Precisamente, en turco moderno existía la frase shapka giymek,
“ponerse sombrero”, una expresión que usaban los musulmanes devotos para
designar a los renegados o apóstatas, aquellos, en definitiva, que habían
cambiado de chaqueta o de bando, en este caso dejando a un lado el fez y
adoptando el sombrero, símbolo de la occidentalización y laicización a ultranza
preconizadas por Mustafá Kemal, Atatürk, el fundador de la Turquía moderna. Del
turbante al fez, del fez al sombrero. Quién sabe si los turcos recorrerán ese
camino en sentido inverso, de modo que el turbante acabe volviendo a sus bazares
y a sus mezquitas, y la occidentalización, impuesta con calzador por las
reformas de los siglos XIX y XX, se convierta en un paréntesis en su historia.
El turbante llegó a las lenguas europeas a través del turco otomano
tülbent, una palabra que los turcos tomaron a su vez del persa
dulband. Se trata, como es bien sabido, de un tocado consistente en una
larga faja de tela que rodea la cabeza o un pequeño sombrero interior. El
DRAE amplía la etimología que acabamos de dar afirmando que la palabra
persa dolband o dulband procede, quizás, de dulu band,
banda plegada. El rotacismo o cambio de la –l- en
–r- pudo haber tenido
lugar en la India portuguesa, desde donde saltaría a otras lenguas europeas.
Otro itinerario pudo ser el de los poco amistosos encuentros entre los turcos
otomanos y las naciones europeas desde el siglo XIV.
La identificación de los tuaregs con
este tocado es tan estrecha que reciben el nombre de Kel Tagelmust,
“gente del velo”, aunque sólo lo pueden llevar los hombres adultos (...) El
color índigo de ese velo/turbante aporta a este pueblo su nombre más conocido en
Europa: “los hombres azules del desierto”
Un tipo muy característico de turbante es el
tagelmust, el tocado índigo de los hombres tuaregs, que al mismo tiempo
es un velo y un turbante que puede llegar a medir diez metros. La identificación
de los tuaregs con este tocado es tan estrecha que reciben el nombre de Kel
Tagelmust, “gente del velo”, aunque sólo lo pueden llevar los hombres
adultos, que sólo se lo quitan en la intimidad familiar. El color índigo de ese
velo/turbante aporta a este pueblo su nombre más conocido en Europa: “los
hombres azules del desierto”.
Otro amigo mío, aunque no hebraísta como
el que cité al comienzo de este artículo, le espetó a alguien su fascinación
acrítica por la costumbres de los muslimes de un modo muy peculiar:
componiéndole un soneto quevedesco (es curioso que el teclado del ordenador,
postmoderno juez de la corrección ortográfica, me permita escribir quevedesco,
que no viene en el DRAE, y no quevediano, que sí aparece recogido en el
DRAE). Reproduzco verbatim los dos tercetos del soneto, pues creo
que merecen la pena. En ellos me he inspirado para titular esta artículo: mas
muestra una tendencia preocupante/que me tiene desorientado el polo:/su fatal
atracción por el turbante./ Habrá de corregir su culpa y dolo/o
endereza de un modo fulminante/o le ofrezco un Lepanto para él sólo.
Ni que decir tiene que el aludido, que en su vida se había visto en tal
aprieto, quedó encantado con el soneto.