Juan Antonio González Fuentes
Llaman a la puerta de casa poco después de comer. Es el “hombre de El Corte Inglés” que trae una nueva librería, regalo adelantado de mi madre por mi próximo cumpleaños. Hago trizas el embalaje y colocó el nuevo mueble en el lugar pensado, no muy lejos de mi cama. El perro
Miller observa todo tranquilo y aburrido tumbado en el suelo. Empiezo a recoger las columnas de libros distribuidas durante meses por el suelo y voy colocando los ejemplares en las baldas. En unos veinte minutos todas las baldas están cargadas de cientos de libros, fundamentalmente de poesía. Antes de colocar en su nuevo hábitat los libros les paso por encima un trapo para el polvo, y me doy prefecta cuenta de que ellos, como nosotros, envejecen, y algunos lo hacen mejor que otros. Amarillean sus páginas antes blancas y jóvenes, les salen arrugas y manchas, algunos presentan heridas y dobleces, enseñan huellas y golpes, han respirado y vivido mucho los libros, todos tienen su particular historia, todos atesoran una vida en palabras.
Acabada la faena, y como es habitual en toda revisión y mudanza, varios libros quedan arrinconados en una esquina de la habitación. Por una u otra razón han muerto para mí, y son merecedores de reencarnarse en algo nuevo. Los meto en una gran bolsa de papel y rato descansan en el contenedor de papel y cartón. Quizá algún día alberguen en su materia palabras nuevas, nuevos cuentos, nuevos poemas.
Con ánimo melancólico callejeo un rato sin rumbo fijo y mis pasos me conducen justo hasta mi librería de cabecera. Entro sin ninguna convicción, sólo por matar un poco de tiempo, y pronto me encuentro deambulando entre las baldas y mesas cargadas de libros. Ejemplares expuestos que alguien se llevará a su casa y allí envejecerán sirviendo con fidelidad al comprador, a su familia y amigos. Y si el libro tiene suerte y ha sido considerado valioso, seguirá envejeciendo pasando de generación en generación, de mano en mano. Otros ejemplares no tendrán suerte, y acabarán en la guillotina para luego volver a transformarse en pasta de papel y esperar otra oportunidad.
Adam Zagajewski:
Antenas (Acantilado)
Tengo la sensación trágica de haber traicionado a los libros que he enviado al contenedor de cadáveres. Y ser consciente del envejecimiento imparable de mi biblioteca, acompañando al mío, me deja un gusto extraño en la boca, una sensación de desasosiego indefinible en mi interior.
Quizá para compensar las últimas pérdidas acabo comprando un nuevo inquilino para mis baldas. Se trata del último libro de poemas traducido al español de
Adam Zagajewski,
Antenas (Acantilado).
Ya he escrito con anterioridad sobre el escritor polaco. Es mi último gran descubrimiento personal en el campo de la escritura. Estoy enamorado de los libros de Zagajewski, de su prosa, de sus poemas… Su poesía es la que me hubiera gustado poder escribir a mí, es todo lo contrario a lo que hago. Su poesía es de expresión sencilla y depurada, eficaz en su naturalidad, alejada por completo de lo que él mismo llama “estilo elevado”, barroco, acumulativo. Y sin embargo es una poesía de una hondura sobrecogedora. Las palabras están en ella dispuestas de tal modo que comunican y revelan, cuentan y sugieren, son a la vez un cuento maravilloso para niños y un tratado de metafísica, hablan de lo conocido y lo desconocido, de lo blanco y lo negro, de lo oscuro y lo luminoso.
Me siento en la silla del despacho y abro el libro por una de sus páginas cualquiera. Elijo un poema al azar, “Nochevieja 2004”, y leo sus versos: “Estás en casa y escuchas largo tiempo/ grabaciones de Billy Holiday/ que canta melancólica, soñolienta./ Cuentas las horas que aún/ te separan de la medianoche./ ¿Por qué los muertos cantan tranquilamente/ y los vivos no pueden liberarse del temor?
Y acto seguido pienso en mis libros muertos y en sus cantos para nadie, y en efecto, no puedo librarme del temor. Sé que aún sigo vivo.
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NOTA: En el blog titulado
El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.