. También jóvenes nacionalistas atraídos por su discurso vitalista y contrarios al “conformismo” del orden burgués liberal; parados y obreros igualmente frustrados por el sistema liberal y atraídos por sus promesas sociales; o extensos sectores de las clases medias amenazados por la crisis económica y el temor a la proletarización y el socialismo. Obtuvieron el apoyo de sectores del gran capital y de muchos terratenientes, que optaron por financiar a estos movimientos con el fin de contrarrestar la agitación social promovida por las organizaciones de izquierda.
Última reseña de Juan Antonio González Fuentes en Ojos de Papel:
-Guillerno Cabrera Infante: La ninfa inconstante (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, 2008)