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Carlos Malamud: <i>Populismos latinoamericanos. Los tópicos de ayer, de hoy y de siempre</i> (Ediciones Nobel, 2010)

Carlos Malamud: Populismos latinoamericanos. Los tópicos de ayer, de hoy y de siempre (Ediciones Nobel, 2010)



Carlos Malamud es Catedrático de Historia de América Latina de la UNED e investigador principal del Real Instituto Elcano

Carlos Malamud es Catedrático de Historia de América Latina de la UNED e investigador principal del Real Instituto Elcano

Evo Morales

Evo Morales

Rafael Correa

Rafael Correa

El próximo sábado, 5 de junio, a las 19 horas, el profesor Carlos Malamud firmará ejemplares en la Feria del Libro de Madrid (caseta 136 de Ed. Paraninfo)

El próximo sábado, 5 de junio, a las 19 horas, el profesor Carlos Malamud firmará ejemplares en la Feria del Libro de Madrid (caseta 136 de Ed. Paraninfo)


Análisis/Política y sociedad latinoamericana
¿Se puede criticar al populismo en América Latina?
Por Carlos Malamud, martes, 1 de junio de 2010
Las críticas al populismo, especialmente aquellas centradas en la falta de rigor democrático, en la necesidad de la alternancia, en el poco respeto a las leyes y las instituciones, o en el exceso de protagonismo de los caudillos políticos, suelen chocar contra un muro de explicaciones monocausales. Por lo general, éstas suelen girar en torno a la idea de las injusticias del pasado, las oprobiosas condiciones de vida de los sectores populares y la explotación sistemática a que son sometidos, las deficiencias del sistema político y la corrupción que trae aparejada, así como la falta de respeto por las mismas normas democráticas exhibida por las elites tradicionales.
Siendo todo esto cierto, la verdad es que resulta bastante difícil construir un país, cualquiera sea, instalados en el círculo vicioso de los reproches permanentes y en la necesidad recurrente de descubrir la rueda ante cualquier cambio de rumbo. Es obvio que se debe mirar al pasado para no repetir los errores varias veces cometidos, pero también debería ser elemental que sólo mirando hacia atrás, bien para descalificar totalmente a la historia, o bien para elaborar la larga lista de las injusticias cometidas por los otros, terminaríamos convertidos en la mujer de Lot. Recomiendan los grandes gastrónomos el uso de un poco de sal en la comida, pero ya se sabe lo que ocurre cuando las viandas se salan en exceso.

Uno de los regímenes más oprobiosos de la segunda mitad del siglo XX fue el del apartheid sudafricano. Las heridas sufridas por la población negra no sólo eran morales sino también físicas. El mismo Nelson Mandela debió soportar en su propia carne la tortura de los afrikaners, sin embargo, cuando le llegó la hora de gobernar pudo elegir entre distintos caminos a seguir y eligió. Uno de los principales dilemas de Mandela fue gobernar sólo para los suyos, cobrándose todas las cuentas pendientes del pasado y excluyendo a la minoría blanca, o intentar sumar a todo lo posible de ser sumado, sin prejuicios políticos, ideológicos ni raciales.

Pese a los condicionantes del pasado, todos los dirigentes populistas que hoy gobiernan en América Latina pudieron elegir cuando llegaron al poder

En la vecina Zimbawe, la antigua Rhodesia, Robert Mugabe también pudo elegir y eligió de manera distinta a Mandela. Hace tiempo que la suerte de África del Sur y de Zimbawe discurre por carriles divergentes. Es verdad que todavía subsisten numerosos problemas en Sudáfrica, pero el estado del país y de sus gentes está a años luz de su vecino septentrional. Como bien recuerda Carlos Mesa, ex presidente de Bolivia, Evo Morales también pudo elegir entre ser Mandela o ser Mugabe, y Morales se decantó por la segunda opción.

Pese a los condicionantes del pasado, todos los dirigentes populistas que hoy gobiernan en América Latina pudieron elegir cuando llegaron al poder. Es más, su margen de elección era mayor en la medida que fueron elegidos inicialmente con un amplio respaldo popular, generalmente por encima del 50% de los votos. Sin embargo se decantaron por un modelo claro y tradicional: para consolidar su situación, para “construir poder” en la terminología kirchnerista, decidieron movilizar a los suyos y desarbolar a los enemigos, no rivales o competidores. Por eso, el método elegido fue el de la crispación y la polarización social. De una forma binaria el mundo se dividía entre la patria y la antipatria, entre los leales y los traidores, entre el pueblo y la oligarquía y el imperialismo.

La concepción personalista y caudillista del poder de Rafael Correa se resume en la siguiente frase: “Y si apuesto a la alternancia para que mañana venga un gobierno de derecha y malentregue el petróleo, ponga bases militares, etc., sería un retroceso lamentable”

Rafael Correa es uno de estos líderes populistas y bolivarianos. En una reciente entrevista concedida al diario porteño La Nación, el presidente ecuatoriano puso de manifiesto buena parte de las cosas que se le critican y por las que tanto le molesta ser criticado. Su concepción personalista y caudillista del poder se puede concretar en la siguiente frase: “Y si apuesto a la alternancia para que mañana venga un gobierno de derecha y malentregue el petróleo, ponga bases militares, etc., sería un retroceso lamentable”. Dicho de otra manera, si mañana el pueblo ecuatoriano quiere un proyecto político distinto al mío sería una traición a las raíces del proceso que no debería tolerarse. Por eso, “si algo funciona [el presidente], ¿por qué no seguir eligiéndolo? ¿Es democrático decir “usted tiene sólo dos períodos”?”. Para Correa, el repetido y gastado discurso de la alternancia de la democracia es algo “para los países del Primer Mundo donde les ha funcionado el sistema. A nosotros no nos ha funcionado. Si vamos a hacer lo mismo de siempre, vamos a tener los mismos resultados. Algo tenía que cambiar. Creo en la alternancia de personas, nadie es indispensable. Pero vamos a hablar de alternancia en el proyecto político, al menos en Ecuador, porque el país necesita irreversiblemente rumbearse hacia más justicia social, mayor equidad, eficiencia, mayor seguridad, mayor dignidad”.

En lo relativo a las criticas a su estilo autoritario, de un modo totalmente fiel a si mismo, intentó ser tajante: “Si querían elegir a Mr. Simpatía, se equivocaron. Sobre todo la oligarquía del Ecuador. Podemos tener nuestro estilo, podemos tener firmeza, pero lo importante son las cosas concretas. No las percepciones. ¿Qué libertad se ha complicado? Por el contrario, por primera vez existe el imperio de la ley. Pero como ahora la ley es para todos y toca también a los poderosos, a los que nunca se les aplicó la ley, dicen que hay dictadura. Sí, la dictadura de la ley”. La idea se concreta de una forma más rotunda: “¿Me podría decir cuáles son los rasgos autoritarios en Ecuador? ¿Qué libertad se ha restringido? Al contrario, han aumentado muchísimo las libertades. Como existe el imperio de la ley, ahora sí hay gobierno y los que estaban acostumbrados a hacer lo que les daba la gana ahora dicen “autoritarismo”, “dictadura”.”

En Argentina, tras la caída del régimen peronista en 1955, fue necesario el paso de tres generaciones para curar las heridas que afectaban el tejido social del país

Pese a las declaraciones de Correa, o quizá debido a ellas, la cuestión de fondo, después de milenios y centurias de experiencias sociales de todo tipo, sigue siendo la misma: ¿cómo hacer sustentable una sociedad y cómo construir algo duradero? En Argentina, tras la caída del régimen peronista en 1955, fue necesario el paso de tres generaciones para curar las heridas que afectaban el tejido social del país. ¿Cuánto tiempo habrá que dejar pasar en Cuba, tras la desaparición de los hermanos Castro, para que las relaciones sociales alcancen niveles de normalidad? ¿O es que alguien piensa que la experiencia cubana es para siempre, más allá de la retórica del patria, socialismo o muerte? Lo lamentable del caso fue que la experiencia soviética no dejó en algunos líderes latinoamericanos las debidas enseñanzas del caso.

Decía Simón Bolívar, en su célebre y tan citada últimamente Carta de Jamaica, de 1815, “Inciertos sobre nuestro destino futuro, y amenazados por la anarquía, a causa de la falta de un gobierno legítimo, justo y liberal, nos precipitamos en el caos de la revolución.” La necesidad de citar a Bolívar como un teórico y un hombre de acción de nuestro tiempo, sin leerlo ni interpretarlo en el contexto de su momento, nos ha conducido a un buen número de despropósitos. En América Latina, los líderes populistas más afines al bolivarianismo, se distinguen por una serie de conductas similares a las anteriormente citadas. Algunas de ellas quedan recogidas en el siguiente decálogo (más uno) de “verdades populistas” (1) , que tiene, cómo no, su influencia en las Veinte Verdades peronistas:

1) Quienes discrepan de los designios del gobierno y del caudillo, es decir de los sacrosantos designios del pueblo, son profundamente antipatriotas  (Maradona dixit).

2) “Nada de lo que han hecho mis predecesores en el gobierno ha servido, nada de lo que harán mis sucesores tampoco”, de ahí que la alternancia sea innecesaria.

3) Las constituciones están al servicio del gobierno y no el gobierno al servicio de las constituciones, de ahí que puedan ser modificadas cuantas veces se estime conveniente.

4) Las leyes no están hechas para ser cumplidas, al menos por el gobierno.

5) La reelección es garantía de democracia, sobre todo si es indefinida.

6) La oposición no debe contradecir al gobierno ni pretender ganar elecciones, sólo debe hacer lo que el gobierno quiera.

7) Si la oposición gana una elección, nacional, provincial o local, es un golpe de estado civil contra el gobierno.

8) Los movimientos sociales no se reprimen, especialmente si son progubernamentales.

9) ¡Queremos ministros que den “pegas” [trabajo]! El clientelismo es un tipo de relación social que debe ser preservada a cualquier precio.

10) Los pueblos originarios tienen derechos sobre sus territorios porque llegaron primero, aunque para ello tuvieran que expulsar previamente a otros pueblos que habían llegado antes.

11) Si la justicia indígena, los usos y costumbres, implica negar la presunción de inocencia, permitir los castigos corporales y cuestionar la independencia y la imparcialidad de los jueces, ¡viva la justicia indígena!


NOTAS:

(1) El siguiente décalogo (más uno) forma parte del libro de Carlos MalamudPopulismos latinoamericanos. Los tópicos de ayer, de hoy y de siempre (Ediciones Nobel, Oviedo, 2010), de próxima aparición, que discute con más profundidad buena parte de las cuestiones aquí presentadas.
 
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