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martes, 10 de julio de 2007
Jesús Pardo en San Vicente de la Barquera
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[12662] Comentarios[0]
Desde hace unos años, el escritor Jesús Pardo y su mujer Paloma pasan unos días de verano en San Vicente de la Barquera, en casa de mi amigo Luis Salcines.

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Juan Antonio González Fuentes

Desde hace cuatro o cinco años, el escritor Jesús Pardo (Santander, 1927) y su mujer Paloma veranean unos días de julio en la casa que nuestro común amigo, el profesor Luis Alberto Salcines, tiene en San Vicente de la Barquera, justo frente a la playa y a la espectacular vista del pueblo, con el castillo recortado sobre un fondo azul que clarean las cimas nevadas de los Picos de Europa.

Durante su estancia en la villa, Jesús Pardo escribe, lee, pasea y degusta las especialidades gastronómicas de la zona. Pero un día de los diez o doce que suele estar en San Vicente, Jesús y Paloma lo dedican a comer con Luis y conmigo. Nos invitan siempre al mismo restaurante, uno que se levanta sobre una pequeña colina que domina todo el pueblo, y también la desembocadura de la ría y las playas abiertas enteras a mar adentro y al viento y las grandes olas encrespadas...

Antes de comer, Jesús nos suele regalar un libro a cada uno, siempre alguno de sus trabajos: poemas, traducciones, novelas. Y luego comemos abundantemente, muchos entrantes, un buen plato, postre, café y licores. La comida suele prolongarse por espacio de tres o cuatro horas en las que hablamos de todo un poco: literatura, música, santanderinismo puro y duro, viajes, ciudades lejanas, política, amigos comunes, trabajo...


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Jesús Pardo


Jesús no habla mucho, pero cuando lo hace sentencia con gracia infinita. Jesús trufa su conversación con latinismos, palabras del griego antiguo, y frases enteras en inglés, francés, alemán, sueco, rumano, finés, húngaro, sueco o italiano, idiomas que traduce y lee, e incluso habla con elegante soltura filológica. Jesús ha escrito mucho (poesía, artículos, novelas, memorias, cuentos...), pero ha traducido mucho más, y no lo ha debido hacer mal del todo, por lo premios que acumula y las reediciones de su trabajo que va cargando a la espalda.

Jesús fue durante muchos años corresponsal en Londres de prensa escrita española, y es mucho lo que ya ha contado, o novelado, de aquella etapa anterior a la Transición. Luego, de vuelta en España, además de seguir escribiendo en los periódicos, fue director de Historia 16, y también es mucho lo que cuenta de aquella etapa, de aquellas jornadas inauditas de rumores y de ciencia política de salón y dimes y diretes.

Pero yo creo que cuando Jesús lo pasa mejor es cuando cuenta anécdotas del Santander de su infancia y adolescencia, de ese Santander que ya ha retratado magistralmente en su primer volumen de memorias (Autorretrato sin retoques, Anagrama bolsillo) y en su novela, magnífica, por cierto, Ahora es preciso morir (Taller de Mario Muchnik). Ese Santander en el que “hasta los pobres son de derechas”; o en el que su tío Marcelino tenía un elegantísimo automóvil blanco que conducía un enorme chófer negro que lo sacaba en brazos para que no se ensuciara las polainas pisando las calles encharcadas; o en el que su tía Curra le deba limosna “a sus pobres”, y les reconvenía muy seria a que no se gastaran la mísera perra gorda en vino, a lo que alguno le replico que no se preocupase, que enseguida iba a comprarse un piano de cola; o en el que el “pagador” de los espías alemanes en el norte de España se quedaba con el dinero tras la guerra y la derrota y se compraba un palacete y montaba un zoológico en pleno Sardinero...

Lo pasamos francamente bien en las comidas veraniegas con Jesús. Antes de despedirnos con un abrazo al terminar ayer la comida que para mí da comienzo al verano, nos dijo a un Luis Salcines recién llegado de Venecia, y a mí, recién aterrizado de un febril Madrid, que para el otoño saldrá a la calle su nuevo poemario, al que incorporará los siete poemas escritos en San Vicente; que también ha terminado el último capítulo de su próxima novela; y que para enero saldrá su tercer y último volumen de memorias en RBA, y es seguro que será el último porque las páginas finales son la descripción de su muerte, y claro, no va escribir más memorias después de decretada su defunción.

Jesús está preocupado por la muerte. Obsesionado, aclara enseguida Paloma, su mujer. Hace cuatro o cinco meses me llamó por teléfono para que le buscase información sobre las tumbas de sus familiares en el cementerio santanderino de Ciriego. Le encontré la información deseada y ahora está casi feliz, pues tras visitarla, ya conoce la parcela en la que será enterrado, la parcela en la que reinará como en su última propiedad.

Pero de eso hablaremos ya en Madrid, cuando les visite dentro de poco en su casa cercana al Palacio de Oriente, antes de que él viaje a Munich a dar unas conferencias. Quizá me encuentre durante la visita con Joan Manuel Serrat o con Ángela Molina, sus vecinos del primero. Pero esa será otra historia que quizá, si sucede, también les cuente.

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NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.


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