Juan Antonio González Fuentes
En su libro
La casa de la vida, el gran ensayista y crítico italiano
Mario Praz , quien le sirvó a
Visconti de ejemplo para delinear el personaje de
Burt Lancaster en
Confidencias, construyó su autobiografía recorriendo con la mirada y la memoria las estancias de su bellísima casa romana (Palazzo Primoli, via Zanardelli), y narrando la historia que lo unía a muchos de los diversos objetos y obras de arte que pueblan aún hoy las fabulosas estancias convertidas en museo desde el año 1995.
Algo parecido ha realizado la escritora
Sandra Petrignani, también italiana, y creo que también ciudadana romana en la actualidad, en su libro
La escritora vive aquí, publicado no hace mucho por la editorial madrileña
Siruela, y cuya lectura es una verdadera delicia.
Sandra Petrignani:
La escritora vive aquí (Siruela, 2006)
Sandra Petrignani se lanzó a un viaje muy especial a la hora de plantearse su libro: visitar las casa museo de algunas de las más grandes escritoras del siglo XX y contar por escrito la historia de las mismas pero a través de los muebles, los objetos, las habitaciones, los jardines de dichas casas. La escritora pretendía esbozar no sólo un pequeño retrato histórico de las otras grandes escritoras, sino llegar tomarle el pulso vital, espiritual a éstas, observando y descifrando los objetos que les pertenecieron, que conformaron en gran medida su cotidianeidad, su respiración diaria.
En este sentido, Petrignani ha perseguido moléculas del espectro de escritoras como
Grazia Deledda, Marguerite Yourcenar, Karen Blixen o
Virginia Woolf, en los pliegues de una butaca raída, en el aroma cerrado y secreto de un diario amarillento y manoseado, en cualquier mueble o cosa que después del paso del tiempo siga hablando a los oídos e inteligencias atentas de las pasiones, los pesares, las alegrías, los sueños y los trabajos de las que han dedicado lo mejor de su vida a escribir, a llenar páginas y páginas blancas con tintas diversas.
Es este un libro quizá sólo apto para fetichistas. Yo lo soy. Para mí los objetos, las habitaciones, las casas tienen vida propia, hablan, transmiten informaciones secretas y misteriosas. Las cosas tienen su propia voz, sólo hay que estar atento y dispuesto a escucharla, a que te cuente historias de sí misma y de quienes las han acariciado, disfrutado, utilizado, amado. Petrignani es una escritora atenta y fetichista, con una capacidad inusual para escuchar lo que atesoran los objetos. Ella demuestra en
La escritora vive aquí que es una magnífica traductora del lenguaje de las cosas, y ha dejado apuntadas para nosotros lo que le han dicho bajito y susurrando las cosas memorables de escritoras memorables.
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NOTA: En el blog titulado
El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música...)