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Vasili Petrovich Botkin: <i>Cartas sobre España</i> (Miraguano Ediciones, 2012)

Vasili Petrovich Botkin: Cartas sobre España (Miraguano Ediciones, 2012)

    TÍTULO
Cartas sobre España

    AUTOR
Vasili Petróvich Botkin

    EDITORIAL
Miraguano Ediciones

    EDICIÓN Y TRADUCCIÓN
Ángel Luis Encinas

    OTROS DATOS
ISBN:978-84-7813-385-7. Madrid, 2012. 384 páginas. 26 €



Vasili Petrovich Botkin (1812-1869)

Vasili Petrovich Botkin (1812-1869)

Rogelio Blanco es doctor en pedagogía, licenciado en antropología, en filosofía y letras y diplomado en sociología política (foto gentileza editorial Berenice)

Rogelio Blanco es doctor en pedagogía, licenciado en antropología, en filosofía y letras y diplomado en sociología política (foto gentileza editorial Berenice)

Ángel Luis Encina Moral es doctor en el departamento de Filología Románica, Filología Eslava y Lingüística de la Facultad de Filología en la Universidad Complutense de Madrid

Ángel Luis Encina Moral es doctor en el departamento de Filología Románica, Filología Eslava y Lingüística de la Facultad de Filología en la Universidad Complutense de Madrid


Reseñas de libros/No ficción
Una visión decimonónica de España: Cartas sobre España, de Vasili Petrovich Botkin
Por Rogelio Blanco Martínez, lunes, 9 de julio de 2012
El profesor Encinas Moral, gran conocedor de las lenguas eslavas y de la cultura rusa, reiteradamente se responsabiliza de la traducción y edición de obras literarias e históricas referidas a Rusia-España y España-Rusia. Es responsable del Corpus diplomático hispano-ruso (2 volúmenes) y estudioso de la documentación española existente en los archivos rusos. Profesor, investigador, editor y traductor ha contribuido a mostrar los modos y contactos históricos y culturales existentes entre la cultura rusa y la española. Tras esta labor encomiable y persistente nos muestra una edición singular y atendida, traducida y anotada (894 notas) de la obra del viajero ruso Vasili Petróvich Botkin: Cartas sobre España. Igualmente también se responsabilizó de la edición en ruso de Cartas desde Rusia de José Valera.

En ambos casos asistimos al viaje circular: salida desde un punto y nuevamente regresar a él. Es el viaje de Ulises, si bien nunca se regresa como se parte; como señala Kavafis, la experiencia del propio viaje se integra en el viajero, en el homo viator, que somos frente a este viaje circular existe el lineal; se parte y quizá no se regrese. Tras esta dicotomía se postulan otras modalidades: tales como el viaje por estudio o por aventura, el pretendidamente ocioso (ociositas) o el de ocio enriquecedor (ocium). Los latinos distinguen la ociositas, como pura pasividad, frente a ocium como creativo y exigencia de actividad para el protagonista, y este caso, Botkin realiza un viaje circular, de estudio y pleno de ocium.

 

El carácter de homo viator de la especie humana siempre ha estado presente y con frecuencia expuesta en significadas obras literarias gracias a estas expresiones, a veces a medio camino entre la investigación y la aventura, disponen de información antropológica señera de pueblos ignotos, de manifestaciones culturales diferentes, de realidades lejanas.

 

Las formas de exposición y los motivos cambian secularmente y constituyen un género propio. De igual modo el viajero-narrador, casi siempre perteneciente a grupos burgueses, aristócratas o simple aventurero, da un sentido u otro al viaje según la época. De este modo, era práctica “obligada” que los hijos de las clases altas del siglo XVIII, luego burgués o aristócrata, realizara le grand tour. Un modo de completar la formación y prueba o signo de madurez.

 

La literatura de viaje del siglo XVIII suele estar cargada de datos fríos y enumerados, encaminados a la formación del individuo, pedagógica y con la teleología de ejercer catarsis en el sujeto. Por el contrario, los textos de viaje del XIX se cargan de emotividad, pierden erudición. Procuran recorrer espacios diferentes, exóticos. El viajero del XVIII recorría territorios culturales próximos; el del XIX los informados como atractivos. En el primer caso se trata del viajero ilustrado, y, en el segundo, el romántico. Vasili P. Botkin pertenece al grupo de viajeros románticos.

 

La Península Ibérica no fue lugar de destino en el XVIII, más sí en el XIX. España ya se anunciaba como diferente, heterodoxa e insólita. Y en concreto Andalucía, que pasa a ser sinónimo de España. Los tópicos se recrean y desarrollan: el clima, la variedad de paisajes, el carácter apasionado y fanfarrón, las supersticiones o la alegría, sin olvidar los prototipos culturales: D. Juan, Carmen, Don Quijote, La Celestina o El Cid. El resultado: un calidoscopio deformante de la realidad y modelo de contraste; frente a la Inglaterra puritana, se describe a la supersticiosa España, dos enfoques religiosos y culturales antagónicos.

 

Vasili P. Botkin no fue el único ruso que viajó a España. Disponía de alguna información. De hecho conoció a Juan Varela en San Petesburgo. Si bien el viaje del español fue cómodo y protocolario. El egrabrense cuenta que Botkin conocía el español, pero desconocía la literatura española. Hecho que le resulta insólito.

 

No obstante Botkin, así nos lo cuenta en el estudio introductorio el profesor Encinas Moral, quien informa de las referencias abundantes en Rusia,“España se puso de moda” (Mijail Alexéyev, pág. 13).

 

Los mitos literarios (El Cid, Don Quijote…) y, sobre todo, la derrota de Napoleón durante la Guerra de la Independencia, un enemigo compartido con Rusia y en la que La Grande Armée se hundió en los territorios hispanos y rusos, era un motivo suficiente. El heroísmo del pueblo y el sistema de lucha (guerrillas), un modo de organizarse frente al invasor al carecer de Rey y de generales (Estado), la tradición, las referencias de Puskhin, el impacto de la Constitución de 1812 en los decembristas, el general Riego y sus avatares, la lucha por la libertad, etc. eran motivos lejanos para los liberales rusos y ejemplarizantes contra el absolutismo que combatían.

 

La realidad les era próxima y los ejemplos para el cambio provenían de la otra punta de Europa, sobre todo en el caso de Lérmontov (pág. 28). De este modo los ispantsi (los españoles) eran motivo de atención para Puskhin, Zhukouski, Katenin, etc.

 

Los primeros viajeros rusos, según el profesor Encinas fueron I. Fiódorovich Faddéi, V. Bulgarin, N. Turguéniev (hermano del novelista) , Piotr G. Redkin, Mijail I. Glinka y Vasili P. Botkain.

 

Quizá, el compositor y divulgador de la música española en Rusia, Glinka, y Botkin sean los viajeros rusos más significados; si bien un hermano pintor de Botkin, Mijail, estuvo en España y en la Fundación Lázaro Galdeano existen piezas bizantinas que pertenecieron a su colección. Vasili, comerciante de té, perteneció a una familia acomodada económicamente integrada por varios hermanos, no obstante refiere que “de mi infancia no guardo recuerdos agradables, una madre buena y sencilla que acabó bebiendo hasta caer borracha y un padre bruto y severo (…), en el fondo, bueno. Créame que mi memoria de mi primera juventud me produce tanto asco y repugnancia que me repele recordarme a mi mismo”.

 

Vasili P. Botkin es un fino crítico literario y políglota. Gracias a un matrimonio rápidamente frustrado, –duró un mes-, llegó a España tras recorrer Europa, le atrapó Italia, “quedé enfermo de tanta belleza”, declara.

 

A España entra por Hendaya cargado de prejuicios y de abundantes recomendaciones. Conoce la lengua y, tras su texto, se adivina el pronto manejo de la jerga, que utiliza y traduce. El viaje duró tres meses, desde el 11 de agosto al 30 de octubre de 1845. Lo relata bajo la denominación de Cartas mas son ensayos históricos-literarios, costumbristas que reflejan la realidad, a la vez que procura analizar las causas históricas del statu quo.

 

Narra las impresiones sobre el paisaje y los pueblos, -de Hendaya a Madrid-, descubre desierto y despoblación. Se pregunta por qué Madrid se ubicó en tal lugar y describe su percepción de fondas, cafés, la vida en la calle o el miserable cauce del Manzanares (pág. 69). El viaje continúa hacia Andalucía. Es severo, con lo encontrado en La Mancha. Reconoce que los Pirineos existen más que como accidente geográfico (pág. 60)

 

Será Andalucía, - Córdoba, Sevilla, Málaga y, sobre todo, Granada-, los espacios que le congracian con España. Así, mientras descubre la vestimenta, -capa, mantilla, abanico, etc-; las comidas, -el aceite le resulta desagradable-; las bebidas heladas u otros, se detiene con los majos y manolas. Alaba sobremanera a la mujer (pág. 55 y 139), el carácter anarquista del alma española (pág. 98), las dificultades para hallar un concepto definido de unidad nacional (pág. 65), “las dos Españas” (pág. 98), las tertulias (pág 104), se prenda por Murillo (pág. 178), los toros, la ociosidad (pág. 185), el bandolerismo (pág. 188), los pronunciamientos (pág. 94) Bostkin se adentra en el alma española y concluye: “España,¡qué refugio para la gente a quién le aburre Europa!”. Destaca la amabilidad, la valentía, el patriotismo, “el apego a la memoria de los héroes”, “ningún país es tan crítico y al mismo tiempo orgulloso de su nacionalidad”.

 

De todos estos caracteres señala el sentido del trabajo/ocio, las clases sociales si se “enriquecen es para seguir siendo igual”. El trabajar para vivir lo valora como innata inteligencia de almas libres, así declara: “Europa no tiene ni idea de la libertad que reina aquí”, si bien es crítico con los gobiernos. Las últimas líneas del libro son concluyentes y a la vera de la Alhambra: “¡Ah si toda la vida transcurriese siempre con tal felicidad!” (pág. 374)

 

Bien se puede opinar que es un gran libro de viajes, bien editado por Miraguano y muy bien traducido y anotado por el profesor Encinas Moral. Es una mirada romántica, pero penetrante. Opino que Cartas sobre España de Vasili P. Botkin confirma la triada de viajeros extranjeros por España junto con Viaje por España de Teófilo Gautier y La biblia en España de George Borrow.

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