Juan Antonio González Fuentes
Stagecoach (La diligencia, 1939), mítica película del gran John Ford que para muchos críticos es el primer gran western del cine sonoro, da comienzo con un grupo de repolludas señoras de la “buena sociedad” de un pequeño pueblo de la frontera norteamericana que echan del lugar por inmoral e impúdica al personaje interpretado por Claire Trevor, una cantante de saloon a la que podemos suponer además otros menesteres laborales.
La moraleja que plantea La diligencia es bien sencilla el maestro Ford la deja muy clara sin subrayarla: los varios fracasados y outsiders que viajan en la diligencia se comportan con decencia y entrega humanitaria puestos a prueba por las duras circunstancia, mientras que los viajeros ciudadanos de pro y espejos de la comunidad se revelan canallas inmundos y cobardes.
La parábola que construye La diligencia me ha venido enseguida a la cabeza cuando un buen amigo, el escritor Jesús Laínz, me ha hecho llegar esta tarde por correo electrónico una fotografía que no tiene desperdicio y que no necesita de ningún comentario.
En cuanto la he visto en la pantalla del ordenador he sabido que el post de hoy estaba ya en mis manos, y que no debía calentarme la cabeza buscando un tema adecuado. Llamé a Laínz para preguntarle si sabía el origen de la imagen y si podía asegurarme era una fotografía histórica, no un montaje de nuestros días bien retocado y diseñado. A él la foto le llegó enviada por otro amigo, y sí, me asegura que la fotografía es histórica, y está realizada para ilustrar una campaña contra el uso y abuso del alcohol en algún país anglosajón en 1919 bajo el lema “Los labios que toquen el alcohol no tocarán los nuestros”. Yo, ciertamente, no lo creo. Quiero decir que cuanto más me fijo en ella y la estudio, la fotografía menos me parece histórica, y más se me insinúa como un espléndido y paródico un montaje actual. No puedo creer que la alegoría sea tan magnífica sin estar buscada y hecha a propósito.
A este respecto es la mejor campaña de publicidad que jamás he visto, pero en el sentido contrario al pretendido en primera instancia, al menos supuestamente. Vista la imagen lo primero que me urge es emborracharme hasta las trancas y vivir el resto de mi existencia en mitad de una melopea apoteósica camino del último delirium tremens. Por eso no descarto que esta fotografía sea actual y pertenezca a la campaña publicitaria de una firma de güisqui o de cualquier otra rotunda bebida espiritosa que invite a beber y a beber para no tener que besar jamás de los jamases los labios de semejante club de moralidad y buenas costumbres.
Sea como sea la imagen es impactante e inolvidable, y ofrece muchos argumentos para pensar sobre hasta dónde pueden llegar el marketing y la publicidad con tal de vender algo. Les dejo con ella pero recuerden: “si beben –que lo harán-- no conduzcan, por favor”.
NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.